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La historia de un productor que dejó atrás los agroquímicos para disfrutar la diversidad biológica de su campo

Con la serenidad de aquellos que tienen la certeza de que el camino transitado es el correcto, el productor de Bolívar, Elbio Sarnari, sostuvo una charla con Conclusión, en la que indicó: “Solemos decir que nosotros no vendemos una receta para que la aplique otro, solo invitamos a pensar juntos hacia donde tiene que ir la historia de la humanidad”.

Otra manera de producir es posible, una y otra vez se ha podido oír esta afirmación con sustento propio. Un horizonte sin venenos es viable, con arraigo, biodiversidad, con los colores, sabores y olores de aquel campo que el actual modelo productivo imperante buscó desterrar utilizando como ariete la desmemoria.

Abrirle paso a un nuevo paradigma es posible, apoyados en quiénes han transaccionado de manera exitosa la agroecología, en aquellos que a través de la agricultura ancestral, han visto semillar su ancestral dad para de esa manera socializar sus saberes. El campesinado, las familias de pequeños y medianos productores, el verdadero campo, ese que produce alimento saludable dejando atrás el lastre del rinde y la agenda del sistema financiero, sigue exigiendo la palabra.

Mientras que la república de la soja transgénica sigue disparando virulentos índices de pobreza y concentración de tierras, aquellos que emiten un grito emancipador desde las entrañas de la misma, continúan visibilizando el único camino que puede devolverle la dignidad a los desvalidos desde una idea <no bastardeada> de soberanía alimentaria.

La Vía Campesina, con una claridad notable a la hora de hablar de prioridades, sostiene que se debe “priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población, el acceso de las y los campesinos y de los sin tierra a la tierra, al agua, a las semillas y al crédito. De ahí la necesidad de reformas agrarias, de la lucha contra los OGM (Organismos Genéticamente modificados), para el libre acceso a las semillas, y de mantener el agua en su calidad de bien público que se reparta de una forma sostenible”.

Dejando en claro que debe existir el “derecho de los campesinos a producir alimentos y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y, cómo y quién se lo produce”. En definitiva, a la participación de los pueblos en la definición de política agraria. Debe quedar en claro que este modelo agroexportador fracasó, la idea de que Argentina es solamente productora de materias primas, enalteciendo la cantidad por sobre la calidad, no va más.

El modelo productivo agroindustrial se encuentra en crisis, si bien su furibundo lobby se encarga de edulcorar esa realidad. Es el momento de impulsar otros modelos, que en realidad no son nada nuevos, ya que tienen que ver con la manera de producir de nuestros pueblos originarios, la de nuestras abuelas y abuelos, no hay nada nuevo bajo el sol, solo la imperiosa necesidad de devolverle la memoria al viejo campo.

Con la intención de reforzar una discusión que busca amplificarse, Conclusión pudo acceder a un testimonio esclarecedor, a una transmisión invalorable de conocimientos y herramientas. Allí la figura de Elbio Fabián Sarnari se agiganta, un productor de chacra mixta que no dudó a la hora de abandonar los químicos para avanzar hacia una producción amiga de la diversidad biológica. “Nosotros tenemos con la familia unos lotes de campo en la zona del Partido de Bolívar, centro de la provincia de Buenos Aires. Toda la tierra que poseemos tiene un origen familiar, se ha ido trasladando de generación a generación, siendo mis bisabuelos y abuelos quienes alquilaban los campos al latifundio <La Vizcaína>. Gracias a las políticas de Estado de los 60, que facilitó que los inquilinos puedan acceder a su tierra, fueron compradas encontrándonos a nosotros trabajándola en la actualidad”.

En estos campos tomando como referencia la zona, la mayoría de las chacras son mixtas, se hace agricultura y ganadería, generalmente se les destinan las mejores zonas del campo a la agricultura. “Si bien la ganadería también utiliza parte de esos terrenos, la misma es destinada a ocupar los inundables, que acá tenemos mucho, ya que pertenecemos a la cuenca del Salado. Esta ganadería es de cría vacuna, pero casi todas las chacras tienen una mixtura de ganadería porcina y algunas aves. Cabe destacar que si bien esto era muy común en la zona, a partir de los 90 y gracias al éxodo rural, esto se perdió, si bien se mantiene en la idiosincrasia algunos productores la idea de chacra mixta, sobre todo fundamentado en tres o cuatro cultivos como el trigo, soja, maíz y girasol”.

Abandonar los venenos del agro y la agenda del sistema financiero para abrirle paso a una extraordinaria transformación. “Nosotros veníamos trabajando el sistema químico, es importante aclarar que venimos de ahí, si bien como productores no nos considerábamos parte del gran agronegocio, pero sí estábamos en ese esquema hasta el año 2017. Lo que pudimos contemplar es que los costos se elevaban sin freno alguno por unidad de superficie, que la demanda en inversión en maquinaria es sostenida, esto origina que aquellos que se encuentran dentro del sistema químico, tengan que estar muy pendientes del sistema financiero. Esto nos puso en alerta al igual que los impactos de los agroquímicos en el suelo, en el ambiente, en definitiva con nuestra relación para con el mismo. Por ejemplo en mi caso, yo no quería ni siquiera tocar los envases de los agroquímicos, entonces estaba obligando a quién brindaba ese servicio, a que exponga su salud. Cuando todas estas alertas se apoderaron de mí, la reflexión final fue avanzar hacia un sistema de agroecología, en un año que significó una transición muy abrupta, ya que el 2017 fue de muchísimas inundaciones para nuestros campos”.

