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El índice de pobreza de la UCA bajó al 36,3%, mientras que la medición del INDEC proyecta 31,6%

La medición realizada en el tercer trimestre de este año también destacó las “desigualdades persistentes en una Argentina incierta y en transición”.

El índice de pobreza medido por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA) bajó, al término del tercer semestre del año, al 36,3%, frente al 45,6% que se había registrado en el período julio-septiembre del año pasado.

En tanto, el índice de indigencia, entendido este como la porción de pobres cuyos ingresos no alcanzan ni siquiera para garantizarse un mínimo de comida para la subsistencia, bajó al término del tercer trimestre al 6,8% frente al 11,2% de igual período del año pasado.

Las cifras difieren de las proyecciones que se realizan en base a la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que sitúa el nivel de pobreza en 31,6%, contra 38,1% de 2024, mientras que la indigencia alcanza al 6,9% frente al 11,2%.

La UCA ya había relativizado los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) sobre la baja en los índices de pobreza e indigencia al primer semestre de 2025, al 31,6% y 6,9% de la población, respectivamente, desde el 52,9% y 18,1% registrados un año atrás.

“Es importante diferenciar entre el fenómeno de la pobreza y el de su medición. En contextos de alta volatilidad, tanto por fuertes incrementos en los precios como ante la desaceleración inflacionaria, la medición de la pobreza por ingresos no logra captar adecuadamente esos cambios; mucho más si durante el proceso tuvieron lugar alteraciones en la estructura de precios y en los instrumentos de medición de los ingresos”, dijo la casa de estudios.

Pero además de dar cuenta de esta baja en el nivel de pobreza, que sería inferior a la del INDEC, la UCA también hizo una “pirámide social” por niveles de ingreso, en la que un tercio de los argentinos son clase media-alta o “ricos”, pero otro tercio está en condiciones de pobreza, y entre ellos, un 10% son “pobres extremos”.

La UCA también trazó un panorama sobre la situación económica actual al señalar: “El modelo político-económico post-convertibilidad consolidó una matriz social profundamente heterogénea, estructurada alrededor de múltiples formas de desigualdad y privación, que cristalizan las brechas de bienestar, movilidad y acceso a oportunidades”.

“Si bien este modelo tuvo éxito en generar un piso de protección social para el 30% de la población más pobre y extender la cobertura previsional de manera casi universal, así como mejores salarios y más derechos laborales para los trabajadores formales, nunca pudo atravesar el 25-30% de pobreza crónica en ingresos y recursos de inclusión social, ni lograr que el 50% de la fuerza de trabajo quedara desocupada o con empleos precarios, desfinanciando el sistema de la seguridad social”, sostuvieron.

Además, en términos socioeconómicos, ese modelo “generó el estancamiento del PBI, introdujo fuertes desequilibrios fiscales y comerciales en las cuentas públicas, afectó las capacidades productivas de las empresas y las regiones, así como la difusión de la inversión tecnológica sobre las cadenas de producción más rezagadas, propició la elusión y evasión fiscal, frenó la generación de empleo registrado, no detuvo la precarización del empleo y fomentó la consolidación de un sector informal de autoempleo de subsistencia, aumentó la desigualdad y cronificó la pobreza y la marginalidad económica”.

Sobre el gobierno libertario, “muestra una recuperación estadística de la pobreza, pero sobre una base metodológica frágil y sin mejoras equivalentes en consumo, bienestar ni capital humano”.

“La pobreza estructural, la informalidad y la precariedad laboral permanecen en niveles históricamente altos, con clases medias bajas en movilidad descendente y un 30% de la población atrapada en condiciones crónicas de vulnerabilidad que el actual modelo aún no logra perforar”., advirtió la UCA.

El nuevo régimen económico apuesta a un perfil agro-minero-exportador y tecnológico, “con elevada generación de excedentes, pero de baja demanda de trabajo”.

“Sin políticas industriales, tecnológicas y de crédito inclusivo, este patrón tiende a consolidar desigualdades territoriales y ocupacionales, favoreciendo sectores competitivos mientras empuja a amplios segmentos sociales hacia la informalidad, el autoempleo de subsistencia y la dependencia de la asistencia estatal”., señaló el documento.

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