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Un adolescente transgénero y su lucha para no volver a odiar a su cuerpo: “Sin testosterona me vuelven a quitar la libertad”

Tiago tiene 17 años y en la primaria empezó a darse cuenta de que se autopercibía varón. Hace poco inició una terapia hormonal para adecuar su cuerpo a su identidad de género pero por un problema de “devaluaciones y aumentos de precios” ya no sabe si podrá continuar un tratamiento garantizado por ley

De cuando era chiquito, de la época en que no tenía forma de poner en palabras lo que le pasaba, recuerda la sensación física de no encajar. Una nena, que ya desde la primaria se sentía diferente a las otras nenas y que, en ese no entender, se fue quedando en soledad. A los 6 años —cerrá los ojos, imaginá lo chico que es un chico de 6 años— empezaron los atracones de comida, el sobrepeso, las burlas.

La primera infancia fue en Honduras, porque Tiago —ese es el nombre que eligió cuando entendió que era un hombre trans— es hijo de dos sociólogos que trabajan para la ONU (Organización de las Naciones Unidas) alrededor del mundo. “No tuve amigos hasta los 11 años. Fue súper difícil. Con las nenas no encajaba porque me molestaban pero los varones tampoco me dejaban estar con ellos. Después vinieron los atracones de comida y el bullying por el sobrepeso. Todo esto en un país muy violento y atrasado como es Honduras, donde es peligroso hasta decir que no crees en dios”.

Después vivió en Guatemala, en Mozambique, en Argentina y en Panamá. “Odiaba partes de mi cuerpo pero pensaba que era por el sobrepeso. Siempre tuve una desconexión muy grande con mi cuerpo, evitaba mirarme en el espejo. Pero en la pubertad ya no era desconexión sino rechazo”. Tenía 10 años y todavía vivían en Mozambique, al sureste de África, cuando su hermana mayor le explicó qué era una persona trans. “Me dijo ‘si te despertaras mañana siendo un varón, ¿te pondría mal, no?'". En vez de contestar, Tiago, que todavía no se llamaba Tiago, salió corriendo.

Aunque huyó de la escena, su hermana le había puesto palabras al vacío. Tiago, ya en soledad, empezó a buscar información en Internet. Escribió “hombre transgénero”, leyó definiciones, vio entrevistas a hombres trans, y ahí estaba la respuesta. No pudo decírselo a nadie pero al año siguiente, cuando todavía no había terminado la primaria, ya había comenzado a darse cuenta de que “me sentía varón”.

Cuando tenía 12 años la familia dejó África y se instaló en Mendoza y en el colegio comenzó una nueva forma de bullying, esta vez más relacionada al velo que estaba comenzando a quitar sobre su identidad de género. “Ya me había cortado el pelo y había comenzado a usar ropa con la que estaba más cómodo. Todo el tiempo me cuestionaban: ‘¿Y vos qué sos? ¿una lesbiana?’, ¿por qué te vestís así? ¿por qué te cortás el pelo si sos mujer?’. No eran preguntas para saber sino comentarios con malicia. Me excluyeron completamente y me quedé solamente con dos amigos”.

A los 13 años la depresión, que venía sobrevolando, se instaló. Fue ese mismo año que intentó suicidarse. “Yo ya sabía lo que me pasaba y creía que nunca iba a ser feliz. Sentía que iba a ser un peso insoportable para mi familia. Ahora sé que estaba muy errado”. La autolesión lo llevó a empezar un tratamiento psiquiátrico y psicológico pero no fue a la psicóloga a quien pudo contarle primero sino a su mamá.

Para ese momento elaboró un power point lleno de filminas con términos técnicos. Su idea era que su mamá leyera qué es ser un hombre trans y decirle “bueno, eso soy yo”. “Pero no llegué a mostrárselo porque enseguida me preguntó: ‘¿Vos sos varón?’, y yo le dije ‘si’. Después me preguntó si había elegido algún nombre. Le dije ‘sí, Tiago’, y ella me abrazó y me dijo: ‘ay, mi Tiaguito’. Eso me puso muy feliz”.

Una semana después se lo contaron a su papá y a sus dos hermanas. Todos lo apoyaron y, aunque durante un tiempo se equivocaron de pronombres —a veces le decían ella y no él— de a poco dejaron de equivocarse. “Yo nunca tuve miedo de que me echaran de casa, como sí le pasa a otros hombres transgénero. Mi miedo era a que no me entendieran, a que pensaran que sólo era una fase de la adolescencia”.