Los resultados obtenidos tienen que ver con la independencia del sistema financiero, en la actualidad Elbio Sarnari piensa en una producción que no dependa del mismo. “La necesidad de contar con semillas de uso propio, es un camino que necesitamos retomar, para ello es importante la articulación con otros productores. En ese sentido no estamos solos, ya que pertenecemos a un grupo de cambio de esquema rural dentro del INTA, y si bien no todos practican de la agroecología en su totalidad, ya que algunos se encuentran en la transición a la misma, esto nos permite compartir nuestras semillas y experiencias. Es preciso aclarar que aún no todo está aceitado, ya que debemos avanzar en mejorar la comercialización, algo que debido a la escala que tenemos, se nos hace difícil”.

Dejar atrás un modelo arrasador, concentrador, enemigo de la biodiversidad y de la salud en todas sus ramificaciones. “Claramente existen otros resultados que no nos interesan cuantificar, pero que se pueden calificar fácilmente. Por ejemplo en estos años se mejoró la capacidad de infiltración de agua notablemente, ya que nuestros campos al recibir el agua proveniente de las lluvias, no se encharcan e inundan, como si sucede en algunos campos vecinos. También lo que aumentó fue la flora y la fauna que si bien pueden resultar visibles, habla a las claras que la que también se incrementó fue la no visible. Basta con experimentar la diferencia de clavar una pala en la tierra que lleva adelante una producción química de trigo, maíz o soja, para luego hacerlo en nuestros campos donde la producción agroecológica avanza, para percatarse de la cantidad de bichitos que han vuelto a pulular por la misma. Nosotros podemos ver insectos que en otros campos de la zona no va a aparecer. Esto no pasa por lo maravilloso que resulta ver a esos bichitos, sino que tiene un impacto productivo concreto. El otro impacto que si bien no tiene que ver con lo productivo, pero que hace a la vida en el campo, es la relación con los costos, la rentabilidad, que nosotros miramos, destacando que no vivimos aislados de ese mundo, de hecho nos importa mucho la relación con los vecinos, ya que somos muy conscientes que vivimos en un mundo capitalista consumista. Allí hay impactos muy concretos, tanto en la baja de costos, como el aumento de los <márgenes  brutos>, así los denomina la economía clásica, si bien nosotros preferimos no llamarlos así, ya que por fuera de los mismos existen muchas externalidades que este sistema no tiene en cuenta”.

El miedo a la caída de la rentabilidad, es la mayor preocupación que ostenta el sector, si bien para muchos significa una dulce excusa para continuar adelante con sus prácticas contaminantes. “Para ser concretos en términos cualitativos, ya que a mucha gente que está en la producción le preocupa, nosotros no hemos disminuido tanto, si bien lo esperábamos, la productividad por unidad de superficie. La disminución que hemos tenido, no disminuye la rentabilidad medida en términos de la economía clásica en cuanto a la agricultura. En la ganadería, mantuvimos los índices productivos que teníamos bajo el sistema químico, mejorando la adaptación del suelo y la diversidad biológica que tanto nos interesa en la agroecología. Entonces, en la ganadería fue muy simple hacer la adaptación hacia la agroecología. Una reflexión que solemos hacer cuando hablamos con otros productores que se encuentran en el sistema químico, que nos indican que a ellos les preocupa mucho la caída de la rentabilidad y la productividad, tiene que ver que nosotros hemos visto muchas veces quebrantos en empresas relacionadas al agronegocio, pero no hemos visto quebrar a empresas que trabajan en agroecología. También es importante definir que ésta siempre piensa en incluir a las personas en la producción, y en ese sentido, la agroecología requiere más mano de obra por superficie, con el impacto social que eso representa”.

Elbio Sarnari es tajante a la hora de hablar de recetas, no hay nada por descubrir, sí mucho por redescubrir en el opaco horizonte de la producción actual. “Solemos decir que nosotros no vendemos una receta para que la aplique otro, solo invitamos a pensar juntos hacia dónde tiene que ir la historia de la humanidad. En ese sentido, a los productores les decimos que no le teman a los cambios, ya que el mismo abraza el cuidado del ambiente. En todo caso les aconsejamos que comiencen con una parte del campo con técnicas que nosotros ya tenemos aceitadas, que reflexionen primero y se alejen del temor después. No recomendaría nuestra experiencia primera, ya que hicimos un cambio abrupto, pero si hacemos un llamado para transaccionar hacia la agroecología. Tenemos muchos compañeros que están transitándola disminuyendo la utilización de agroquímicos, mejorando la diversidad. Estamos trabajando con trigos multivarietales, lo que buscamos ahí es ampliar la diversidad biológica del cultivo”.

Como reflexión final, y siempre con la idea de socializar saberes y caminos ya transitados, este productor bolivarense aportó aún más claridad en el luminoso sendero de la agroecología. “Este no es un camino difícil de transitar, todo lo contrario, se le alivia mucho el camino al productor. Otra mirada importante es la del consumidor, que cuando va a comprar el producto que es su alimento, lo compre en una feria, directo al productor, o lo compre en un supermercado, tiene que pensar de dónde viene, en ese sentido, cuanto más cerca se produzca ese alimento, mejor. Cuanto menos industrialización tenga, mejor, cuento menos costo tenga, mejor, por eso nos desvinculamos del negocio que significa la certificación orgánica, ya que preferimos la certificación participativa, si bien no la hemos llevado adelante en Bolívar, sabemos que el camino es ese. Por ello necesitamos la reflexión del consumidor, tanto como ellos necesitan de nosotros para mejorar los procesos que descontaminen el planeta. Podemos hacerlo, no es una utopía, nosotros somos una prueba concreta que se puede hacer”.

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