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Crearon en la escuela un taller para "sacarse" el machismo y entender que el "no es no"

Tienen entre 14 y 17 años y reflexionan sobre las nuevas maneras de ser varón. Lo hicieron para acompañar el proceso de sus compañeras feministas y abandonar las conductas machistas que les enseñaron desde chicos.

Se los ve pasar, entusiasmados, codo a codo con las pibas. Algunos llevan las uñas pintadas, el pelo teñido de colores, piercings, tatuajes. Son los nuevos varones, los que no dieron por sentado que no es de hombres llorar, los que son capaces de regalarles a sus hermanitos muñecas y de vestirse con pollera por gusto o para protestar, los que lavan los platos, los que hablan con lenguaje inclusivo. Son los que aceptan un no por respuesta y no insisten. Los que no se sienten amenazados por el poder de las mujeres. No les parece mal que se pueda amar a cualquiera, sin que importen sus genitales, y edifican día a día una masculinidad diferente.

Son alumnos del María Claudia Falcone -un colegio público de Buenos Aires- y sintieron la necesidad de cambiar. Probablemente la ola feminista, el "empoderamiento de las pibas", les haya hecho tomar conciencia de que ellos también tenían que modificar su forma de ser varones para acompañar ese cambio. Se reúnen cada dos jueves o viernes al mediodía, cuando se encuentran el turno tarde y el turno mañana, en un aula común, en el salón del centro de estudiantes o en el patio. El primer encuentro del Taller de Nuevas Masculinidades, como lo llamaron, tuvo quince participantes. El segundo, más de veinticinco.

Francisco 'Pancho' Martínez empezó a cuestionarse sus propias actitudes del día a día con las que no se sentía cómodo, aprendidas desde muy chico en su casa o en la calle. No le gustaban y le parecía que chocaban con sus ideales. La salida lógica fue consultar con sus compañeras, que estaban comprometidas con la movida del #Niunamenos y el aborto legal. "Estamos en una sociedad patriarcal y machista y hay siempre situaciones y comentarios que yo sentía que no iban más. No a todos los varones les pasaba lo mismo. Pero a mí y a otros, por dar un ejemplo, las situaciones de acercamiento forzado en el boliche nos ponían incómodos", recuerda.

Sebastián González estaba en séptimo grado cuando se dio cuenta de que las chicas estaban cambiando y que no se callaban. De a poco, hablando con ellas, se fue informando y fue aclarando dudas. Los comentarios machistas que siempre se daban en reuniones de amigos, las formas de tratar a las mujeres: sentía que "no iban más".

Lucas 'Chon' Colagiovanni, también, como los otros, empezó a notar que sus compañeras estaban comprometiéndose con el feminismo y que él como varón, tenía que dejar atrás actitudes equivocadas y acompañar el proceso.

Lucas Naón dice que hasta el año pasado (tiene 15 años) era "muy machista" porque había crecido en una familia que lo era. Llegó de Bariloche y se hizo amigo de Pancho y de Sebastián. Los escuchaba hablar de feminismo, veía a sus amigas nuevas y decidió informarse y no quedarse atrás. "Googleaba textos feministas y leía lo que aparecía. Leía y aprendía", explica.

El de la idea de armar un taller fue Francisco. Se conectó con compañeros del colegio Nicolás Avellaneda -también público- que ya había empezado con una experiencia similar, pero con otro nombre. "Se llamaba algo así como Varones antipatriarcales. Estaba buenísimo. Era lo que necesitábamos. Lo hablé con una compañera, discutimos mucho. Decidimos que fuera solo para varones. No copiamos el material que ellos usaban, lo reformulamos. Le dimos el punto de vista de las pibas, que son las que sufren el machismo todos los días. Nosotros nacimos, nos dijeron que éramos varones y nos condenaron a reproducir el sistema", sostiene.

Nadie se tenía que quedar afuera, se iba a abarcar a todos, no se condenaría a nadie por su pensamiento. Se llamaría a los que creían que "con las chicas, ahora, no se puede hablar más, porque enseguida te marcan si dijiste algo mal" y también a los que tenían miedo. La propuesta era empezar a cambiar. Lucas y a Sebastián "son dos muy buenos aliados", señaló. No se equivocaba. En la primera charla, cuando escucharon el proyecto "explotaron de felicidad".

