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Masacre en la Comisaría Primera: los testimonios más desgarradores de los sobrevivientes

¿Cómo fueron las horas previas y posteriores al incendio? Las declaraciones que cuentan en primera persona el horror y el calvario vivido ese fatídico jueves en las celdas de la dependencia policial: "Sueño con los gritos de los pibes, son imágenes que no se me van a borrar más".

Hasta la de Esteban Echeverría, la de Pergamino fue la peor masacre en comisarías en la historia argentina. El 2 de marzo de 2017, un incendio que se podría haber apagado con un baldazo terminó con la muerte de siete jóvenes en la Comisaría Primera. Los ex policias de la bonaerense imputados por abandono de persona seguido de muerte son Brian Carrizo, Alexis Eva, Matías Giulietti, Carolina Guevara, Sergio Rodas y el entonces comisario Alberto Donza (que estuvo 14 meses prófugo). 
El "Diario del Juicio" es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de diferentes medios alternativos bonaerenses: La Retaguardia, FM La Caterva, Radio Presente y Cítrica. Tiene la finalidad de difundir día por día, lo que sucede en la sala donde se intentará esclarecer las responsabilidades y culpabilidades por la muerte de Sergio Filiberto, Fernando Latorre, Alán Córdoba, John Claros, Franco Pizarro, Juan José Cabrera y Federico Perrota. Todos murieron asfixiados y quemados en la tristemente célebre Celda1. De las crónicas allí plasmadas, PRIMERA PLANA recopiló los testimonios que cuentan en primera persona el horror y el calvario vivido ese fatídico jueves.
En la primera audiencia del juicio por la Masacre de Pergamino no hubo testigos. Se presentaron los lineamientos generales de cada una de las partes y recién al día siguiente comenzaron a declarar algunos familiares y amigos de las víctimas. En la cuarta jornada, comenzaron a declarar los sobrevivientes con un nivel de detalles escalofriante.
"Les gritábamos a los de la Celda 1, pero nos fueron dejando de contestar"
El primer testigo dijo que ingresó a la comisaría 4 días antes del incendio y que la convivencia era amigable, y que si bien sus compañeros le hablaban del maltrato policial, él no lo había vivenciado.
“Yo me encontraba en la celda 3 jugando a las cartas y de pronto ingresaron los policías a decirnos que debían engomarnos (encerrarnos). Sobre por qué fueron encerrados, expresó: “Nos dijeron que hubo una pelea. Yo no escuché ni vi nada… nos encierran con dos candados. Siempre solían encerrarnos alrededor de las 23, pero ese día fue mucho más temprano. Así que, ante eso, empezamos a protestar, a gritar fuerte y a patear las rejas para hacernos escuchar. Teníamos mucha impotencia y creíamos que era injusto. Solamente queríamos una explicación”.

“Entre las protestas, de la celda 1 voló un pequeño pedazo de colchón que hacía humo. El fuego que tenía era diminuto, muy chiquito. Era solamente para que los policías se acerquen, pero nadie vino. Llegó un momento en el que ese humo nos empezó a asfixiar y gritábamos desesperados al ver que no había respuestas. Todos gritábamos. En un momento, se cortó la luz y entramos en pánico. De a poco nos empezamos a callar porque nos era imposible respirar. Nos tiramos al piso con la sola intención de esperar”, argumenta mientras se le quiebra la voz. Frena, solloza y sigue, “en mi celda había una persona mayor que respiraba por la hendija del inodoro. Yo lo apantallé y le tiré agua. Escuchábamos tos por todos lados, y de un momento para el otro, solo silencio”.

