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Apodérate del tiempo, buen amigo

Guillermo "Memo" García Por Guillermo "Memo" García | 10 de Diciembre de 2025

Hay despedidas que no terminan de serlo. Hay pausas que, más que silencios, son apenas respiraciones profundas antes de volver a decir lo que importa.

La salida de Gustavo Adolfo Pérez Ruiz de la Radio de Pergamino por acogerse al beneficio jubilatorio pertenece a esa categoría: la de los gestos que conmueven, que interpelan y que obligan a poner en valor una trayectoria que no se explica solo por el tiempo transcurrido, sino por la intensidad con la que fue vivida.

Gustavo es un buen amigo además del mejor periodista. Es un constructor de sentido, un artesano de la palabra pública, un militante de la verdad y de los derechos humanos. Es sinónimo de responsabilidad, de trabajo con dignidad, de interrogar con independencia y hablar con valentía. Su oficio es más que una tarea: es una forma de estar en el mundo, un compromiso ético que lo lleva a amplificar las voces que otros silenciaron, a buscar la verdad entre las rendijas.

Su aire, durante más de 4 décadas, estuvo marcado por una convicción sencilla, pero poderosa, que además siempre enseñó: el periodismo puede -y debe- ayudar a construir sociedades más justas, más democráticas, más solidarias. Y no se trata de una consigna vacía. Gustavo lo demostró cada día, en cada programa, en cada debate, en cada silencio necesario y en cada palabra que abría caminos. Enseñó escuchando, interpeló preguntando, incomodó cuando había que incomodar y tendió puentes cuando el ruido parecía destinado a volverse permanente.

Quienes compartimos con él muchos años sabemos que en ese micrófono se hizo escuela. Ahí aprendimos a pensar, a soñar, a reírnos de nosotros mismos, a desconfiar de lo obvio, a debatir sin miedo y a entender que un buen periodista empieza siempre por dudar. La duda, como me dijo alguna vez, es la llave que nos permite abrir las puertas de una sociedad más decente, más honesta y más justa. Y también es el antídoto contra los dogmatismos que empobrecen la vida pública.

Su despedida del aire -esa mezcla perfecta entre emoción contenida y grandeza auténtica- fue una síntesis de 42 años subiendo y bajando los mismos 48 escalones que lo llevaban a los altos de Doctor Alem 340.

Hoy deja circunstancialmente LT 35, pero nadie que lo conozca podría creer que deja las ganas de cambiarlo todo. Porque él también enseña, con hechos más que con palabras, que el periodismo no es un fin: es un medio. Un medio para iluminar desigualdades, para fortalecer a quienes resisten en silencio, para mirar de frente aquello que otros prefieren esquivar. Un medio para transformar.

Y así, mientras su voz ya empieza a extrañarse en el 1540 -esa que contagiaba pasión sin proponérselo- nos queda la calma de saber que se está apoderando del tiempo. Ese tiempo que tantas veces le pidió tregua y que hoy se pone de su lado. Tiene mucho por vivir, por disfrutar, por reinventar.

Por eso, mi buen amigo, apodérate del tiempo. Gíralo, reinvéntalo, gástalo en lo que te haga feliz. Que el mundo siga dando vueltas con ruido porque vos ya conquistaste el silencio que sigue después de la última palabra.

 

*El autor es periodista

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