La política volvió a poner en evidencia su profunda crisis interna y la fragilidad de los pactos que buscan consolidar frentes electorales.
La madrugada del domingo dejó un escenario caótico, con anuncios de candidaturas en las ocho secciones electorales que reflejaron no solo el desorden, sino también las tensiones y disputas que atraviesa no solo el peronismo, a quien se le apagó la luz -fue dos veces la noche del sábado-. Este episodio no es aislado. Es la manifestación concreta de un proceso de fragmentación y enfrentamiento que se gestó desde hace tiempo.
La decisión de Axel Kicillof de enfrentarse a la conducción de Cristina Fernández y Máximo Kirchner, sumada a las imposiciones del Gobierno Nacional bajo órdenes de figuras como Karina Milei, contribuyeron a desatar una disputa feroz por el liderazgo y las candidaturas.
La tensión entre sectores del oficialismo refleja una crisis más subterránea: la ausencia de una conducción clara y unificada que pueda ofrecer certezas en medio de un panorama electoral cada vez más fortuito.
El ensayo por mantener una unidad aparente -indudablemente una necesidad imperiosa para presentar un frente contra la oposición- se revela ahora como una estrategia precaria, sustentada en acuerdos obligados y en la voluntad de evitar una derrota definitiva.
La historia reciente del peronismo muestra que, desde 2005, cuando los Kirchner derrotaron a Duhalde, no logró ganar elecciones de medio término.
La crisis interna, el liderazgo partido y los forcejeos por el poder hacen prever que esta tendencia podría mantenerse o incluso agravarse en estas elecciones.
Ahora, la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO, sellada en medio del caos y con condiciones impuestas por sectores internos del espacio libertario, evidencia también su propia fragilidad.
La disputa dentro del propio espacio opositor -que incluye tensiones entre Karina Milei y Santiago Caputo- revela que no hay aún una estrategia sólida ni un liderazgo definido para afrontar los desafíos electorales.
Este escenario genera una gran incertidumbre y la polarización parece ser el único horizonte claro: dos bloques enfrentados que luchan por definir quién dominará la escena política de la Provincia. Pero esa polarización no puede esconder las heridas abiertas ni las fracturas internas que amenazan con carcomer cualquier posibilidad real de construcción política duradera.
Es un momento donde la política necesita más que nunca de liderazgos responsables y estrategias coherentes. O seguirá siendo motivo de frustración para quienes algún día, allá lejos, demasiado lejos, soñaron con un futuro diferente y mejor.
*El autor es periodista
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