En todas sus entrevistas, el deportista admite haber comenzado “tarde” en el esgrima y lo explica: “Yo empecé a los 16 años y los que competían conmigo de mi misma edad ya habían empezado los 6, 7 años, es decir que me llevaban una década de experiencia, de motivación, de torneos realizados y ganados, yo me confrontaba con ellos, les daba punto a los otros y yo no ganaba ningún punto para mí, pero también te puedo decir que nada de lo que a uno le guste se empieza realmente tarde”.
¿Qué se siente de haber elegido un deporte tan particular como esgrima en el país de fútbol?
“Es un deporte raro, sí” reconoce el campeón dado que normalmente no hay divulgación del mismo. “Ya de adolescente me gustaba el atletismo; saltaba en alto, corría, tiraba la jabalina, hacía todo eso. No conocía otro deporte, solo lo que pasaban en la televisión. En el año ´73 fui al centro municipal de exposiciones de Buenos Aires a ver el campeonato mundial de esgrima de juvenil, de menores y ahí me quedé fascinado”.
Cuenta además, como toda su familia fue fundamental en esa decisión de comenzar en la disciplina; “Ese mismo año (1973) le dije a mi hermano menor que vaya a hacer esgrima al Club Universitario de Buenos Aires, que me parecía fantástica. Él pasó todo un año aprendiendo”.
Pero fue en año 75, durante el cuarto año del secundario cuando el propio Marcelo decidió iniciar su recorrido en este mismo club universitario donde se quedó hasta 1978.
“Ahí tuve una bastante mala formación, ni para la competición ni para la técnica” recuerda y agrega: “Hasta que me cambie al club del colegio La Salle en Buenos Aires, donde estaba el entrenador nacional, Alberto Lanteri, y eso me dio un salto impresionante. Yo pasé de ser un nulo total en esgrima a tener un poco más de nivel. En esa sala, estaban los campeones panamericanos, sudamericanos, había un nivel buenísimo. Yo cobraba como loco y perdía. Y a fuerza de perder uno va aprendiendo un poco más, cada vez más, cada vez más”.
Para fines de la década del 70, Marcelo ganó su primer circuito nacional en la vecina ciudad de Rosario, ganándole a en la final de cuatro asaltos a unos “monstruos” del momento, y a partir de allí ya nada lo detuvo, continuo enseñando, aprendiendo y compitiendo en la actividad durante las siguientes cinco décadas.
“Cuando uno toma contacto con el profesor, le hacemos ver que las cosas son muy simples y se puede llegar a tener un apetito por este deporte, que ya sea como pasatiempo, o si después se quiere introducir un poco más en la competición. Así que este eso fue un poco la etapa mía en Argentina. El torneo panamericano era algo que yo soñaba desde muy chico y finalmente en el último tiempo se dio”.
Pero el pergaminese también cuenta con experiencia docente en el área, “como enseñante he tenido alumnos de 83 años así como pequeños alumnitos de 6 o 7 años, a todos les he dado el nivel correspondiente a lo que ellos querían, a lo que a mí me parecía que tenían que tener ellos como alumnos míos, así que yo digo que tarde no, hoy en día tarde no es, no existe, sí existió cuando yo empecé porque no me dieron las bases necesarias y el enseñamiento necesario como para inmediatamente progresar, descollar y estar a un mejor nivel, ¿no? Todos podemos, nunca es tarde para hacer lo que uno ama” concluyó optimista el maestro de la espada.
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