101 kilómetros de pasión y coraje: la hazaña de Fernando de Pedro

Cuando el mundo parecía haberse detenido por la pandemia, Fernando de Pedro encontró en los caminos rurales de su Pergamino natal un refugio inesperado. Médico de profesión, esposo y padre, halló en el running algo más que un pasatiempo: una manera de reconectarse con la vida, de desafiar sus propios límites y, sobre todo, de compartir momentos únicos con quienes lo rodean.

“Cuando se liberó un poquitito todo, lo único que se podía hacer era estar al aire libre, en solitario”, recuerda. Fue entonces cuando, acompañado de su gran amigo Diego Capriotti, comenzó a trotar entre los campos del Luar Kayad. Lo que empezó casi en broma pronto se convirtió en un camino de superación. Sin experiencia previa, su debut fue nada menos que en una maratón de montaña: 42 kilómetros que marcaron un antes y un después.

A partir de ahí, cada paso lo llevó más lejos. Vinieron pruebas de 70 y 80 kilómetros, desafíos en Córdoba, la Patagonia y Ushuaia. Junto a Diego, su compañero infaltable, se animó incluso al mítico Cruce de los Andes, donde lograron un inesperado segundo puesto. La pasión por el trail running ya era parte de su vida.

El gran sueño llegó con la posibilidad de participar en la CCC, una de las competencias más prestigiosas del Ultra Trail Mont Blanc, en los Alpes europeos. Para estar en la línea de largada debía sumar “Stones”, puntos obtenidos en carreras previas, y luego esperar el sorteo. Lo logró gracias a su desempeño en Villa General Belgrano-La Cumbrecita, y comenzó una preparación meticulosa de nueve meses, guiada por el reconocido entrenador Ezequiel Pauluzak.

El desafío no era solo deportivo: entrenar para la alta montaña viviendo en la llanura pampeana exigió creatividad. Junto a Diego acumuló incontables horas en el “puente de Cane”, un terraplén al costado de la autopista, que con sus escasos ocho metros positivos simulaba, de algún modo, las exigencias de los Alpes. Fue un trabajo silencioso, constante, sostenido por la complicidad de su amigo y el aliento de su familia.

Porque detrás de cada paso estuvo siempre el sostén de su esposa, María Fernanda Molinari y de Bruna, su pequeña hija; quienes lo acompañaron en este sueño europeo. “Ellas fueron el motor de todo. Sin su apoyo, nada de esto hubiera sido posible”, afirma emocionado. También destaca el respaldo de amigos y de corredores experimentados, quienes lo aconsejaron con generosidad.

El 29 de agosto de 2025, Fernando largó desde Courmayeur, Italia, rumbo a los 101 kilómetros de la CCC. Cruzó Suiza y llegó a Chamonix, Francia, acumulando 6000 metros más de ascenso, luego de 20 horas y 50 minutos, en medio de lluvia persistente y bajo la oscuridad de la noche alpina. Llegó exhausto, pero feliz, en el puesto 757 de 2.200 corredores, y 67° en su categoría de 45 a 49 años. “Fue una experiencia inolvidable, me sentí muy bien, sin grandes dificultades. Lo deseaba, pero no sabía si se iba a poder dar. Quedé muy conforme con el resultado”, confiesa.

Más allá de los números, lo que Fernando valora es el camino recorrido: los entrenamientos compartidos, la paciencia de su familia, el esfuerzo silencioso que lo llevó a una meta que parecía lejana. Hoy, mientras saborea el logro, piensa en nuevos horizontes: seguir sumando kilómetros, descubrir otros paisajes, quizá regresar a los Alpes o animarse a retos en Estados Unidos o Europa. Siempre desde la humildad del corredor amateur que empezó tarde, pero con una pasión inmensa.

“Este sueño no lo corrí solo”, asegura. Y basta mirarlo junto a su mujer, su hija y Diego para entender que cada zancada, cada amanecer de entrenamiento y cada gota de lluvia en la montaña estuvieron sostenidos por ese lazo profundo que lo une a los suyos. Porque al final, más que un deporte, el trail para Fernando de Pedro es una celebración de la vida, de la amistad y de la fuerza que nace cuando la familia y los amigos empujan en la misma dirección.