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La pergaminense que vive con su familia en una granja de Uganda ayudando a los lugareños

Con variadas plantaciones, cabras y gallinas, Belén Agazzani está radicada en el país africano junto a su marido y su hijo. Enseñan técnicas de agricultura, prestan animales, comparten el agua y realizan tareas humanitarias

La aventura de adentrarse a nuevos modos de vida es una motivación de muchas personas que eligen recorrer el mundo para conocer otras experiencias. No se trata solo de viajar a otro país, sino de readaptarse a su cultura, su idioma y su cotidianidad. Este fue un desafío enorme para la pergaminense Belén Agazzani, quién se encuentra viviendo hace tiempo en Uganda.

La joven vivió en Sudáfrica como misionera, donde conoció a su actual pareja, Federico Capelli, oriundo de Junín. Juntos se trasladaron a Uganda y actualmente tienen un hijo con el que viven en la ciudad de Sorotí.

Belén y Federico están instalados en una granja ubicada al este del país y se dedican a ayudar a los lugareños a adentrarse en nuevas técnicas de cultivos.

En principio, los habitantes del lugar les cedieron una plantación de naranjas abandonadas que juntos fueron poniendo nuevamente a tono. En contacto pleno con la naturaleza, trabajando la tierra y criando animales, Belén y su pareja crían a su hijo y viven adaptados a los modos de vida de esas latitudes. En 2018 compraron un terreno de tres hectáreas y media en el cual viven y desarrollan una granja demostrativa.

Probando técnicas para mejorar los cultivos, algunos lugareños curiosos se acercaron. Eso los motivó a enseñarles tecnologías de siembra pues el 90 por ciento de los ugandeses vive de la tierra. En los alrededores de la zona, predominan las plantaciones de alimentos con las que se abastecen, ante la falta de empleo. Por eso, el matrimonio brinda enseñanzas para mejorar sus cultivos a través de metodologías que en nuestro país están más avanzadas.

En su granja, cuentan con plantas de guanábana que son medicinales y poseen un fruto delicioso. También poseen 200 plantas de mangos y van diversificando las plantaciones según los momentos del año y las propiedades de la tierra. Además, las características del clima, favorable para las pasturas, les permiten también criar gallinas y cabras que suelen prestar a la comunidad para servicio.

La agricultura y la ganadería pasaron a ser su punto de contacto con los habitantes, así como también el agua. La pergaminense y el juninense hicieron en su granja una perforación que les dio acceso al agua potable. Sus vecinos jamás habían tenido una canilla. Algunos solo se abastecían con bombas comunitarias que se encuentran a kilómetros de distancia y otros la obtenían de un bajo que puede contener enfermedades. El matrimonio proyecta  extender una canilla para la comunidad, para darles agua limpia y gratis a unas 50 familias.

Asimismo, Belén y su pareja también cumplen su rol misionero visitando el hospital de niños y la cárcel, realizando proyectos religiosos y trabajando para llevar, desde sus posibilidades, su colaboración y acompañamiento a los miembros de la comunidad.

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