En Conesa, el tren bala pasó solo por la imaginación. Aquel anuncio que llegó con bombos y platillos desde Casa Rosada, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, despertó una mezcla de orgullo, expectativa y desconfianza en este pueblo rural de apenas tres mil habitantes, ubicado entre Pergamino y San Nicolás.
“La noticia nos sorprendió. De repente, todos hablaban del tren, en la escuela, en la plaza, en la cooperativa. Acá los rumores viajan rápido”, contó José Burgos que tiene un comercio frente a la ruta 188.
“Decían que iban a construir la estación pasando el puente del Belgrano, por la vieja traza ferroviaria”, recordó.
La idea de una parada del TAV en este rincón productivo de la provincia no parecía del todo descabellada. “Somos un pueblo con vida: hay banco, cooperativa, estación de servicio... no estamos tan atrás como otros”, señaló.
Pero el tren no llegó. El contrato se firmó, el presupuesto se anunció —US$ 3900 millones de dólares—, los mapas circularon… y después, el silencio. Conesa quedó como un símbolo de las promesas que no se concretaron, de los pueblos que son noticia por un rato y luego vuelven al olvido. Algunos se lamentaron, otros agradecieron que la paz del pueblo no se haya visto alterada. Y mientras el mundo sigue girando, acá, donde la tierra manda y el mate se comparte al borde de la ruta, todavía hay quien mira las vías viejas y se pregunta qué hubiera pasado si el tren bala, de verdad, hubiese pasado por acá.
Ubicada en el kilómetro 222, la estación Ingeniero Urcelay (hoy usurpada) es una antigua parada ferroviaria. Forma parte del Ramal CC del Ferrocarril General Belgrano y actualmente está bajo la administración de Trenes Argentinos Cargas. La estación no presta servicios de pasajeros y se encuentra en estado de abandono, cubierta por la vegetación y en una zona poco transitada.
El acceso es por un camino rural, tras pasar el cementerio de Conesa, bien adentrado en el campo. En ese paisaje solitario, se encontró con Luz Messagli, profesora de Literatura, que hace tres años decidió dejar Rosario para instalarse en la antigua casa de sus abuelos. “Tiene más de 100 años, las paredes son de barro, pero la refaccionamos. Es un lugar lleno de historia”, contó.
Luz da clases en Coronel Bogado, a 80 kilómetros por caminos de tierra desde su casa. Todos los días hace ese trayecto. “¿Vos te imaginas si tuviéramos un tren normal para llegar? Estos pueblos estaban conectados por el Belgrano. Los pueblos de la zona tenían vida por el tren”, lamentó.
“La estación se construyó después, pero este campo es de mi familia desde hace más de un siglo”, agregó Luz, señalando el predio donde alguna vez se pensó construir una parada del TAV.
Más adelante en el recorrido rural, se encontró con Ernesto Salvoni, de 82 años, quien vive a pocos metros de las vías. “Viví toda la vida acá y acá me voy a quedar”, aseguró con firmeza. Apenas comenzó la charla, el recuerdo del tren se impone en la conversación. “El movimiento que había en el campo era intenso. En un día llegaron a pasar 17 trenes. Hoy apenas pasa uno a la mañana y otro a la tarde, son de carga”, contó.
Ernesto y su familia supieron tener un almacén en la zona, que cerró con la caída del servicio ferroviario de pasajeros. “Nosotros con mi familia teníamos un boliche, un almacén en este lugar. Después lo cerramos porque no hubo tanto movimiento en la zona cuando dejó de pasar el tren de pasajeros”, lamentó.
“Antes se trabajaba mucho con el ferrocarril: se supo mandar vino al Chaco desde acá, también se vendía en los pueblos de la zona pollos, lechones, huevos que iban en el tren”, relató.
Aunque durante un tiempo se ilusionaron con el llamado tren bala, el entusiasmo duró poco. “La gente con el tren bala se entusiasmó, pero después se dio cuenta que no podía ser. Las vías estaban rotas y había que hacer muchas obras. Hoy pasan trenes, pero se necesita mantenimiento”, resumió.
