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La angustia del hijo de Tristán: “Dios está llorando porque se fue un grande”

Federico Díaz recordó el legado de su padre e invitó a quienes deseen acompañar a la familia del pergaminense a despedirlo mañana

En medio del dolor por la muerte del actor Antonio Díaz Ocampo, popularmente conocido como Tristán, desde el programa El Runrún del Espectáculo, que se emite por Crónica TV, se estableció contacto con el hijo menor del capocómico pergaminense, Federico Díaz, con la intención de hablar sobre la situación familiar ante esta lamentable pérdida.

En su intervención, “Fede” reunió fuerzas para hablar sobre quién fue su padre, rememorar su historia de lucha por su familia, su trayectoria artística y recordar su dura batalla contra sus complicaciones de salud que finalmente causaron su deceso. “Esta fuerza me la dio él. La llovizna de hoy es porque Dios está llorando porque se fue un grande”, dijo muy afectado.

Al menor del clan familiar le gustaría que el artista fuera recordado por su gran legado personal y el cariño que en vida recibió de sus eternos fanáticos. “Va a entrar (al cielo) con todos los honores porque se lo merece. Tanta gente de Córdoba, de Mar de Plata, de Buenos Aires, de Argentina, porque Argentina vivió a Tristán”, rememoró.

Además de su agradecimiento por todos los mensajes de apoyo y contención que tanto él como su familia han recibido, Federico Díaz invitó a todos aquellos que quieran despedir a Tristán, a su velatorio, que se realizará mañana, en la casa de sepelios Zuccarelli, en Córdoba.

 

La historia de uno de los últimos capocómicos  

Tristán Díaz Ocampo, más conocido como Tristán nació en Pergamino, el 27 de octubre de 1937. El apellido combinado no era invento propio sino parte de su historia. Sus abuelos paternos eran dueños de tabacales. Su padre siguió ese camino hasta que recaló en nuestra ciudad, se enamoró de la madre de Tristán y se casó. Pero antes había hecho una “travesura” como su hijo la denominaba. “Estaba en Telecómicos y voy a Canal 9. Me para el de seguridad y me pide mi nombre. Díaz Ocampo Tristán le digo y él me contesta que su papá se llama igual. Entonces lo miro bien y tenía la cara de mi viejo. Éramos hermanos por parte de padre”, explicó en una nota.

Cuando comenzó a ser conocido como cómico, algunos familiares le escribieron indignados solicitándole que dejara de usar un apellido con tanta prosapia. Les hizo caso y a partir de entonces se llamó solo Tristán.

Pero el hermano desconocido no fue la única situación compleja que Tristán vivió con su padre. El problema en la vista que convirtió en su imagen comenzó en su infancia. Aunque la ciencia no avala su teoría en una entrevista con la revista Pronto aseguró: “Tengo estrabismo, por un ‘golpe de aire’ cuando era chico. Tendría 6 ó 7 años. Y sospecho que fue nervioso cuando mi viejo se piantó y nos abandonó; del ojo izquierdo veo menos porque el derecho me chupó todo del otro”, contó y se explayó “de chico me cargaban y me decían ‘tuerto’, ‘bizco’, y otras cosas. No me agarraba a las piñas, aunque una vez le di una a un chico, León, que me cargaba y terminé sangrando por la nariz”.

Pero si hay algo peor que no tener padre es tenerlo como un mal ejemplo. Tristán padre era alcohólico algo que hizo que el hijo dejara la bebida bien lejos de su vida. “Me daba miedo caer como él. A lo sumo, en mi cumpleaños, me mojo los labios para cumplir, pero no sé lo que es estar ebrio”.

A los 10 años, su padre murió. Para ayudar a su mamá empezó a trabajar en una panadería. “Me daban 6 pesos por mes y medio kilo de pan. Mi vieja pagaba 10 pesos de alquiler así que algo era”. De la panadería pasó a ser vendetutti con un tío. Así aprendió de memoria todas las calles de Pergamino. Para ganar un mango más atendió un bazar y presentó las orquestas de tango que llegaban a la ciudad “lo hacía más por ir a bailar gratis porque la guita no era mucha”. Hasta que entró al rubro gastronómico. Empezó como lavacopas, siguió como ayudante de mostrador y terminó de mozo. Así durante 18 años.

De esos tiempos conservó una habilidad: manejar la bandera. También hizo de una desgracia una virtud. El primer día de mozo llevaba la bandeja cargada con veinte platitos de ingredientes, pisó un carozo de aceituna y se dio tremendo porrazo. “Ahí descubrí el tropezón, uno de mis clásicos”.

En ese pasado de chico que se las rebusca hubo una jornada luminosa. Niní Marshall llegó a la ciudad para actuar a beneficio de la Iglesia San Roque. Después de la función, el sacerdote le contó a la gran artista que Tristán, uno de sus monaguillos era un gran imitador y Niní pidió verlo. Cuando terminó aseguró “qué gracioso es este pibe”. No se equivocaba.

Tristán decidió intentar suerte en Buenos Aires. Una vez por semana hacia imitaciones en el programa Farandulandia de Aldo Camarotta. Ganaba 600 pesos y gastaba el doble en pasajes, no le importaba. Se instaló en Buenos Aires. Fueron tiempos duros. De 0 a 6 trabajaba en el Correo Central y de 14 a 21 atendía una panadería en la estación de subte Pueyrredón.

