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El Barrio Cueto llora al popular y querido "Indio" Cabrera

El exjockey y figura de las bochas, Alberto Cabrera, falleció víctima del coronavirus. El emotivo recuerdo de un familiar a un entrañable vecino de la ciudad

El martes 13 fue ayer pero la pesadilla para mí y mi gente se trasladó a hoy, un verdadero día de miércoles. El COVID-19 se llevó al buenazo de Alberto, el querido Indio -tío de mi esposa- con la misma velocidad que él organizaba y preparada los asaditos apenas se enteraba que andábamos por Pergamino.
Así fue desde fines de los 90 a la fecha. Se crío en el campo y tuvo una infancia dura. De pocas palabras pero de gran corazón y la picardía de barrio que lo caracterizaba. Bermudas blancas y alpargatas del mismo tono. Burrero más que futbolero, exjockey reconocido en el pago, ambiente en el que conoció a mi papá cuando yo no había nacido.
Se adoraban con el Gringo y me queda la satisfacción de haber propiciado el reencuentro entre ambos luego de mucho tiempo. Siempre contaban las mismas anécdotas pero la pasaban genial en esas largas noche de sobremesa hasta la madrugada en la casa del Cueto, cerca del Parque Municipal, su lugar en el mundo.
Diez puntos como persona, once como anfitrión.
Se ocupaba de todo, recordaba los gustos de cada uno ("te compré vino blanco Mimí", le decía a mi mamá) mientras se cruzaba al almacén de enfrente a reforzar la cerveza ante mi insaciable sed. Disfrutaba al mostrarnos como crecían sus frutos y plantas en el hermoso patio, mimaba a más no poder a sus mascotas y tenía debilidad por los pequeños de la familia.
Su bondad era tanta que decía ser de Ferro para evitar _"discutir"_ con su mujer, fana de River. Simpatizante de Boca pero hasta ahí, se alegraba cuando en Douglas convertía el pariente Pablito Mazza.
Impotencia estar lejos y no poder hacer nada. Sensación de injusticia por saber que transitaste solo estos días. El consuelo de tener la información de que Martita, tu incondicional compañera, está saliendo de la maldita pandemia.

Simplemente gracias. Te debo mucho, Indio querido. Abrazo al cielo. Jamás te olvidaremos. Si mis chicos no paran de llorar, por algo será. Dejás un legado enorme, gente como vos es la que no abunda en este mundo. ¡Y andá prendiendo el fueguito que pronto volveremos a brindar juntos y a comernos otro asadito!

* El autor es periodista pergaminense, jefe de la sección Deportes del diario La Mañana de Neuquén 

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