En Pergamino hay un terreno alto, delimitado por la Avenida Hipólito Irigoyen, calle Mar del Plata y la trinchera del Ferrocarril Belgrano, lugar que antiguamente era conocido con el nombre de Los Perales. Y por su estratégica ubicación al lado de las vías, era el sitio elegido por los grandes circos y parques de diversiones que en antaño visitaban la ciudad.
¿Saben por qué? Porque aquellos gigantescos entretenimientos itinerantes recorrían el país en tren y al llegar a una ciudad de destino, bajaban carromatos, estructuras, jaulas de animales, carpas, etcétera y armaban su espectáculo en los predios linderos a las playas de maniobras.
Los Perales, que era un terreno estatal, un buen día se convirtió en el pintoresco Barrio Jardín, un barrio ferroviario edificado por los mismos obreros del riel, que lo hicieron trabajando todos en comunidad, con la consigna de que nadie sabía previamente cuál sería su casa porque eso se determinaría por sorteo, una vez concluido ese complejo de viviendas.
Así se hizo, y de aquella época es la foto que ilustra está nota, donde se lo ve al guarda Fernando Ortega, frente a la flamante vivienda, luciendo el impecable uniforme de trabajo, ya listo para ir a tomar servicio en su muy noble bicicleta negra.
Ortega era un tipo simpático, de trato amable y respetuoso, que sólo contaba con estudios primarios, pero como sentía un gran compromiso con su tiempo, aprovechaba los ratos libres para cultivarse leyendo sobre historia, sobre la actualidad o sobre política.
De ese modo, no solo podía sostener fluidas y profundas conversaciones sino que reforzaba sus compromisos sociales y gremiales, que eran rasgos característicos de su forma de ser.
Trabajó más de cuatro décadas en los trenes y más de cinco aportó al gremio. Cuando eso ocurría, la Unión Ferroviaria acostumbraba premiar esa actitud, con la entrega de un distintivo. Al dorso de esa plateada medalla, puede leerse: "Fernando Ortega - Socio Vitalicio - 1996". Como por la estación local del Mitre ya no corren más formaciones de pasajeros, hace tiempo que Fernando nos dejó su cariñoso recuerdo y se fue a tikar boletos en los trenes del más allá.
Por estos días, su hija decidió que la Asociación de Preservación Ferroviaria (APREF) Pergamino sería la depositaria de aquella ferroviaria medalla. Con gestos así, se enriquece la memoria patrimonial de un museo y por consiguiente la cultura de una comunidad. Es un honor para nosotros, y por su generoso aporte. Le decimos públicamente ¡Muchas Gracias, Gabriela Ortega!
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