Le acercan un pañuelo, le cuesta proseguir. Toma agua y respira hondo. “Les gritábamos a los de la celda 1, pero nos fueron dejando de contestar. Eso nos desesperó. Yo me mojaba la remera y me la ponía en la cara. Hacía muchísimo calor. Estaba sin aire y ya no podía respirar. En ese momento me pongo a orar, a clamar a Dios, y se abrieron las rejas”. Se quiebra otra vez. El juez se toma la cara y mira a la totalidad del auditorio. En la sala, los familiares acompañan con lágrimas. Recompuesto, el sobreviviente sigue el relato: “Cuando salimos al patio trasero nos empiezan a pegar. Nos tiraron al piso, nos pusieron los ganchos y me patearon y me pisaron la cabeza. Yo tenía cortes en el cuerpo de los focos que estallaron. Fue todo muy caótico”.

“Tuvieron tiempo a todo, no quisieron frenarlo”

El segundo testigo, declaró haber ingresado el mismo 2 de marzo, cerca de las tres de la tarde, bajo la carátula de “Resistencia a la autoridad”: “Desde donde estaba veía todo, tenía visión de toda la comisaría. Pude ver cuando tiraron el primer pedazo de colchón. En ese momento, la oficial Guevara -la señala- me pasó dos botellas de agua. Le pregunté por qué no abrían y me dijo que no podían porque no estaba el jefe. Ella estaba uniformada y tenía cara de miedo. Cuando tiraron el segundo pedazo, ya no había nadie. Nos dejaron solos”

“Al principio, los policías estaban viendo todo. Se escuchaba a los pibes gritar pidiendo por favor que los auxiliaran, que se estaban muriendo. Después, ya no había nadie. Tuvieron tiempo a todo, no quisieron frenarlo.

“Desde que ocurrió todo hasta que llegaron los bomberos pasó más de media hora. De hecho, cuando llegaron, los chicos ya habían muerto. Tuvieron tiempo a todo pero no quisieron frenarlo”, sentenció antes de levantarse y retirarse por la puerta trasera.

"Vimos que los cuerpos estaban ahí, todos amontonados"

El tercer y último testigo de la primera jornada con las declaraciones de los sobrevivientes contó que estaba detenido en la comisaria hacia aproximadamente dos meses, por lesiones graves, y que hasta una semana antes del hecho estuvo en la Celda 1 pero que se cambió a la Celda 2 porque tenía conocidos. En su intento por rearmar lo que ocurrió ese día, el testigo indicó como fue esa famosa pelea de la que tanto se habló: "Yo estaba durmiendo y escucho que Cabrera y Alan Córdoba se estaban peleando. Se peleaban por deporte. Ambos sangraban. Cuando terminó la pelea se abrazaron y se pusieron a tomar mates".

Una vez desatado el fuego y sin respuestas por parte de los oficiales, el testigo aseguró que “le mandé mensaje a mi pareja pidiéndole auxilio porque nadie nos respondía. Le escribí que nos ayude, que nos estaban dejando morir. A los imputados los vi a todos antes del fuego. Después no hubo nadie, ninguno de ellos nos socorrió. Imagínense que, cuando todo terminó, nos sacaron de las celdas a los golpes y nos tiraron en el patio interno. Ante la pregunta de la salud de los compañeros de la Celda 1, nos dijeron que estaban en el hospital, que los habían auxiliado primero, pero resulta que cuando volvimos a entrar, gracias a la luz que había en el pasillo de contraventores, vimos que los cuerpos estaban ahí, todos amontonados. Nos habían mentido”.

Silencio por las amenazas

En la quinta jornada del juicio declararon otros sobrevivientes, sin embargo, la nota del día fue que tres de los seis convocados a dar testimonio se negaron a declarar con claros gestos de temor. Todos ellos se encuentran actualmente privados de la libertad, como cuando sucedió el incendio. Uno de los testigos pidió declarar sin público y sin la presencia de los imputados, y su petición fue denegada por tratarse de un juicio oral y público; el segundo apuntó contra la fiscalía porque “los dejaron tirados”; y el último denunció haber recibido amenazas de muerte contra él y su familia.

En los tres sobrevivientes se percibían gestos nerviosos, sudoración y voz temblorosa. La fiscalía manifestó que no desistirá de ningún testigo, por lo que serán llamados en otra instancia del juicio.

