Por Guillermo "Memo" García | 28 de Octubre de 2025
El intendente Javier Martínez volvió a hacer lo que mejor le sale: moverse al ritmo del poder.
Después de haber rechazado con dureza la alianza entre el PRO y La Libertad Avanza -al punto de romper con su propio espacio y asociarse con los Passaglia-, ahora celebra públicamente el triunfo de Diego Santilli y de la fuerza que él mismo descalificó con dureza hace apenas algunas semanas.
Esa ruptura no fue menor. Martínez se mostró en desacuerdo con los términos en los que Cristian Ritondo y Santilli sellaron el acuerdo electoral con Karina Milei y el armador bonaerense Sebastián Pareja. Aquella negociación, que unió a parte del PRO con el oficialismo libertario, fue el punto de quiebre para el intendente, que decidió jugar por afuera, junto al clan nicoleño. El resultado fue lapidario: derrota el 7 de septiembre frente a Fuerza Patria y pérdida de la mayoría en el Concejo Deliberante.
Hoy, apenas unas semanas después, Martínez se muestra sonriente felicitando a Santilli por el triunfo y el éxito electoral de La Libertad Avanza. La contradicción es indudable. El mismo dirigente que descalificó el acuerdo y apostó por un nuevo armado político, celebra el triunfo del espacio que traicionó e inclusive lo hizo intendente.
¿Será arrepentimiento? ¿O simple cálculo? ¿Intentará volver al redil del PRO aprovechando el nuevo escenario?
Más allá de las especulaciones, lo que deja en evidencia este tipo de maniobras es la persistencia de una lógica política mezquina, basada en la conveniencia personal antes que en las ideas o los proyectos. Un reflejo automático del oportunismo que tanto irrita a los ciudadanos.
Mientras los dirigentes cambian de discurso según sople el viento, la sociedad los mira con creciente escepticismo. Y con razón. Porque ¿cómo confiar en un liderazgo que hoy reniega de un espacio y mañana lo celebra? ¿Qué credibilidad puede tener quien se mueve no por convicción sino por conveniencia?
La Argentina necesita dirigentes que se equivoquen, sí, pero que al menos sean coherentes. Martínez parece decidido a transitar el camino inverso: el de quien se acomoda para no quedar afuera, aunque en el intento diluya lo poco que le quedaba de capital político.
En un país que todavía busca reconstruir confianza, gestos como este no ayudan. Más bien confirman por qué la política se volvió tan ajena, tan lejana, tan difícil de creer.
*El autor es periodista
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