En su local ubicado junto a la traza del viejo ferrocarril que cruza Conesa de oeste a este, Gyuliana Bellesi se ríe al recordar la ilusión que generó el tren bala. “Sí, me acuerdo, iba al polimodal, todos hablaban del tren bala, era el tema en el pueblo, pero después quedó todo en la nada”, recordó. Lamentó que aquel proyecto nunca se concretará, especialmente por el impacto que podría haber tenido en la zona. “Vos te imaginas si el tren bala paraba en Conesa lo que hubiera sido el pueblo… Desde toda la región iban a venir a tomar el tren para ir a Buenos Aires, Córdoba o Rosario, pero no se dio”, dijo.
Conesa es un pequeño pueblo rural del norte bonaerense, ubicado a unos 30 kilómetros de San Nicolás y a la vera de la Ruta Nacional 188. Forma parte del partido de San Nicolás, aunque conserva una identidad propia marcada por el trabajo en el campo, la vida comunitaria y la calma de los pueblos chicos. Tiene alrededor de tres mil habitantes y una economía ligada a la producción agrícola-ganadera, con chacras, tambos y establecimientos familiares que forman parte del paisaje cotidiano.
El ritmo en Conesa es pausado pero constante. Hay una escuela técnica, una cooperativa agrícola, un banco y varios comercios que abastecen las necesidades básicas. La plaza central es punto de encuentro, y las fiestas patronales siguen siendo eventos esperados.
Aunque el pueblo ha visto partir a muchos jóvenes hacia las ciudades, también hay quienes eligen quedarse o regresar, atraídos por la tranquilidad, los lazos vecinales y el orgullo de pertenecer a un lugar con historia propia.
El pueblo, que nació oficialmente el 3 de febrero de1884 con la llegada del tren convencional, volvió a mirarse en los rieles. Las vías oxidadas del ramal Pergamino–San Nicolás cruzan el pueblo de punta a punta y dividen las cuadras en dos. El galpón colorido que hoy funciona como Casa de la Cultura fue, alguna vez, la estación. Esa red ferroviaria pertenece al ferrocarril que trasladaba los granos desde el oeste hacia el este, para luego ser embarcados en el puerto de San Nicolás.
“Me enteré por una amiga de San Nicolás. Me dijo que el tren bala iba a pasar por acá y que iban a arreglar la vía”, recordó María. Habla del pueblo con orgullo: “Acá hay banco, cooperativa, comisaría, escuela comercial y escuela técnica. Tenemos de todo”.
El proyecto, con el tiempo, fue enfriándose. Los papeles dejaron de circular, las reuniones se espaciaron y desde el municipio de San Nicolás terminaron por confirmar que la obra había sido dada de baja. Los terrenos ferroviarios, que pertenecían al ONABE, pasarían a manos locales para nuevos usos. Hoy allí funciona la delegación municipal. Conesa volvió a su ritmo: bicicletas cruzando la ruta, ovejas pastando entre las vías, y vecinos que conocen a todos por su nombre.
El pueblo se extiende a lo largo de la ruta, con no más de tres cuadras hacia cada lado. El 100% de sus calles están asfaltadas, y el campo manda: soja, maíz, trigo, girasol. La Cooperativa Agrícola Conesa es una de las fuentes principales de trabajo, junto con las industrias cercanas de San Nicolás. Desde allí se mueve buena parte de la economía local.
Pablo Boarini, delegado municipal de Conesa, recordó con cierta distancia el proyecto del tren bala. “Es un pueblo tranquilo, yo mucho no recuerdo de aquellos años, pero había mucha expectativa porque el tren bala iba a parar en Conesa”, contó.
Aquel tren que prometía unir ciudades en tiempo récord nunca llegó. En Conesa, algunos ni lo esperaban. Otros lo recordaron como una anécdota que, al menos por un tiempo, había puesto al pueblo en el mapa.
Vaya paradoja: el proyecto del tren bala cobraba impulso en 2008, justo cuando en el Congreso se debatía la Resolución 125.
En Conesa, lo que muchos recuerdan no es el tren que nunca llegó, sino aquella medida que marcó un antes y un después para el campo. Los chacareros del pueblo tienen mucho más presente esa fecha, por todo lo que representó en la defensa de su trabajo y su forma de vida.
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