“Podría haber sido yo”

El primer testigo en declarar esa mañana, que también continua privado de su libertad en la Unidad 3 de San Nicolas, ingresó esposado, con la mirada baja, pegada al suelo: “No recuerdo qué pasó ese día. No tengo mucho que decir. Vengo teniendo mucho sufrimiento y quise dejarlo de lado. Sólo puedo decirles que estuve una hora pateando y gritando y nadie se acercó… podría haber sido yo. Salí de ahí vomitando todo negro”, dice con temor. Su voz es apenas audible. “En el momento del hecho el humo venía del pasillo. Nosotros tirábamos vasos de agua para apagar el fuego. Yo estaba debajo de la cama, salía, pegaba dos o tres patadas a las rejas y volvía a tirarme debajo de la cama. Fue terrible, nos conocíamos todos ahí. Tomábamos mates, comíamos galletitas juntos”. Está nervioso y contesta que no recuerda muchas cosas; entre ellas, la declaración luego del incidente. El presidente del Tribunal, Guillermo Burrone, algo irritado, intercambia palabras con el testigo. “Ese día estaba mareado, no recuerdo haber declarado”. Ante la consulta de la doctora Margarita Jarque, del equipo de litigio estratégico de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) sobre las secuelas después del incendio, el testigo aclara “no tuve acercamiento psicológico, nadie se acercó a mí. Me afectó mucho porque eran pibes que conocía mucho. Conocía a Federico Perrotta y a Sergio Filiberto, del barrio”

"Después del hecho, estuvimos en la comisaría con los cuerpos durante dos horas"

El siguiente testigo ingresó pocos minutos después. Se sienta frente al tribunal, custodiado por un oficial de la Policía bonaerense. Viste campera clara y pantalones oscuros. Enumera que ingresó a la Comisaría 1 de Pergamino por robo agravado, tres meses antes del incendio, y que la versión que él escuchó respecto al comienzo de todo fue por una pelea que no vio: “Yo estaba parando en el pasillo porque el día anterior había tenido una pelea con un interno de mi misma celda, la celda 3. Ahí, en el pasillo, yo veía todo, tenía visión de toda la comisaría”. Acerca de lo que vio, el testigo especifica: “Cuando se originó, el fuego era mínimo. Yo podía ver que estaban todos los oficiales, que se asomaban, pero no entraban. Los imaginarias, que ese día eran dos, cuando nos engomaron, estaban presentes. Cuando comienza el fuego también, porque uno les dice a los de la celda 1 que se podía prender fuego la cortina; pero al rato desaparecieron. Uno era Matías –Exequiel Giuletti-, el otro era al que le dicen ‘Rojitas’ porque es de Rojas”. La defensa comienza a intercambiar susurros y lecturas del cuaderno que circula entre los imputados mientras sigue el relato del joven: “En un momento de mucho humo, me sacaron del pasillo y ya no se veía nada. Me llevó una oficial mujer por el pasillo de contraventores a la celda 6, donde había dos chicos más. Fue Guevara, si mal no recuerdo. Tenía rulitos. Cuando me mueven, veo a los bomberos afuera. No habían entrado”. Acerca de si reconoció a quienes los encerraron previo al incendio, el sobreviviente expresa que “el oficial Eva nos encerró a todos y fue quien cerró los calabozos”.

Por último, mencionó una charla entre el Comisario Alberto Donza y superiores de él que le decían que tenía que decir sobre el incendio: "nosotros con los otros chicos empezamos a los gritos diciendo que no era así".

“Después del hecho, estuvimos en la comisaría con los cuerpos durante dos horas. No sabíamos quiénes eran los pibes muertos: mirábamos las zapatillas para distinguirlos. El fuego era mínimo, se podría haber evitado. Yo no sé si soy víctima, pero tuvimos suerte”, finaliza.

