Carlos “Kito” Bertrán fue una persona conocida por una porción importante de la ciudad y durante su vida cosechó muchísimos amigos. Hasta antes de fallecer, días después de ser embestido por un vehículo a la vuelta de su casa, se encontraba en excelentes condiciones de salud y sumamente activo.
Vivió por más de 30 años en el Barrio General Manuel Belgrano, donde era sumamente querido por sus vecinos.
“Kito” o “Kicho”, como era mejor conocido, trabajó muchísimos años en el histórico Bar Atenas, de la esquina de calles Dorrego y Peatonal como mozo. En esa profesión forjó los mayores vínculos que lo hicieron conocido con la gente de lugares aledaños como la exComisaría Primera o los empleados del Banco de la Nación Argentina.
Dentro del rubro gastronómico también trabajó como “bachero” en el restaurante Mamma Mía.
Sus amistades fueron de toda la vida y a lo largo y lo ancho de Pergamino. Su única hija, Belén, aportó una anécdota muy significativa: “Cuando salía con él, parecía que lo hacía con el presidente, porque salía con mi papá y lo saludaban en todos lados. Adonde íbamos, vivía saludando. A veces lo llamaban y como no escuchaba yo le tenía que avisar”, afirmó.
Hubo toda una generación, sobre todo de personas que actualmente son mayores de 50 años, que lo conocieron o al menos sabían quién era.
Como la situación que describió Belén, que con tan solo hacer referencia a su apodo, las personas lo reconocían inmediatamente: “Si él no iba conmigo y yo me ponía a hablar con un remisero o un albañil o cualquier persona de 50 ó 60 años yo le decía: ‘¿usted sabe quién es mi papá?’ Kito o Kicho, el ‘sordomudo’ y se enloquecían decían “Kito, ¡qué jugador!” por lo bueno que era en el fútbol.
“Ojalá alguno de tus chicos salga con la chispa que tiene tu papá para hacer jueguitos, para la gambeta, me decían”, añadió Belén a PRIMERA PLANA.
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Siempre se lo veía contento, con una sonrisa en la cara y feliz. “No sabía lo que era enojarse”, afirman quienes lo conocían mucho. El único hecho que le provocaba enojo era que perdiera Boca Juniors, su equipo de fútbol. Y otro momento del que disfrutaba era juntarse a comer asado junto a sus amigos.
Toda su vida anduvo en bicicleta hasta hace un par de años atrás que su familia decidió que no lo hiciera más porque ya estaba un poco más grande y preferían cuidarlo. Pero también circulaba por todas partes a pié, sobre todo cuando realizaba mandados en el barrio.
Quienes lo trataron alguna vez saben que no tenía maldad, era muy bromista y hasta realizaba trucos de magia. “No se merecía terminar como terminó siendo una persona tan sana, tan activa y tan noble, por su situación no conoció el peligro ni la maldad”, admitió Belén. Y lo recuerda con una historia muy tierna sobre su niñez: “Para mis cumpleaños, cuando yo era chica, él era el payaso o el mago y hacía trucos con cartas o monedas”.
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