La primera convocatoria fue un éxito. Hablaron durante dos horas y media. Algunos chicos revelaron que habían cometido abuso sexual o escrachos (habían difundido imágenes de esos abusos por las redes). Se habían acercado buscando modificar sus actitudes. "Les preguntamos cómo eran sus vidas antes, qué se les había pasado por la cabeza para hacer eso, por qué lo habían hecho, si le habían pedido perdón a la víctima. Vemos juntos qué es lo que cambió. Primero, nos deconstruimos, buscamos sacar toda la construcción machista que tenemos y, a partir de ahí, empezar a reconstruirnos de manera menos tóxica, más sana", dice Francisco.

Sebastián explica que al principio se sienten sorprendidos, pero entienden a esos pibes porque a los varones "nos implantan un montón de cosas". Los acompañan, tratan de que se den cuenta de que lo que hicieron no está bien.

No es no

¿Pero cómo son las nuevas formas de relacionarse de chicos y chicas? ¿Cómo es el levante actual? Se ríen. Contestan que ese término no se usa más, que es horrendo. "No existe una manera especial de relacionarse. Lo hacemos con el mismo respeto que se merece cualquier persona, independientemente de su género. Una palmada o un beso son un abuso".

El consentimiento a través de la palabra es un punto clave para estos varones. Antes, si no se decía un no era un . Ahora, hasta que no hay un sí explícito es una negativa."¿Por qué presuponer que la otra persona quiere estar conmigo si no se lo pregunto? Y si una persona tomó alcohol o está drogada, siempre es un no. Los códigos del boliche cambiaron mucho. Nunca se avanza si hay un par de copas de más", explican.

Con el consumo de sustancias, hay que ser mucho más cuidadoso. "No te voy a mentir, siguen pasando cosas. Pero estar con una persona que está drogada es casi un abuso. Cuando salgo con mis amigos y amigas y toman, el consentimiento tiene que ser anterior y un 200 o un 300 por ciento más fuerte. Si duda, si percibo una incomodidad, es un no. Yo no voy a aprovechar que alguien esté bajo efecto de sustancias para estar con ella. Lo lindo de una relación es que sea consentida", asegura Francisco.

Lucas no va a boliches. Nunca fue. "No me gusta ver cuando un pibe encara a una piba agarrándola de atrás. Me da asco", marca. Todos están de acuerdo y repiten la palabra asco, como un mantra.

Sebastián, en cambio, sigue yendo. Pero en ciertos bailes, chicas vestidas con buzos verdes o violetas están atentas y pueden detectar o intervenir en las situaciones de presunto abuso. "Lo que ves en algunos lugares es que los pibes les siguen tocando el culo a las pibas sin que pase absolutamente nada", lamenta.

Hay dos prácticas que cayeron totalmente en desuso. "Tirar la boca" (robar besos) ya no es aceptable. Insistir, tampoco. Una negativa es una negativa. No se admiten los "pesados" que se encaprichan y después descalifican y agreden con un "igual sos refea", como la zorra y las uvas, o algo peor.

Lucas recuerda que en una fiesta de la primaria, el objetivo principal era "chapar minas" y "tocar culos"."Yo no lo hice porque no me sentía cómodo. Y me rebardearon un montón de tiempo. No te comiste a nadie. ¿Qué, sos trolo?, me decían. Esos comentarios me hacían mal, me angustiaba y me planteaba ¿Y si de verdad soy gay?".

Chon no tenía demasiados amigos porque no le gustaba la forma en que trataban a las mujeres. Y se preguntaba por qué tenía que formar parte de esos grupos con los que no tenía nada en común. "Es muy difícil que alguien que tenga un círculo de amigos machistas se dé cuenta de lo que está mal porque uno reproduce lo que ve y piensa que está bien porque lo hacen los demás", interpreta.

Sebastián se alejó definitivamente de un amigo que conocía desde los dos años: "Se había criado en un ambiente muy machista y hacía comentarios horribles sobre las pibas. Si alguna no quería estar con él pero estaba con otros, decía que era una puta. Yo lo frenaba, pero el chabón lo seguía haciendo. Tenía cero interés en cambiar. Le dije que no podíamos seguir viéndonos."

En las casas, la realidad está cambiando. Las tareas domésticas que antes eran exclusivamente hechas por mujeres ahora son responsabilidad de la familia y la educación de los más chicos también está dando un giro.