"Sueño con los gritos de los pibes, son imágenes que no se me van a borrar más"

El siguiente testigo mencionó que ingresó ese mismo día a la Comisaría: “Entré a la celda 1 y me recibió Federico Perrotta para tomar unos mates, pero por un conocido del barrio me terminé yendo a la celda 6 a eso de las 17.30, después de comer". Sobre la tarde del incendio, recuerda que “empezó a haber humo y había gritos de desesperación. Gritaban ‘auxilio, nos quemamos’. Yo me tiré al piso y el humo fue bajando hasta asfixiarnos”. El testigo, como marca recurrente entre quienes declararon durante esa jornada, estaba nervioso, no se movia mucho y mantenía los ojos fijos en el juez Burrone. “Yo gritaba más por los pibes que por mí. A mí el fuego no me llegaba. Nunca nadie se asomó, no había nadie”. La querella pregunta sobre alguna secuela y responde: “después del hecho quedé mal. Cuando hablo de eso, porque muchos que no conozco me preguntan, parece como si hubiese sido ayer. Sueño con los gritos de los pibes, son imágenes que no se me van a borrar más”. El silencio de la sala aturde. El tribunal autoriza al testigo a retirarse. 

En la audiencia que cerró la segunda semana del juicio dieron testimonio dos sobrevivientes más que narraron los últimos momentos de los siete jóvenes encerrados en la Celda 1 y señalaron la indiferencia policial para evitar las muertes. 

"Se quemaron los cables y se nos caía la electricidad en la cabeza"

“Ingresé una semana antes del hecho. Fui detenido por robo agravado y encubrimiento. Cuando entré, me ubicaron en la celda 2”. El sobreviviente, actualmente en libertad, habla sobre aquel 2 de marzo: “Recuerdo que se prendió fuego y después ya no me quiero acordar nada más. En ese momento, todos gritábamos auxilio. Se cortó la luz porque se quemaron los cables y se nos caía la electricidad en la cabeza. Los de la celda 1 tenían un televisor y, en un momento, explotó. Yo estaba en mi celda, y cuando empezó el humo me tiré debajo de la cama con un trapo en la boca. El humo bajaba y no parábamos de gritar”.

Continúa  su relato frente al tribunal: “Tuve secuelas después del incendio. El único que me dio fuerzas para seguir fue mi hijo. Hoy estoy en libertad, y él junto a mi familia me protegen de lo que pasó ese día”.

Los recuerdos de aquel día vuelven a aparecer: “Cuando nos abren las celdas, yo salí desesperado porque no podía respirar. En el pasillo había un cordón, una fila de policías y mientras pasábamos nos pegaban palazos, de todo. Ninguno de los policías imputados estaba auxiliándonos. Yo sólo quería salir de ahí”.

“Los policías se burlaban de nosotros”

A medida que el anterior testigo se retira, el próximo sobreviviente camina hacia el frente del salón. Saluda al tribunal y toma asiento. “Estuve tres veces en esa comisaría -cuenta-. Había entrado diez días antes de lo sucedido. Mi celda era la 6 pero un día antes, cuando entró (Juan José “Noni”) Cabrera, me llevaron a otra celda. Al final, cuando pasan a Noni a la población, yo agarro mis cosas y vuelvo a la celda 6 porque me gustaba estar solo. Después vinieron dos pibes más”.

Ante la pregunta del fiscal Nelson Mastorchio sobre el origen del episodio, el testigo responde: “Todo empezó por una pelea en el pasillo, yo pude verla. Era entre Alan (Córdoba) y Noni. Ellos se conocían del barrio pero se ve que se enojaron. Estaban con facas. Alan estaba cortado en la ceja y Noni en el pecho. Cuando terminó todo, se dieron la mano, se abrazaron y todo bien. Ellos se conocían. Después cayó la policía y nos engomó. A ellos los engomó juntos, en la misma celda. Ahí empezamos a gritar y a quejarnos porque nos correspondía estar en el patio. Era temprano”.

