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Especular con el costo político, reduce la posibilidad de salir airoso

Guillermo "Memo" García Por Guillermo "Memo" García | 17 de Abril de 2019

El primer paso para empezar a resolver un problema es reconocerlo. Pero también es cierto que la inseguridad que genera no saber gestionar situaciones difíciles provoca conductas de defensa como hacer oídos sordos. Ayer, a través de una conferencia de prensa, el intendente municipal intentó exponer que comienza a admitir el problema de la calidad del agua de los barrios Villa Alicia, Luard Kayad y La Guarida. Aunque llega tarde.

A esta altura es una cruzada de carácter casi épico y de resultado incierto. Porque en la vida política, tener razón debe estar siempre acompañada del factor tiempo. Si uno tiene razón a destiempo, le resultará mucho más difícil demostrar que está en lo cierto.

Deberían haberse oído hace un par de meses en boca del intendente municipal algunas de las consideraciones que anunció ayer. Y quizás los vecinos hubieran recibido mejor sus declaraciones y hasta se hubieran sentido tal vez un poco más contenidos, protegidos y acompañados.

La mayoría de los políticos, de cualquier espacio, creen erróneamente que se puede escapar de la realidad con palabras y promesas. El lenguaje claro suele atraer a muchas personas de sentido común en el conjunto de la sociedad. Esa podría ser una de las bases de sustento a las que podría aspirar el intendente municipal: pero también allí su mensaje llega un poco a destiempo. Es que los políticos llegan tarde. Ese es el asunto neurálgico.

Las inercias del ejercicio del poder generan alergia a reconocer los problemas. Estos solo llegan bajo presión, es decir, nunca en el momento justo. En política, el principio más vale prevenir que curar tiene pocos adeptos. Por esa razón, en tiempos inciertos como el actual en Pergamino cunde la sensación de que la política llega tarde.

La norma de la clase política aconseja no afrontar nunca las situaciones hasta que se hacen insostenibles. Y cuando eso ocurre, por lo general, ya es tarde. Le cuesta una enormidad al Municipio aceptar la problemática de las familias de Villa Alicia, Luard Kayad y La Guarida. Primero, perdió mucho tiempo negando la realidad, en parte porque para el Gobierno local el problema entraba en el ámbito de lo impensable.

Después y atento a lo expresado en una parte de la rueda de prensa enrocado en la legalidad, convirtiendo un problema político en jurídico, forzando de esta manera considerablemente las costuras de las instituciones.

Los vecinos de la zona noreste son víctimas evidentes de esa dejación de responsabilidades de la política. Y finalmente, cuando el Municipio asume que algo hay que cambiar, que algo hay que hacer, aumenta la sospecha que el momento adecuado ya pasó. Es el eterno pánico a admitir un problema, a hacerse cargo, a ponerse al frente de una demanda de vecinos, a disponerse a pagar el costo o -al menos- la parte que le corresponde.

Si la política fuera capaz de prevenir, la comunidad se ahorraría tratamientos dolorosos a la hora de curar. El buen político es aquel que es capaz de anticipar. Y básicamente obrar en consecuencia.

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