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Cómo es el trabajo de un pergaminense en la primera línea de terapia intensiva en una de las zonas más críticas del país

Su nombre es Braian Sosa Vico, tiene 30 años y trabaja en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) y en la Unidad de Pacientes Críticos Crónicos (UPCC) del Sanatorio Güemes y del, recientemente puesto en funciones, Sanatorio Antártida de Capital Federal. En una entrevista con PRIMERA PLANA, cuenta lo que es poner el cuerpo en cada guardia en una de las zonas más críticas del país.

Tiene 30 años, terminó sus estudios en la Escuela Agrotécnica de nuestra ciudad y su pasión por el voley lo llevó a estudiar Kinesiología en Rosario. Hoy es Licenciado en Kinesiología y Fisiatría graduado en el Instituto Universitario Gran Rosario -que ahora es Universidad- matriculado en provincia de Santa Fé, y también matriculado en Capital Federal por el Ministerio de Salud. Ahora es uno de los trabajadores esenciales en diferentes terapias intensivas de dos Sanatorios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

"Soy 'kine respiratorio' como nos nombran, por las cosas que pasan a cualquier hora en una guardia: un paro cardíaco, ventilar a un paciente, pacientes que llegan bien y en dos minutos los tenes que ventilar. Poder colaborar en mantenerlos vivos y generarle calidad de vida, eso me define, me apasiona" le asegura Braian a PRIMERA PLANA.

-¿Cómo se vive esta contingencia, puertas adentro, en uno de los lugares más críticos del país?

Se vive con ansiedad y un poco de nerviosismo. Entramos y no sabemos qué va a pasar en la guardia, si vamos poder descansar, si vamos a poder comer o a qué hora. Generalmente la ansiedad del COVID es por si entra alguna sospecha, o se agrava algún confirmado y lo pasan a alguna terapia, o alistarte para entrar a algún paciente que con otro prediagnóstico le dio positivo para COVID, también si las medidas que tenemos en el momento son las necesarias para el contexto, si el sanatorio tiene todos los insumos que vamos a necesitar o no, si falta algo, si el equipo del día se sabe manejar, más que nada por el vínculo de confianza de trabajo con las y los médicos y las enfermeras en el manejo de los pacientes.

En este contexto de pandemia, Braian asegura que no hay grandes diferencias en el sistema de salud entre el ámbito público y privado: las realidades son parecidas y las políticas de trabajo también. "Quizás -agrega- en el caso particular del Sanatorio Güemes que es uno de los más grandes del país -tiene unas 600 camas y 50 de terapia intensiva- sí, puede haber un nivel de eficiencia en cuanto a la rapidez de los procedimientos, pero en el caso particular del COVID, las faltas de insumo fueron las mismas, los protocolos cambiantes fueron los mismos y todos fuimos aprendiendo sobre la marcha con los medios y las herramientas que teníamos".

-¿Qué enseñanzas trae esta pandemia?

El COVID nos enseñó que nunca estamos preparados, porque vamos aprendiendo cómo trabajar la patología o en este caso la pandemia, aprendiendo mientras la transitamos. Es informarnos a través de la ciencia, que va mutando, aprender a través de científicos, de líneas protocolares que van modificándose, mirando los procesos de otros países -nosotros que tuvimos la suerte de tener el diario del lunes-. El aprendizaje es continuo y todos los días aprendemos algo nuevo. La medicina avanza a un paso tan vertiginoso que todos los días tenemos informes nuevos por leer, perspectivas o lineamientos nuevos que mirar con atención.

-¿Algún miedo?

Mi miedo particular, y seguro el de muchos de mis compañeros de trabajo, es cuando nos exponemos a un caso positivo, pensando en nuestras familias, en nuestras parejas, en nuestros amigos, en qué cuándo los vamos a volver a ver, pienso en que tengo una patología previa, si me puedo complicar o no, deseando que en el caso de contagiarme sea algo leve y no necesitar estar hospitalizado ni mucho menos tener la necesidad de ventilación mecánica. Fue a principios de marzo que viajé a Pergamino para ver a mis viejos y mis hermanos, comí un guiso con mis tíos y mi abuelo antes que el Presidente decrete la cuarentena obligatoria, imaginando que esto venía para largo, no imaginaba que podía extrañar tanto, cuando era común no volver tan seguido.

Inmediatamente, Braian le aseguró a PRIMERA PLANA que de todas maneras "el miedo no es al coronavirus en sí, sino a no tener los materiales y los insumos para proteger la vida, tanto la del paciente como la del trabajador que está cuidándolo, o que falte algún compañero. En nuestro espacio hay profesionales que se infectaron y son bajas que no se pudieron reemplazar".

-¿Cómo es la rutina de una guardia?

Unificamos criterios con los diferentes profesionales para tratar de trabajar de la mejor manera. A la mañana hacemos un parte en conjunto, de manera integral, que nos lleva aproximadamente una hora. A la tarde hacemos otro pase, más cortito, para quienes cambian turno o guardia. Y a la noche sí, en este contexto tratamos de hacernos un ratito para distendernos y compartir, poder hacer un poco más llevadera la guardia, hablar cosas por fuera de la guardia, aunque siempre terminamos hablando de algún estudio, de algún paciente, de una sospecha, de un protocolo. Somos dinámicos y un paciente puede llegar a cualquier hora, a veces nos pasa que en ese ratito que tratamos de tener, se interrumpe por la llegada de un paciente, y listo, se terminó ese ratito que esperábamos.

Respecto de la pandemia, Braian sabe que está en el ojo de la tormenta. "En los dos Sanatorios donde trabajo tenemos sala de sospechas y casos confirmados de COVID. En el Güemes se controla, se hisopa y depende los resultados, se traslada a alguna de las otras tres salas que hay preparadas. Con las medidas de bioseguridad y de protección personal entramos y salimos, los miramos, atendemos, nos y los cuidamos. La situación del Sanatorio Antártida es que los pacientes que llegan ya son casos confirmados de COVID entonces trabajamos con mayor nivel de consciencia y menor de ansiedad".

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