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Algunas reflexiones no electorales en un contexto electoral

En el proceso eleccionario parecería que solo discutimos el comportamiento inmediatista del electorado y hay poco tiempo de pensar a largo plazo...

Pablo López Fiorito Por Pablo López Fiorito | 13 de Abril de 2019

En el proceso eleccionario parecería que solo discutimos el comportamiento inmediatista del electorado y hay poco tiempo de pensar a largo plazo. Todas las fuerzas políticas se ven obligadas a mantener la tan afamada empiria duranbarbista que lo único que hace es medir la fiebre del enfermo y mantenerlo vivo hasta que vote.

Lo único que importa es saber qué quiere la gente para venderle lo que ella necesita en el momento en que tiene que votar, importando poco lo que el candidato que le vendemos haga con el país

Lo que la gente quiere hoy

En discusión con determinados seguidores del gobierno anterior y/o o fanáticos de la izquierda o la derecha, el duranbarbismo y hoy en día determinados seguidores de propuestas kirchneristas sin Cristina, hablan de volver a lo que la gente quiere. No imponer una visión del mundo, ni mucho menos discutir la actual, sino utilizar como base lo que la gente piensa y tratar de adaptar el producto que tenemos para vender, a la demanda. La ley del mercado, se impone en el mundo de la política, cada día más y hace que los “políticos profesionales” tengan cada día menos accionar y sucumban diariamente a las sensaciones del mercado.

Cada día más, los que hacen política son condicionados por las condiciones estructurales heredadas y esas condiciones generan un sentido común. No se trata de negar lo que piensa el electorado en general. No es solo pensar lo que la gente quiere y siente hoy, sino lo que necesita para sentirse mejor, para vivir bien.

Las hormiguitas de la opinión pública y la carencia de estrategia

Que haya técnicos de la opinión pública, ya nadie puede discutirlo. Profesionales que se dedican a saber qué está pasando en la cabeza de las personas, cómo están percibiendo los cambios que implementan los gobiernos, cómo ven sus obras, qué les molesta y qué consideran que debe hacerse. Las hormiguitas de la opinión pública recolectan millones de fotos, las unen, hacen un collage, y presentan a los políticos un panorama. Siempre ese panorama está mediado por ideas, formas de ordenar el mundo, juicios, prejuicios, ideologías, sentimientos, como los que tienen los entrevistados participantes de las investigaciones. El político debe escuchar, y ver cómo su plan para mejorar la Argentina puede llevarse adelante con lo que los argentinos piensan y sienten. Pero las transformaciones necesitan proyectos a largo plazo, que inserten a la Argentina en el mundo de hoy, mundo despiadado, cínico y mezquino.

¿Qué será de nosotros en medio de tanto frío?

Asumir que el plan de Cambiemos fracasó para la gran mayoría de los argentinos es ya una verdad de Perogrullo. No importa ya si son ineficientes, o si hacen lo que hacen por convicción político- ideológica-monetaria.

La realidad es que un mundo que se cierra, en donde cada nación intenta sacar algo de provecho a partir de sus condiciones (humanas, económicas, culturales, geográficas, etc.) del mercado mundial, el gobierno actual plantea abrir la economía. Su argumento es que abriendo la economía, vendrían las inversiones para el desarrollo. Lo que pasa es que a diferencia de principios del siglo XX donde el capital internacional invertía en infraestructura para poder sacar los bienes que quería de nuestros países, o en los ‘50 o ‘60 del siglo pasado, que traía vieja maquinaria y producía para el mercado local, hoy en día la única inversión que hay dando vuelta en el mundo es para especular financieramente. 

Las discusiones quedan aprisionadas entre la corrupción (estructural al sistema que nos gobierna y transversal a todas las fuerzas políticas) y el hambre y la pobreza (situación estimulada por las políticas actuales). En ambos casos la discusión es incompleta, sin proyecto de país no hay oportunidad de “transparencia”, ni de lucha contra la pobreza y el hambre. ¿Qué hacer entonces? Tratar de construir un sistema de relaciones con los países sudamericanos y/o latinoamericanos que nos integre económica, social, política y culturalmente para “defendernos” de mundo y la mezquindad como está organizado.

El fin de Cambiemos y el principio del cambio

El proyecto de Cambiemos para la Argentina es inviable. Lo saben todos, menos unos pocos miembros del círculo del presidente. Pasan los meses, y el gobierno pierde base social de apoyo, la evaluación negativa de su gestión crece significativamente, su intención de voto baja a su mínima expresión y mancha a figuras del oficialismo que parecerían impolutas como la gobernadora María Eugenia Vidal. Cada día más, el manejo tiempista de Duran Barba, se licua al ritmo de la mala gestión. Y es que el marketing político, se agota sin política. O por decirlo en términos de mercado, si el producto es malo, la propaganda no lo puede reemplazar.

Pero la segunda parte, que construye el fin de Cambiemos, es lo que está enfrente, la oposición. Aquí es donde el marketing político, el análisis de la opinión pública, los relevamientos, lo que la gente quiere, debería articularse con un proyecto de país.  No se trata solo de una figura (llámese Cristina, Massa o Lavagna), sino de un proyecto contrapuesto al modelo actual. Pero dicho programa va a poner nervioso a los poderes económicos que tienen acuerdos con el gobierno de Cambiemos. Es imposible cambiar la herencia de Cambiemos, sin elementos disruptivos en la propuesta de cambio de la oposición. Cómo decirlo en términos actuales: No hay mas  grieta que la distancia entre la política del gobierno de Cambiemos  y la propuesta de la oposición, sea cual sea el candidato. La divisoria de aguas es un programa que tenga en cuenta las necesidades de los argentinos frente a la propuesta que el mundo nos hace, o aceptar resignados lo que el mundo nos propone: un país solo para 10 millones de argentinos, donde el resto de los 30 millones estarían condenados a la guerra del hombre contra el hombre.

Es decir, puede haber modulaciones entre la oposición, pero en ningún caso puede ser alternancia de Cambiemos. A diferencia de la campaña de Cambiemos en el 2015, que si se planteo como alternancia (dejar lo bueno, cambiar lo malo). De lo que se trata es de cambiar lo que Cambiemos cambio en el país. No hay propuestas intermedias, como no hay soluciones superfluas para los problemas que Cambiemos le hereda al país.

El autor es Licenciado en Sociología, Doctorando en Ciencias Sociales, Docente de la UBA. La columna fue publicada originalmente en Diagonales.com

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