Cada mañana, antes de despertar a su hijo, Darío Regueira (54) se toma unos segundos para mirarlo mientras duerme. Ese chiquito de tres años y medio es su sueño hecho realidad. Piensa en todo lo que tuvo que pasar para tenerlo y se siente orgulloso, pleno, feliz. Lo despierta y Felipe le regala la mejor de las sonrisas. “Siempre se levanta contento y con una sonrisa, y a mí se me cae la baba”, cuenta Darío, que es ingeniero civil y dueño de una empresa constructora en la provincia de San Luis.
Ese año se enfermó muchas veces, fue tremendo el tema de los virus, pero al segundo año ya estaba inmunizado. Hoy Felipe es súper feliz y muy independiente. Yo le doy mucho tiempo. A la mañana lo llevo al jardín y lo voy a buscar al mediodía para almorzar juntos. Tengo una chica que me ayuda y se queda hasta las 20. Lo veo muy feliz.
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