“Es importante diferenciar entre el fenómeno de la pobreza y el de su medición. En contextos de alta volatilidad, tanto por fuertes incrementos en los precios como ante la desaceleración inflacionaria, la medición de la pobreza por ingresos no logra captar adecuadamente esos cambios; mucho más si durante el proceso tuvieron lugar alteraciones en la estructura de precios y en los instrumentos de medición de los ingresos”, dijo la casa de estudios.
Pero además de dar cuenta de esta baja en el nivel de pobreza, que sería inferior a la del INDEC, la UCA también hizo una “pirámide social” por niveles de ingreso, en la que un tercio de los argentinos son clase media-alta o “ricos”, pero otro tercio está en condiciones de pobreza, y entre ellos, un 10% son “pobres extremos”.
La UCA también trazó un panorama sobre la situación económica actual al señalar: “El modelo político-económico post-convertibilidad consolidó una matriz social profundamente heterogénea, estructurada alrededor de múltiples formas de desigualdad y privación, que cristalizan las brechas de bienestar, movilidad y acceso a oportunidades”.
“Si bien este modelo tuvo éxito en generar un piso de protección social para el 30% de la población más pobre y extender la cobertura previsional de manera casi universal, así como mejores salarios y más derechos laborales para los trabajadores formales, nunca pudo atravesar el 25-30% de pobreza crónica en ingresos y recursos de inclusión social, ni lograr que el 50% de la fuerza de trabajo quedara desocupada o con empleos precarios, desfinanciando el sistema de la seguridad social”, sostuvieron.
Además, en términos socioeconómicos, ese modelo “generó el estancamiento del PBI, introdujo fuertes desequilibrios fiscales y comerciales en las cuentas públicas, afectó las capacidades productivas de las empresas y las regiones, así como la difusión de la inversión tecnológica sobre las cadenas de producción más rezagadas, propició la elusión y evasión fiscal, frenó la generación de empleo registrado, no detuvo la precarización del empleo y fomentó la consolidación de un sector informal de autoempleo de subsistencia, aumentó la desigualdad y cronificó la pobreza y la marginalidad económica”.
Sobre el gobierno libertario, “muestra una recuperación estadística de la pobreza, pero sobre una base metodológica frágil y sin mejoras equivalentes en consumo, bienestar ni capital humano”.
“La pobreza estructural, la informalidad y la precariedad laboral permanecen en niveles históricamente altos, con clases medias bajas en movilidad descendente y un 30% de la población atrapada en condiciones crónicas de vulnerabilidad que el actual modelo aún no logra perforar”., advirtió la UCA.
El nuevo régimen económico apuesta a un perfil agro-minero-exportador y tecnológico, “con elevada generación de excedentes, pero de baja demanda de trabajo”.
“Sin políticas industriales, tecnológicas y de crédito inclusivo, este patrón tiende a consolidar desigualdades territoriales y ocupacionales, favoreciendo sectores competitivos mientras empuja a amplios segmentos sociales hacia la informalidad, el autoempleo de subsistencia y la dependencia de la asistencia estatal”., señaló el documento.