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Inundaciones en el Litoral: el museo que no debió ser

Los museos, generalmente, apuntan a mantener la memoria de hechos superados que no conviene olvidar. En Concordia, colocaron gigantografías de las inundaciones como si fueran un elemento exótico, pretérito, superado.

Un museo puede constituir una manifestación de repudio a atentados contra la humanidad, como los que rememoran el Holocausto, o expresar el deseo y la intención de que no se repitan, como el del Nunca Más de la Argentina. También sirve para permitir que se revivan hechos históricos gloriosos o para facilitar, con elementos científicos, culturales o antropológicos, la comprensión de la evolución del hombre y su hábitat.

Los museos, generalmente, apuntan a mantener la memoria viva y ejemplar de hechos y situaciones superadas que no conviene olvidar, para que no se repitan. La mayoría de las veces, los conciben y los concretan gente e instituciones sensibles, respetuosas de la historia y del público al que están dedicados.

Pero hay excepciones. Entre ellas figura el Museo de las Inundaciones, que autoridades comunales y nacionales tuvieron la ocurrencia de instalar en la ciudad entrerriana de Concordia. Cubrieron los muros externos de un club local con gigantografías de las sucesivas y abundantes inundaciones de las últimas décadas, como si fueran un elemento exótico, pretérito, superado.

Como en Concordia las inundaciones están vivas y actuales, quince días después de la inauguración, el agua concreta y real llegó para dejar en ridículo a las fotografías y a quienes tuvieron la peregrina idea de colocarlas.

Y el Museo de las Inundaciones se inundó. Porque los mismos funcionarios que lo inauguraron no hicieron en cambio las obras pendientes desde hace décadas, capaces de evitar que el agua se adueñe periódicamente de la ciudad, provocando el sufrimiento de los vecinos y la destrucción de sus viviendas y pertenencias.

Los vecinos se sintieron burlados y ofendidos porque los funcionarios de turno en vez de levantar la defensa capaz de vencer a las inundaciones, tuvieron la ocurrencia de retratarlas, como una claudicación, una derrota.

A los que ahora están padeciendo las inundaciones, los obligaron con las fotografías históricas a revivir el sufrimiento de sus padres y abuelos y el propio, y a volver a padecer la indiferencia e insensibilidad que unos y otros recibieron de quienes gobernaban y gobiernan.

Así, en Concordia los vecinos volvieron a inundarse de agua prepotente y destructora, y los funcionarios quedaron inundados de vergüenza y de repudio.

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