Tener una mascota es una de las experiencias más gratificantes, pero también puede convertirse en un desafío para quienes sufren alergias. Aunque muchas personas creen que los síntomas como estornudos, picazón o congestión son inevitables, la ciencia muestra que hay formas de identificar, tratar y reducir el impacto de la alergia sin tener que alejarse de los animales.
Estar cerca de perros o gatos puede causar estornudos, ojos llorosos, ronchas o incluso dificultad para respirar. Entre el 10% y el 20% de la población mundial sufre alergias a las mascotas, incluso quienes no tienen animales en casa. Según estudios del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS), las proteínas responsables de estas reacciones se encuentran en la saliva, la orina y especialmente en la caspa de los animales, y pueden permanecer en el ambiente durante meses.
Estos alérgenos viajan por el aire y se acumulan en alfombras, ropa o muebles. Incluso se transportan en la ropa de quienes tienen animales, por lo que pueden estar presentes en escuelas, oficinas o casas ajenas.
Los síntomas pueden confundirse con los del resfrío o alergias estacionales. Si se repiten cada vez que estás en contacto con una mascota, es clave consultar a un alergista. Algunos signos comunes son:
El diagnóstico se confirma mediante pruebas de punción en la piel o análisis de sangre que detectan anticuerpos. Con esta información, un profesional puede indicar un tratamiento personalizado para aliviar los síntomas.
Si bien la opción más efectiva sería evitar el contacto con animales, muchas personas eligen seguir conviviendo con sus mascotas. Algunas estrategias útiles incluyen:
En paralelo, los antihistamínicos y descongestivos pueden ayudar a controlar los síntomas. Para un tratamiento a largo plazo, la inmunoterapia (vacunas antialérgicas) permite reducir la sensibilidad del sistema inmune. Entre el 60% y el 80% de quienes la reciben logran un alivio sostenido.
Además, es importante saber que no existen las mascotas verdaderamente hipoalergénicas. Todas las razas de perros y gatos producen alérgenos, incluso aquellas que se promocionan como “más seguras” para personas alérgicas.
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