Pero poco a poco se fue haciendo su lugar. Así formó parte de Telecómicos, La Revista Dislocada, El Club del Clan, Operación Jaja. Nunca en el rol de primera figura pero sí en el de indispensable contrafigura. “Siempre tuve claro que mi veta era la del antihéroe que todos tenemos adentro. El tipo que, por caso, quería ayudar a un amigo a pintar y terminaba tirando el tacho de pintura, pero eso le pasaba por ser bueno, por querer ayudar”, reconoció en una entrevista allá por 1992.

Trabajó con todos los capocómicos. A Fidel Pintos lo consideraba un segundo padre “un consejero, un gran tipo”. Con Porcel no se llevó tan bien. “Íbamos a comer y se levantaba antes de que llegue la cuenta. La tercera vez que me la hizo le dije al mozo: cuando vos veas que se levanta cobrale: yo no pago más sus almuerzos”. Tampoco congenió con Marrone. “Andaba con una descompostura infernal y él no solo estiraba el sketch sino que me gastaba en el escenario. Cuando terminó, Hugo Sofovich se dio cuenta y le pegó una sacudida bárbara”.

En el cine fue parte de Camarero nocturno en Mar del Plata, Las minas de Salomón Rey, Mingo y Aníbal en la mansión embrujada y Enfermero de día, camarero de noche.

Como otros cómicos se reconocía medio “caracúlico”. “Solía hacer reír a la gente pero yo no me reía. Ahora trato de divertirme y luego, divertir a la gente”, reconoció sus últimos años. Afirmaba que la clave para hacer humor no era ser gracioso sino encontrar alguien que te escriba buenos chistes y agregaba “como Gerardo Sofovich, que además te exige para explotar el personaje”.

En los últimos años alcanzó otro pico de popularidad por su parecido con el ex presidente Néstor Kirchner. “No lo conocí en persona, pero fijate lo que son las vueltas de la vida: Kirchner murió el 27 de octubre, el día de mi cumpleaños. No sé si fue casualidad o causalidad. Nunca lo imité, y eso que me llamaron de muchos lados para que lo parodiara. Siempre me negué porque ni loco tocaría la investidura presidencial. Me ofrecieron mucha plata pero no acepté. Nunca hice una cargada de él”, finalizó. En otra entrevista, en cambio aseguró que compartió un vuelo con el expresidente y que en un momento vio que se tropezaba con algo entonces le gritó: “No me imite, eh”.

Papá de Victoria, Mariano y Federico (32), además de Hernán, hijo postizo de una anterior relación, siempre mantuvo el perfil bajo sobre sus parejas. Siendo muy joven perdió a su primer hijo y fue un golpe muy duro para él.

En el 2001 anunció que dejaba el trabajo artístico para presentarse como intendente en las elecciones de Pergamino. Lo hizo porque deseaba “devolverle a mi pueblo algo de todo lo que me dio”. Sin embargo, no logró ser elegido por los vecinos.

Aunque nunca protagonizó grandes producciones periodísticas fue noticia por un conflicto con Cinthia Fernández. La situación comenzó en 2007 cuando compartían escenario en la obra “Más loca que una vaca”. “En ese momento la figura era él y yo una piba que recién empezaba. Esto pasa todo el tiempo. Está lleno de tipos que te dicen: ‘Si no te acostás conmigo, seguí tu viaje’. Es moneda corriente”. La Justicia falló a favor del actor.

Rita Pauls fue otra de las figuras que aseguró haber sido acosada por el actor. “No estaba al tanto de nada. Honestamente te lo puedo asegurar, te lo juro por mi madre muerta y por mi hijo muerto. Cuando hablo, lo hago de frente, no a escondidas. En la oreja no hablo. No me atrevo a decir groserías cuando estoy laburando, más haciendo un papel como el que hice, que merecí la entrega de un Martín Fierro. Me parece que acá se quieren colgar. Conmigo no. Voy a ir hasta las últimas consecuencias, voy a iniciar acciones legales y ya hablé con mis abogados”, se defendió el actor.

Estas denuncias desdibujaron lo que fue quizá uno de los papeles más interesantes de Tristán. Fuera de su registro habitual, Luis Ortega lo convocó para encarnar a Rodolfo Victoriano Franco, uno de los personajes más oscuros en Historia de un clan, la serie basada en la vida de los Puccio. Su actuación le permitió recibir el premio Martín Fierro a “Mejor actor de reparto” por esta participación. “Después de este personaje, los productores se asustaron del personaje y no me llamaron más para hacer televisión”, contó divertido en ese momento.

Con 77 años aceptó el desafío. “Me puse muy contento porque para mí era una asignatura pendiente; siempre todos me han visto hacer humor y yo creo que podría haber dado más en mis años de carrera”.

En una entrevista le preguntaron cómo se definiría y respondió “Como un tipo que se entrega totalmente arriba del escenario, un laburante que se mata para que el público salga del teatro con una sonrisa. Yo transpiro la camiseta soy un obrero del humor”. Y es así como se debe elegir recordar a otro celebre pergaminense que hizo conocida a nuestra ciudad.

 

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