El sobreviviente de la masacre continúa el relato: “En un momento, mientras nos quejábamos, tiraron un pedazo de colchón amarillo al pasillo. Y ahí empezó el humo. No había luz ni agua. Se cortó. Yo le decía a la oficial Guevara que llame a los bomberos y ella me decía que ya los llamaron. Le insistía con que llame otra vez, que los pibes se quemaban. Escuché que los bomberos llegaron pero no entraron. La sirena se escuchaba pero después la apagaron. Estaban afuera”.

Ante el pedido de la querella, el testigo se acerca a la maqueta a señalar dónde ocurrieron los hechos dentro de la comisaría. Se sienta y sigue declarando: “Cuando terminó todo, nos llevan al patio. Al rato, nos vuelven a meter al pasillo y ahí veíamos los cuerpos de los pibes”

Le consultan sobre el rol de los imputados: “Rojitas (Carrizo) era el imaginaria ese día. El oficial Eva tenía responsabilidades, podría haber hecho algo, era su turno. Él siempre pasaba por las rejas y las golpeaba, nos verdugueaba, se iba riendo. Los policías se burlaban de nosotros, nos faltaban el respeto, a nosotros y a nuestras familias. Si la familia nos dejaba comida, ellos nos la daban dada vuelta o toda manoseada. Tengo mucha bronca por lo que pasó. Carrizo se fue. Siempre andaba con el celular y era el que pasaba con cerveza en la mano. Esto se podría haber evitado”. El testimonio finaliza y él se pasa la mano por la cara.

Los otros testimonios

Guillermo Martín Aranibe es empleado municipal y encargado del centro de monitoreo público. La fiscalía indaga acerca del registro de imágenes de ese día. Aranibe relata: “Se pidieron las dos cámaras de esa cuadra. Sólo funcionaba una, la que daba al estacionamiento de motos que se ubica en la esquina”. La otra, que enfocaba hacia la puerta de la comisaría, “no estaba operativa”.

El testigo indica que la hora que se registra en los videos no es la correcta, ya que “tiene un desfasaje de 10 minutos”. El juez Burrone le consulta sobre lo que muestra esa cámara y él responde: “Muestra el momento justo en el que llegan los bomberos”.

Ignacio Di Giano es el siguiente en dar testimonio. Se presenta como abogado y Director del Programa de recepción de denuncias del Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). Explica que entrevistó a los sobrevivientes en la Penitenciaría N° 49 de Junín el 4 de marzo de 2017 y luego tuvo dos visitas más en el transcurso de un año: “Se les notaba mucha angustia. A partir de eso, hicimos el pedido para que estén todos juntos en una misma celda para que se contengan y se apoyen entre ellos. Algunos de los sobrevivientes plantearon no querer seguir viviendo. Decían que escuchaban ruidos carcelarios típicos, como el ruido de una llave en el candado y eso los angustiaba. Ellos dijeron que sentían que las personas que se quemaban, se golpeaban contra las paredes”.

Sobre el final de su declaración cuenta que uno de los sobrevivientes manifestó que “pudieron ver que uno de los siete pibes todavía tenía ciertos signos vitales y que igual lo tiraron con el resto que estaban fallecidos, sin darle la atención necesaria”.

El último testigo fue Fabián Bernal. Licenciado de Ciencias Políticas y Magister en Derechos Humanos. En ese momento trabajaba como Subdirector del Programa de Inspecciones del Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), y que formó parte de la primera entrevista a los sobrevivientes.

Dice ante el tribunal: “El psicólogo que nos acompañó en el equipo definió la situación como de mucha angustia. Se los notaba a los chicos con ganas de ser escuchados. Nos preguntaban si iba a haber justicia. Lo que más me sorprendió es cómo todos coincidían en el shock que les había causado dejar de escuchar los gritos de los compañeros”.

Las lágrimas en el recinto se hacen ver. Los familiares de los 7 se abrazan, se contienen ante los relatos. El juicio reanudará el próximo lunes 23 de septiembre. “Nosotras encontraremos un poco de reparación en la justicia, nunca total, porque a nuestros hijos no nos los devuelve nadie. Queremos que se haga justicia y que esto no vuelva a ocurrir nunca más” repiten las madres como un mantra.

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