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Una madre y sus dos hijos hacen viandas para el colectivo LGTB

La casa de la esquina de Martinez Granados y Chacabuco del barrio Acevedo se volvió la casa del olor a comida a cualquier hora. Una familia dispuso su casa para sostener dos ollas populares. Piden colaboración para poder mantenerlas.

Un cerramiento de alambrado y una puerta de malla de reja permiten mirar para adentro, al pasar, empieza a sentirse "el olorcito". Al ingresar encontramos a la dueña de la casa, Griselda Jiménez, con sus dos hijos Ivana y Marcelo "Lolo" Jiménez y una amiga de la familia, y también pie fundamental de las ollas populares Tamara León.

La charla con PRIMERA PLANA comenzó con un pequeño repaso de estas semanas, cuando empezaron entregando veinte viandas. Hoy en día, están haciendo hasta sesenta cada día y el número sigue creciendo.

Las viandas las reparten entre la comunidad del colectivo LGTB+, de la que "Lolo" forma parte: "soy parte de este colectivo como activista y trabajador sexual. Entiendo que yo tengo mucha suerte, además de contar con mi familia, de tener posibilidades y empleo, pero hay compañeras trabajadoras y trabajadores sexuales que en este tiempo no tienen nada de nada para subsistir, porque trabajan en la economía informal o en la calle".

Los primeros días de la cuarentena obligatoria fue a Griselda que se le ocurrió que si no llegaban soluciones para las y los compañeros de su hijo, había que ponerse a cocinar en su casa. "Es como seguir trabajando desde casa, porque yo trabajo en la cocina de Bar Enrique, que como todos los negocios tuvieron que cerrar", explica mientras estira la masa del día para hacer ñoquis.

Los mensajes en los grupos de WhatsApp hizo que esta idea se vuelva real y se desparrame como casi cualquier gesto solidario en estos tiempos.

La primera semana entregaron entre 20 y 30 porciones por día, que repartían por los diferentes barrios de la ciudad. Pasadas las primeras entregas, las necesidades aumentaron en raciones y también en higiene y salubridad. Desde falta de productos de higiene hasta medicamentos; desde una lamparita para luz hasta un oído y un abrazo virtual como contención emocional.  

Frente a la realidad imperante de la panza vacía y la nula posibilidad de trabajar, porque si ya antes estaban expuestas y expuestos trabajando en la calle, fue llevando a las, les y los integrantes de este colectivo a un contexto aún más desfavorecido. Y más marginado. La realidad del colectivo es diversa y compleja, "sin dudas las más vulneradas son las chicas y los chicos trans", dice Tamara.

La organización de esta olla permitió la unión al menos virtual, de este colectivo a nivel local. Se consultan, se escriben, se acompañan y también se disponen a la organización para cambiar la realidad, al menos las suyas. Difunden desde sus espacios, sus redes sociales y sus conocidos. Piden colaboraciones entre los almacenes y negocios de sus barrios. La grilla es salir a pedir todas las mañanas en verdulerías y carnicerías, juntar lo conseguido en un punto de la ciudad, que eso llegue a la casa de la familia Jiménez y manos a la obra.

En esta casa, que se volvió la cocina del pueblo los lunes, miércoles y viernes se cocina para el colectivo LGTB+ y de viernes a domingo para las ollas de las diferentes organizaciones barriales que sostienen este compañamiento en distintos barrios de la ciudad.

A la comunidad le solicitan la colaboración de harinas, arroz, puré de tomate, carne, verduras. Por colaboraciones comunicarse al 2477233621.

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