Volvió a Pergamino después de cubrir la Guardia en uno de los lugares que conoce casi más que su casa: el Hospital General de Agudos “José María Penna”, uno de los principales centros de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Al día siguiente, el sábado, antes del mediodía, le avisaron que el resultado del hisopado que pidió por decisión propia era positivo de COVID-19. No demoró en notificar a las autoridades sanitarias, se tomó un momento de reflexión y una vez más aceptó el trance con naturalidad.
"Yo estoy preparado. Lo que no supe tal vez fue preparar a mis hijos. Victoria ya se crió con esto, pero Lucas no", dijo sobre su hija de 20 años y su hijo de 10, en dialogo con PRIMERA PLANA.
Cuarto hijo de Hugo Norberto “Nolo” O’Brien, quien se repartía su tiempo entre la vieja casa “Tienda Neira” y el campo y la profesora de Matemáticas, del Escuela Normal Superior “Joaquín Víctor González”, Eva Neira, admitió que "sé que en una de éstas me puedo quedar. No es solo atender a un paciente sino hacerlo y cometer un error y que ese error te cueste la vida. Uno lo tiene técnicamente asumido y toma ese riesgo", completó el ex alumno del Colegio San José de los Hermanos Maristas, el Normal y el exColegio Nacional “Almirante Brown”.
Es médico clínico desde 1991. Estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde ingresó número 342 sobre 350 vacantes. "Era la época de los militares y apenas me recibí empecé a ejercer en el Hospital Penna".
En la UBA fue ayudante de Microbiología y Farmacología. Luego ingresó en la residencia de Clínica Médica, donde estuvo 4 años. Fue jefe e instructor de residentes, instructor de concurrentes durante 4 años y docente de la Cátedra de Medicina Interna, Filial Penna, “ad honorem”, durante casi 6 años.
"Hay que aprender a hacer lo que no tenés que hacer para preservar. Porque no tenés tiempo. Tenés un paro respiratorio y usas el protocolo A y no anda; usás el B y tampoco anda, entonces inventas y así los pacientes salen", contó.
Hermano de menor de Adriana, Hugo y Pablo y mayor de Luis, fue tapa del diario Clarín, como ciudadano solidario, entre 80 mil personas de la población total de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Era el único médico entre todos”, recordó.
“La medicina es una ciencia y un arte y lo que te da la experiencia es la condición de mirar a los pacientes de lejos y decir: ‘éste, aunque me diga que está bien, me está mintiendo’”, resumió sobre su vocación.
Vivió siempre en el Centro. Antes de irse a estudiar, sobre Avenida de Mayo y también en San Martín al 1200, frente al Colegio Normal, donde su mamá daba clases de Matemáticas, en el turno noche y con "Pablo, Hugo y Luis, le pedíamos que aprobará a otros alumnos y los ayudará a avanzar".
Jugó al rugby en Los Pinguinos y cuando llegó a la Facultad, lo hizo en Vicente López. “Era malísimo”, se definió.
La batería es la amiga que eligió para familiarizarse con la música, de la mano de “Kali” Espócito. “Tengo dos en casa para esta cuarentena: una electrónica y otra estándar, pero solo por hobby”, actividad que acompaña con la lectura.
“Decir que elegí la medicina por vocación sería una mentira. Un día mi viejo, hijo de irlandeses, cuando me había tocado número bajo en el Servicio Militar, me dijo: ‘¿O estudias o trabajas?’. Entonces elegí estudiar. Estaban Hugo y Pablo en un departamento y me fui a estudiar con ellos”, recordó en la charla con PRIMERA PLANA.
En la Facultad "me encontré con algo que desconocía. Me hicieron anatomía, histología, fisiología y me pregunté ‘¿Qué hago acá?’. Pero era la UBA y había entrado. Era un orgullo y muy pocos lo habían logrado".
Juan Eduardo O’Brien subrayó que durante su carrera "la cosa empezó cuando arrancas a rotar por las especialidades: oftalmo, gineco y ahí empezás a tener contacto con pacientes. Después me enamoré de la clínica", destacó.
El profesional, que también atiende en un consultorio de la Clínica Centro, remarcó que los médicos “clínicos somos los directores de orquesta. Al paciente lo ve el cardiólogo, pero te dice ‘mírale tal cosa’ o el neurólogo y te dice ‘fíjate aquello otro’. De última la responsabilidad es nuestra: del clínico”. Y dejó una frase: “El paciente es de nadie y es de todos. No tiene un nombre”.
Cuando repasa su trayectoria hasta la actualidad, deja en claro que "lo vivido es lo mejor en definitiva. Viví la epidemia del SIDA y la pudimos superar; la del cólera, donde se nos murió gente y la pudimos superar; la de la gripe, donde se murieron amigos y la pude superar. Desde Pergamino hice diagnósticos de lupus discoide; diagnosticar lupus es difícil, pero discoide, es más aún” y sentenció que “con la sonrisa y el agradecimiento del paciente me alcanza".
En ese sentido y después que se conoció públicamente su nombre, agradeció la predisposición del intendente municipal (Javier Martínez), de la secretaria de Salud, (María Martha Perreta), del jefe de Policía, (comisario inspector Pablo Scoropad) y de la Asociación Médica en su conjunto.
Juan Eduardo O’Brien quedó viudo cuando Victoria, su hija, tenía 5 años y más adelante pudo formar una nueva pareja y nació Lucas. “No hay nada más peligroso que la ignorancia y el miedo. Y las dos van de la mano. Si no sacamos la ignorancia, el miedo aumenta y las dos cosas se potencian”, aseveró.
El médico pergaminense no dudo en subrayar que “amo lo que hago” y repitió que “lo que hice fue para proteger a Pergamino”.
Con firmeza y entusiasmo, le confirmó a PRIMERA PLANA, que "en 15 días voy a volver a agarrar mi auto y me voy a Buenos Aires a hacer mi guardia porque eso es lo que quiero".
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