Arquitecta de espacios y de entusiasmos, Susana proyectó una vida propia en tiempos donde las mujeres debían abrirse paso entre mandatos sociales. Desde la libertad de su infancia pergaminense hasta la defensa apasionada de la educación pública y el pensamiento crítico, diseñó no solo edificios, sino también posibilidades. “El futuro ya llegó”, dice, mientras sigue enseñando, acompañando, viviendo. Porque para ella, lo que falta es “aquello que todavía queremos alcanzar… lo que nos posibilita a seguir inventando entusiasmos para seguir viviendo”.
¿Cómo fue su infancia/adolescencia? ¿Qué momento o anécdota destaca?
Mi infancia en la Pergamino de los 60 y 70 fue una infancia feliz, cobijada por una gran familia. Las chicas y chicos nos movíamos con total libertad, a pie o en bicicleta. Los cumpleaños se festejaban en las casas y se jugaba en la vereda. Los días transcurrían entre la escuela Normal, la biblioteca Menéndez, donde aprendíamos a estudiar con la guía de las docentes, consultando varios libros a la vez.
Recuerdo los asados con la familia en las noches de calor en el club Argentino, y las tardes de pileta con mis amigas en Viajantes. Los veranos se repartían entre mi casa de Rivadavia al 700 y la de mis abuelos Bourdá en Avenida Roca y Moreno y las vacaciones entre Mar del Plata y Arroyo de los Patos en Córdoba.
El secundario, también en el Normal. Si bien las clases se dictaban a la mañana, a la tarde había talleres de periodismo, de teatro, de ciencias. O sea que permanecíamos en la escuela varias horas del día. Con el golpe militar del ‘76 todo eso se terminó de repente, se cerraron todos los espacios educativos participativos. Pero nos quedaba Kapote y Corcho’s, dos bares plagados de adolescentes, nuestros lugares de encuentro al salir o entrar a la Cultura Inglesa; sitios casi obligados de los sábados a la mañana, después de pasar por la librería “Nobo” y por “La quena” a buscar el disco nuevo. Más adelante, ya en la facultad, empecé a formar parte de la juventud radical de Pergamino: recuerdo el día en que el presidente Alfonsín aterrizó en el aeródromo local, y un grupo de jóvenes lo acompañamos hasta la casa del Flaco Borrás y lo asistimos en su almuerzo. Era el día del último acto de campaña en Rosario, antes de las elecciones.
¿Cómo vive su presente? ¿Qué destaca de él?
El tiempo pasa rápido. En mi generación las mujeres actuábamos abriéndonos paso entre nuestros deseos y los mandatos sociales. Entonces la maternidad y la profesión quitaron espacio a la política. De algún modo, la docencia universitaria canalizó mis deseos de transformación positiva de la sociedad. He dedicado 40 años a defender la educación pública, estudiando siempre. En ese marco defendí mi tesis de maestría en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Después de realizar varios concursos nacionales de oposición y antecedentes, llegué hasta el último escalón, que es el de Profesora Titular de cátedra de Proyecto arquitectónico y Proyecto final de Carrera en la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). A nivel de postgrado, doy clases y dirijo tesis en la Maestría de Arquitectura y Paisaje de la UNR y de la Maestría en Proyecto Arquitectónico de la Universidad de la UBA. En síntesis: sigo disfrutando de participar en el proceso de enseñanza-aprendizaje, vinculado estrechamente al ejercicio de la profesión.
Destaco de mi presente a mi hijo y a mi hija, que han hecho sus elecciones de vida en libertad. Me alegra sentirme asociada a sus deseos.
¿Cómo se ve en el futuro?
¡El futuro ya llegó diría el Indio Solari! Trabajo en la profesión y en la docencia, y por ahora no se me ocurre otra cosa más placentera para hacer.
¿Cree que cumplió con sus metas o le faltó algo?
Me preguntas si he cumplido mis metas y si me faltó algo…
Haber participado en el proyecto de gestión colectiva del edificio de la Biblioteca Menéndez, liderado por Cachi Gutiérrez y en particular del proyecto arquitectónico, es un gran deseo cumplido.
Lo que faltó es aquello que todavía queremos alcanzar… es a la vez lo que nos moviliza, lo que nos posibilita, como siempre, a “seguir inventando entusiasmos para seguir viviendo” … (diría el “Larsen” de Onetti en El astillero).
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