En la casa de Sebastián, él usa el lenguaje inclusivo: "En mi casa todes hacemos de todo. Nosotres nos vamos turnando para levantar los platos o lavarlos".

Francisco reconoce que en la mesa se está hablando constantemente de cuestiones de género. Y que las charlas terminan a veces con su hermana enojada, levantándose. "Tiene razón en calentarse, pero se trata de un cambio generacional muy fuerte. Nos turnamos en los roles. De chico, me acuerdo que todos los hombres estaban sentados escabiando y charlando y todas las mujeres sirviendo y limpiando. Tengo un hermano chiquito y digo que no podemos dejar que lo siga influyendo toda la mierda machista que está en la sociedad".

"Yo, antes, educaba a mis hermanitos en forma remachista. Pero ahora, les digo que si quieren jugar con una Barbie pueden, que no por eso van a ser gays. Uno de ellos le dijo a una profesora que era gorda y se la repudrí", cuenta Lucas.

No hay más caballeros

La caballerosidad tal como se conocía, que asumía que la mujer tiene que ser asistida, está en extinción. Para los nuevos varones, es un comportamiento netamente machista.

Las reacciones pueden variar, pero el gesto tradicional de dejar pasar a una chica en la cola del colectivo puede resultar en un varón descolocado ante la negativa de ella. "Una piba no necesita que le abran la puerta o la dejen subir primero. En nuestra generación esas conductas están desapareciendo", explican.

Todos son conscientes de que pueden estar viviendo un microclima. El colegio al que van es especial.

El mismo Sebastián acepta que cuando les reveló a sus compañeros de su anterior escuela que no sabía si era heterosexual, que por ahí le gustaban los dos géneros más allá de que fueran varón o mujer, las actitudes no fueron de aceptación. "A los pibes, no les entraba eso y te empezaban a decir cosas que eran reviolentas. Acá no me pasa eso. De hecho, en mi división ya no hay casi pibes que sean totalmente heterosexuales. No me cambia nada eso, pero implica que no hay reacciones en contra de que dos pibes o pibas vayan de la mano. En la calle sí, acá adentro, no", separa.

A pesar de que tienen profesores que son abiertamente homosexuales, en el cuerpo docente y directivo continúa habiendo actitudes machistas.

"A una chica que vino con el short corto, el preceptor le dijo que no podía venir así y le puso una amonestación", se acuerda Lucas. Una gran conquista fue acordar un código de vestimenta. Hubo shortazos y pollerazos y consiguieron lo que consideran un privilegio comparado con otros colegios. Según ellos, las pibas no se callan más y defienden sus derechos con firmeza.

Están matando a las pibas

En el cuestionario que responden en el taller, uno de los puntos centrales se refiere al acoso callejero. Están todos de acuerdo en que no puede existir más. "Yo lo he visto a mi viejo hacerlo. Lo amo pero es una cuestión cultural que tiene que desaparecer", sentencia Pancho.

"Una compañera llegó angustiada al colegio porque en una cuadra le gritaron tres cosas. ¿Por qué una piba que viene cansada de trabajar se tiene que fumar que un desconocido opine sobre su cuerpo o sobre como está vestida? ¿Quién lo autorizó?. Aunque le digas que es muy hermosa, vos no la conocés de nada, no tenés por qué decírselo. Aunque el mensaje no sea ofensivo, es muy incómodo para la piba", opinan todos.

Lo que más los angustia, es ver cómo están matando mujeres. Antes, se decía que se trataba de un crimen pasional o que la habían matado porque la encontraron con otro, admiten. Pero el solo hecho de que se entienda que se trata de un femicidio no los conforma. Cuestionan que desde los medios de comunicación se investigue o culpabilice a la víctima (por cómo se vestía, por el lugar en que estaba , por sus hábitos).

En quince años, estos chicos que les ayudaron a atar los pañuelos verdes por el aborto libre y gratuito a las mochilas de sus compañeras y caminaron las calles reclamando el Niunamenos, van a ser adultos.

Están preocupados por desarmar todo aquello que les dejó la sociedad machista para empezar a construir la nueva manera de ser varón, que no es única. "Lo más dificil de responder en el cuestionario del taller es esa pregunta. ¿Qué es ser varón? Porque no hay una sola respuesta. Y las estamos experimentando todas. Menos las machistas", cierran.

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