Muchas veces al citar alguna ley cuyo cumplimiento genera cierta controversia, se hace mención al “espíritu” de la ley. Con ello se apunta a pensar y reflexionar acerca de cuál es el propósito, la finalidad, el objetivo al que nos quiere conducir la aplicación de la misma. Las leyes son sancionadas por el Poder Legislativo de un Estado y luego promulgadas por el Ejecutivo para que entren en vigor. En el proceso de construcción o elaboración de las mismas, ese “espíritu” al que estoy haciendo referencia generalmente aparece redactado en los Considerandos, es decir los argumentos que sostienen, dan base y dicen por qué es necesaria la sanción de dicha norma. Siempre hay un “espíritu” que le da vida a la letra fría de la ley, aun tratándose por ejemplo de leyes del código penal. Cuando se halla culpable a alguien por la comisión de un delito y se lo condena a “x” años de prisión, el espíritu de la aplicación de la ley en esa sanción es que en esos años de reclusión, privado de los beneficios que da la libertad, esa persona pueda reconocer su “error”, volverse de su mal accionar y luego de cumplido el tiempo de la pena pueda reinsertarse en la sociedad.
De más está decir que la ley es sumamente necesaria en todo aspecto y sentido. Desde que hay vida, hay ley. Para que exista la convivencia humana se necesitan leyes o normas; desde la conformación de una sociedad de fomento o un club barrial hasta la conducción de una Nación, se necesitan leyes.
Como cristiano celebro el respeto, la simpatía y el acercamiento que tiene nuestro Presidente Javier Milei hacia el pueblo judío. Hay principios y valores que se desprenden de sus enseñanzas y estilos de vida, que de ser aplicados, son muy importantes y necesarios para gobernar. Pero me temo por otro lado que ciertas formas y costumbres de esa misma comunidad, inherentes a su propia idiosincrasia, estén ejerciendo algún tipo de influencia en la cosmovisión del Presidente y terminen siendo perjudicial en algunos aspectos vinculados a su forma de gobierno. Y es aquí donde quiero hacer hincapié en lo referido a la ley y al “espíritu” de la ley. Se puede afirmar sin cuestionamiento que el padre de La Ley tanto para el pueblo judío como para el cristiano es Moisés. Él fue el líder que condujo a Israel a salir de la tierra de Egipto donde estaban como esclavos y consolidarse en su propio territorio. Fue un ejemplo de valor, fe y obediencia a Dios. Es admirado por gran parte de las confesiones religiosas, incluso las que no son judeocristianas y sin duda también por nuestro presidente. Cabal muestra de ello es que lo cita con frecuencia en sus discursos.
La aparición de Jesús de Nazaret en la historia como el Mesías fue un punto de inflexión y marcó un hito en gran parte de la humanidad, de hecho nuestro calendario actual, el gregoriano, que es utilizado en casi todo el mundo, indica precisamente el antes y el después de Cristo. Pero ese hombre llamado Jesús no fue un personaje de la mitología ni aparecido de la nada misma sino que tuvo una familia, un pueblo, un origen. Él fue judío y precisamente el primer cambio fue entre los de su mismo linaje. Una de las cosas que se vio alterada o zarandeada por este nuevo líder histórico no fue la ley en sí plasmada por Moisés sino su interpretación, cuestionando a los que velaban por su “estricto cumplimiento” y enseñando sobre lo que antes he definido como “el espíritu de la ley”. Insisto en esto, Jesús no puso en duda la ley de Moisés sino que le dio una vuelta de tuerca a su aplicación. Son numerosos los relatos de los Evangelios donde queda ilustrada esta apreciación. Por citar un ejemplo, la ley de Moisés establecía que el día sábado era día de reposo, por lo que no se podía trabajar. Pero según los propios observadores de la ley, no se podía hacer directamente nada. San Mateo relata que un sábado entra Jesús con sus discípulos a la Sinagoga y al ver un hombre con la mano paralizada produce el milagro de su sanidad, hecho por el cual fue cuestionado y repudiado por los fariseos que lo observaban para inculparlo. En este y otros relatos del mismo tenor, el Maestro deja en claro una de las MÁXIMAS más sobresalientes de sus enseñanzas: La ley fue hecha para el hombre y no el hombre para la ley. Porque ¿qué está primero? ¿qué es más importante? ¿qué es prioridad? ¿el hombre como ser integral o el cumplimiento estricto de este hacia la ley? Lo que hace Jesús es “humanizar” la ley y poner las cosas en su lugar.
Ahora bien, luego de dar un marco de contexto y salvando las distancias, enfoco la mirada nuevamente en nuestro Presidente. Su Máxima, su norte, su ley de leyes, según él mismo y su gobierno lo manifiestan en forma permanente es EL DÉFICIT CERO, el equilibrio fiscal, es decir que en el país no se gaste más de lo que ingresa, para decirlo de una manera lisa y llana. Eso en lo personal me parece maravilloso, es el mejor horizonte al que se puede aspirar. Y me aventuro a decir que el espíritu de esa “ley” es que se sane la economía de una Argentina a todas luces devastada por muchos años de saqueo y despilfarro, para que los ciudadanos vivamos de la mejor manera posible.
Ahora me pregunto a modo de reflexión ¿puede ocurrir que por el cumplimiento de la ley, en ocasiones, el espíritu de la ley se vulnere? Creo que sí. Eso es precisamente lo que ocurrió en el ejemplo citado de Jesús. Él se fijó en que el hombre enfermo pueda ser sanado y no en que su accionar supuestamente infringía la ley según la severa mirada de los religiosos. Con similar criterio, si un padre o encargado de familia trata de tener las cuentas balanceadas para que todos estén bien y no tener sobresaltos, controlando que los gastos no excedan los ingresos ¿si uno de sus integrantes se enferma inesperadamente dudará en comprar los medicamentos porque ello traerá un desfasaje en su economía? De igual forma, si el cumplimiento de la ley que el Presidente y su gobierno se fijaron está ocasionando un malestar en algunos sectores vulnerables, haciendo que el espíritu de la ley no los esté alcanzando ¿no sería aconsejable temporalmente, parcialmente, excepcionalmente, dejar de lado su cumplimiento estricto? Porque si por cumplir a rajatablas la ley, que por definición está hecha para el servicio y bienestar del hombre, se termina en ocasiones perjudicando al hombre, quizás está siendo peor el remedio que la enfermedad.
*El autor es pergaminense, concejal mandato cumplido y exfuncionario municipal de San Pedro y licenciado en Teología
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