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Carta a Papá Noel: "Sácame el fútbol para siempre"

Andrés Caviglia Por Andrés Caviglia | 24 de Diciembre de 2022

Querido Papá Noel: Este año me porté como pude, vivo en Argentina. Con sus reglas, con sus mañas, con sus hermosas trampas y con eso debería bastarte para entender.

Otra cosa importante para decirte es que no soy un nene, tengo 41 años, pero al momento de escribir esta carta me siento uno más de ellos y necesito pedirte algo a vos que sos el tipo al que más se le pide, detrás del barba y de Lionel.

Papá Noel, yo necesito que vos me saques el fútbol. No que me traigas uno, ni que te lleves el que tengo en casa. Yo te pido que por favor te lo lleves de mí.

¿Vos viste todo lo que pasó estos días de festejos? ¿Las cinco millones de personas, los palos que se dieron, la cantidad de huesos rotos, los llantos interminables, los bailes sin sentido alrededor de cada abuela que se cruzaba por el camino?

¿Vos viste cómo reventamos la plata que no tenemos para tratar de llegar al otro lado del mundo para manguearle estadía a los jeques? ¿Vos viste la cantidad de birra que chupamos? ¿Los nervios por los que pasamos? ¿La cantidad de parrillas que prendimos para ahora tener que comer arroz o no tener para el 31?

¿Vos viste todo eso? Eso lo hace el fútbol en mi país, por eso te pido que me lo saques. Sacámelo para siempre. Pero no ahora, ahora no por favor.

Sacámelo cuando todo eso no me haga sentirme parte del país más especial del Mundo. Sacámelo para siempre cuando sienta que todos mis sentimientos no están más cosidos como los gajos de esa pelota que es más nuestra que nada.

Sácame el fútbol de un tiro en la frente el día que no sienta que no hay nada mejor en el Universo que ver a Argentina campeón abrazado a mi familia sin mirar los penales: qué me importa si tenía la mejor compañía para festejar, pero sobre todo para caer derrotado. Vivir o morir por ellos y con ellas. Así de intenso todo, así de honesto. Así somos, así soy ahora. Un nene del ‘81 que lloró un mes entero por absolutamente todo lo que pasó con un equipo de fútbol, pero, por sobre todas las cosas, un adulto que teme a que los sentimientos le pasen por al lado.

Eso que pedía la Negra Sosa con León, “que la vida no me sea indiferente”. Si ellos se lo pidieron a Dios, yo te lo quiero pedir a vos, loco. Sácame el fútbol si un día me da lo mismo, si un día quiero ocultar de lo que estoy hecho, de lo que soy. Un orgulloso cabeza de futbol, un peleador con el corazón hecho pelota.

Te juro por Charo que no quiero ver un fútbol más si un día dejo de atesorar los recuerdos de mis viejos felices por algo así; sacámelo si un día le resto importancia al recuerdo de la Yaya gritando el gol de “Cani” contra Brasil en el ‘90, o de Elsa acompañándome en la vuelta de Diego en el ‘94 con Grecia.

Si ese día llega, sí un día, por algún motivo -el que sea- me vuelvo un tipo así: por favor Papá Noel, o como te llames, sácame el fútbol para siempre.

No ahora, ahora no: ni se te ocurra sacármelo ahora. Me sacás todo esto y me sacás la vida, hermano. ¿El regalo? Nah pá, el regalo me lo hizo mi vieja cuando me anotó antes que a todos en la Escuelita de Fútbol que abrió Bilardo, me lo hizo mi viejo cuando me dejó jugar con mis hermanos y los más grandes en la cancha del Parque Saavedra, me lo dio el destino cuando mi hija me dice “yo” cuando le pregunto quién es campeona del mundo. Yo ya estoy cubierto para siempre.

Si querés regálale sentimiento al que lo necesite, a los que caminan por la calle oliendo caca, a los que se avergüenzan de lo que somos, a los que viven pensando en irse porque esta Argentina les parece poco, a los que lloriquean por un feriado para celebrar, como si nos cambiara el tamaño del pozo donde nos dejaron enterrados.

Hacele un regalo a ellos: déjales en el arbolito un pasaje grande para que vayan con su cogote estirado bien lejos de nuestra Argentina tres estrellas. Vayan payá, bobos. A mí dejame en el país que en 2023 va a tener tres millones más de Lioneles, dos millones de Rodrigos y tres millones de Antonelas. Dame la Argentina que llegó a lo más alto con su vulgaridad entallada al cuerpo, dame el país que pide a gritos tatuajes de un cinco de Copas. A este país, que aprendió a festejar porque vive cagado a palos, dámelo siempre y si un día esto no existe más, sácame el fútbol para siempre.

* El autor es Licenciado en Comunicación Social, locutor, integrante del Grupo Cielo, a cargo de la sección Deportes en Infocielo y forma parte de Cielosports Radio

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