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Ludmila tiene 3 años y es otra víctima de los agroquímicos

Tiene 3 años y vive al lado de un galpón donde guardan agroquímicos y lavan las máquinas con las que fumigan campos en Bernardo de Irigoyen, Santa Fe. Le detectaron glifosato en sangre y los médicos alertan que su cuadro puede derivar en una leucemia. Desde el 18 de abril está internada.

En  la provincia de Santa Fe se encuentra Bernardo de Irigoyen, una localidad que fue noticia nacional el 4 de marzo de 2016, cuando un grupo de delincuentes movilizó la tranquilidad pueblerina y realizó un triple asalto en la sede de la comuna, la sucursal del Banco de Santa Fe y la oficina del correo Argentino, y se escapó con 260 mil pesos.

A  tan solo 82 kilómetros de la capital provincial, Bernardo de Yrigoyen apenas supera los 2.000 habitantes. Es una de las localidades del departamento San Jerónimo y, como tantos de estos lugares, su principal actividad económica es la agricultura intensiva y transgénica.

El presente de sus habitantes es calcado al de otros que residen en esta región donde las fumigaciones siembran enfermedades y muerte. Los censos epidemiológicos y los campamentos sanitarios llevados a cabo por universidades nacionales alertan, tristemente, que las erupciones en la piel, alergias, trastornos respiratorios, leucemia y cáncer tienen estadísticas que duplican, triplican y hasta cuatriplican a otras localidades que no tienen como paisaje cotidiano los aviones o mosquitos que fumigan.

Este 18 de abril, después de padecer vómitos y dolores de cabeza, Ludmila sufrió una descompensación que hizo que debiera ser trasladada al Hospital de Barrancas. Otra vez estaba contaminada por los agrotóxicos.

Campos fumigados conviven con galpones que funcionan como depósitos de los mal llamados fertilizantes y agroquímicos. Esos depósitos funcionan también como lavaderos de las máquinas fumigadoras. Al lado de uno de ellos vive la familia Terreno.

Una de las integrantes de esa familia es Ludmila y hace años que ve afectada su salud. Desde sus dos años de vida sabe lo que es ser asistida regularmente por médicos y enfermeros del SAMCO de Barrancas. Conoce lo que es perder peso, sufrir vómitos y padecer internaciones en el Hospital de Niños de Santa Fe. En este reconocido centro médico los pediatras detectaron que la niña posee glifosato en sangre y advierten que su dolencia está al borde de derivar en una leucemia.

Hoy Ludmila tiene tres años. Su padre, Waldo, se enteró hace un año de la gravedad de su situación: “El  11 abril de 2017 a mi hija le detectan glifosato en sangre”, nos cuenta con la tristeza propia de un padre que conoce el origen de la enfermedad de su hija. Durante años Ludmila debió ser tratada. Mientras tanto, la familia protagonizó un largo peregrinar por sedes judiciales, comunales y sanitarias. Hubo denuncias en fiscalía. “Nunca hubo respuesta, hablamos con el presidente de la comuna pero tampoco nos da una solución”, cuenta Waldo.

En estos días la pequeña volvió a repetir sus cuadros de enfermedad que la confinan a un encierro. No puede ir al Jardín ni salir a correr en el patio ni jugar en la vereda.

Este 18 de abril, después de padecer vómitos y dolores de cabeza, la pequeña sufrió una descompensación que hizo que debiera ser trasladada al Hospital de Barrancas. Una vez más estaba contaminada. “La llevamos a Barrancas porque comenzó con los mismos síntomas: vómitos, dolor de pancita y estaba decaída”, relata el papá. Waldo cuenta que en el Hospital, como ya conocen el caso, le  preguntaron si seguía viviendo en la misma casa. Los médicos saben que la causa del malestar de Ludmila es la convivencia con ese galpón lindero a su hogar.

Si la historia de Ludmila es dolorosa y cruel, también tiene un componente de cinismo. Waldo lo puso en palabras, atravesado por la angustia y los nervios: “Cómo puede ser que el Presidente Comunal no me dé una solución. Me acerque a hablar con él, me dijeron que no estaba y lo esperé. Como demoraba salí a la calle y ahí lo encuentro en la vereda. Me acerco y le digo: ‘Vengo a hablar con vos’. Me dice –como ignorándome–: ‘Yo en la vereda no hablo con nadie’. Me puse mal, nervioso”, describe el papá de Ludmila. Y sigue: “Voy a la oficina y le digo lo que está sucediendo, que mi hija está muy mal , que haga algo. Mientras le hablo se me ríe como que no entiende nada, como si no supiera lo que pasa, no le da importancia… y no aguanté más, me puse más nervioso, hubo un cruce de palabras y me denunció. Al otro día la policía fue a casa, me buscaron, me pintaron los dedos y todo eso por defender la vida de mi hija”.

Los griegos, con sabiduría, decían que las sociedades que no respetan ni cuidan  los extremos de la vida, o sea los infantes y los ancianos, están enfermas. Está claro que Ludmila está enferma…nosotros también.

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