• muy nuboso
    13° 16 de Abril de 2024
carnavales-eran-los-de-antesjpg

Carnavales eran los de antes: Fiesta en los barrios, el borracho en la murga y los francotiradores de globos

La canilla está del lado de adentro de la casona, apenas se inicia el pasillo, pero hay vía libre. Canilla libre, mejor dicho, y alegría… Chicos y grandes forman largas filas en la vereda por el agua bendita. Vecinos, conocidos y hasta algún extraño aguardan ansiosos su turno para seguir jugando. Esta vez no se respeta la siesta. El sol pega fuerte y las chicharras se hacen sentir. Fiesta en la cuadra, en el barrio y en la ciudad.

Todos en la calle. Familias y generaciones enteras. Padres e hijos, abuelos y nietos, hermanos. Amigos y enemigos que se dan una tregua para no perderse semejante disfrute. Hay corridas, baldazos y risas en calle Salta al 100, allí frente a la Plaza Almirante Brown. El que pasa la “liga”, aunque existen códigos entre vecinos.

“Dejénlo tranquilo al Carlos que está cambiado porque se va a trabajar”, dice Doña Elsa y nadie se desubica ni desobedece. Siempre prolijo, el veniteañero parte de a pie rumbo al centro por Mendoza.

Claro, a lo lejos no escuchó la recomendación esa nenita que vive pegado al Club Unión y lo baña de arriba abajo al pobre muchacho, que no tiene otra opción que regresar con cara larga y tomándose cada tanto la cabeza a reemplazar su ropa. Pero… ¡Al final se queda a divertirse!

Fingiendo en su tono de voz, acusa dolor de garganta en el “laburo”. Para excusarse con sus patrones cuenta con la complicidad indispensable de la buena de Isabel, la única vecina que disponía de teléfono fijo en 1982 en la zona. Le ofreció a cambio unas moneditas de 5 y 10 centavos de australes, pero ella, generosa como de costumbre no se las aceptó. 

Don Boldrini tenía ya los achaques propios de la edad pero deja el bastón sobre la pared y también se prende. ¡Corre y salta! Casi milagroso. Y vienen los Nacura, el “Quico” y llega Adalberto de viaje. No falta nadie. Descalzos, con short y en “cuero” los varones, en mallas las mujeres aunque algunas usaban ropa que no se echara a perder, como la anfitriona Peto.

Un vecindario feliz y unido una vez al año. Ese efecto mágico tenían los carnavales. No es cierto que el pasado y todo lo de antes siempre fue mejor. Pero en este caso crean que es así.

Y pasa Roque con sus 70 pirulos persiguiendo a máxima velocidad a Juanita. Y su cuñada Elbia lo sorprende de atrás con una “ducha” helada. Y “llueve” desde el techo hacia la vereda, lugar estratégico en el que se ubicó “Mimita” para dar con el blanco.

Transcurrieron muchos años y varios de los personajes reales de esta humilde historia ya no están en este mundo cruel. Pero hubo un tiempo que fue hermoso en el Barrio Acevedo. Y si hay que graficarlo de alguna manera, con una imagen sin dudas es esa, la del festejo de los carnavales. El pueblo en la calle, lleno de alegría. Se pianta un lagrimón.

El borracho de la Murga

A fines de los 80, resurgieron los festivales nocturnos en febrero ahí en la avenida. Club Sirio, por ejemplo, organizó algunos de ellos. Los chicos de la ciudad conocieron así la famosa espumita y los grandes disfrutaron shows de los buenos y de esas coloridas murgas que le ponían ritmo a la velada.

Hasta que una noche, el humor lo aportó Pablito, un pibe del barrio al que le gustaba más el vino que el dulce de leche. El vago, desinhibido por el alcohol, no tuvo mejor idea que esquivar el vallado y mandarse al medio a moverse para aquí y para allá con las bellas bailarinas.

Parecía habilidad lo suyo pero en verdad se tambaleada porque no podía sostenerse en pie de la curda que traía. Lo intentaron expulsar una y mil veces pero la gente no lo permitió al imponente grito de “¡otra, otra..!”. Fue la noche de Pablito, su momento de gloria. Inolvidable.

Cuidado con los globos

Una picardía de los “atorrantes” de la UOM, en aquel entonces, era llenar bolsas y bolsas de bombuchas y cual francotirador, esperar pacientemente el momento desde los balcones del piso 10 para arriba -son 18- y al divisar a la víctima, lanzarlos. La idea siempre se dijo era solamente mojar al desafortunado/a que pasaba por allí, no había mala intención -salvo algún malvado que le agregaba una gotita de lavandina al globo-…

Pero todo quedaba supeditado a la puntería. En ese contexto, un susto, mínimo, se llevaban las personas que salían a hacer sus compras o iban de visita a algún departamento.

El ruido y la potencia con la que caían los globos resultaba impactante. Ojalá ya esté en desuso la práctica por el bien de todos. Pero que en su momento para los chicos del complejo habitacional resultaba divertido, imposible negar.

* El autor es periodista pergaminense, uno de los autores del libro “Fuerte al medio” y jefe de Deportes del Diario La Mañana de Neuquén

Si todavía no recibís las noticias de PRIMERA PLANA en tu celular, hacé click en el siguiente enlace https://bit.ly/3ndYMzJ y pasarás a formar parte de nuestra base de datos para estar informado con todo lo que pasa en la ciudad y la región.