El proceso de transición que Tiago Lara-Touza ya había comenzado con el corte de pelo y el uso de ropa más amplia, continuó en Panamá, donde no hay ley de identidad de género, como en Argentina. Empezó a usar un binder (una faja segura para aplanar las mamas), empezó a comprar ropa en la sección de hombres y le dijo a sus padres “que quería empezar una terapia hormonal para sentirme más cómodo con mi cuerpo”.

Volvió la esperanza a su vida a comienzos de este año, cuando regresaron a la Argentina, donde la ley de identidad de género (26.743) establece que el sistema de salud debe garantizar, entre otras cosas, los tratamiento hormonales. Tiago empezó la terapia hormonal y cambió su nombre en su documento.

“Empecé a sentirme mucho más libre en la calle. Antes se confundían cuando escuchaban mi voz y si me trataban en femenino capaz me arruinaban el día. Con el tratamiento hormonal mi voz cambió y eso cambió”. Cambió también su aceptación y el modo en que se relaciona con los otros, porque ahora sí tiene un grupo de amigos que no lo excluyó cuando les contó que era un hombre pero un hombre trans, no un hombre cis, como ellos.

La terapia hormonal

Hacerse una cirugía de readecuación genital o empezar un tratamiento hormonal no es una obligación para las personas trans. Algunas quieren y sienten que lo necesitan para adecuar su imagen a cómo se perciben, otras no. Quien explica para qué sirven esas hormonas es la doctora Cecilia Calvar, jefa de endocrinología del Hospital Fernández y a cargo del Consultorio de Diversidad.

“Para quienes eligen hacer la terapia hormonal es muy importante porque el género no es algo que se elige, se percibe. Adecuar el cuerpo a la identidad de género es fundamental desde el punto de vista psicológico, para que puedan lograr la felicidad”, explica a Infobae.

La salud mental no es un tema menor. Entres las personas trans que ella y su equipo atienden —niñas, niños, adolescentes, adultas y adultos— es muy frecuente ver antecedentes de bullying, depresión, autolesiones y pensamientos suicidas. Los estudios que hicieron, explica, muestra que mejoran mucho psicológicamente con la terapia hormonal.

“La terapia hormonal en hombres trans permite el aumento del vello corporal y facial, cambios de carácter, en la voz, la atrofia de las mamas y el crecimiento del clítoris. También la pérdida del sangrado menstrual, porque la menstruación es algo que genera muchísima angustia”, sigue. Salvo en los pocos casos en los que los hombres trans deciden hacerse una histerectomía (extirpar el útero), interrumpir la terapia hormonal trae consigo el riesgo de volver a menstruar y que las mamas vuelvan a crecer.

A ese temor se enfrentó Tiago la semana pasada, cuando en la comunidad trans se empezó a correr la voz de que había faltante de hormonas. “Anoche no dormí. ¿Cómo dormirme sabiendo lo que está pasando? Eran las dos de la mañana y lloraba”, escribió en una carta abierta. “Hace seis meses desde que recibí un papelito que decía ‘Nebido 1000 mg’ (testosterona), y nunca había estado tan feliz. Y ahora, con la posibilidad de no tenerlo, no sé si alguna vez he estado tan triste. A escondidas y a pocos nos avisan que los hospitales, centros de salud y obras sociales van a estar entregando hormonas ‘hasta agotar stock’. Hasta agotar stock, como si fuese una promoción de Coca-Cola”.

La noticia puso en alerta a toda la comunidad trans. Diego Watkins, integrante del área de hombres trans de ATTTA (Asociación de travestis, transexuales y trangéneros de Argentina) y parte del área de Diversidad del municipio de Avellaneda confirmó el problema: “Cuando solicitamos los insumos de testosterona nos contestaron que no tenían stock. Que los proveedores habían informado que por las devaluaciones y aumentos constantes de precios no podían sostener la oferta que habían hecho en la licitación”.

Fuentes del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires admitieron a Infobae que “hay faltante hace al menos 20 días” y aseguraron que están buscando nuevos proveedores, aunque no saben cuándo volverá a haber hormonas disponibles. El problema no es solo de Tiago sino de toda la comunidad de hombres trans que esta semana se manifestó frente al ministerio de Desarrollo Social y frente al Congreso para reclamar lo que la ley les garantiza.

“La testosterona es lo que me ayuda a que mi cuerpo sea como quiero que sea”, se despide Tiago. “Me estoy reconciliando con mi cuerpo, sin esto me vuelven a quitar la libertad”.

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