Algunos jugadores dejan números, otros recuerdos. Pero hay quienes, como Edgardo Fabio Boujon, dejan una huella imborrable en el corazón de los hinchas. A más de 30 años de su paso por Douglas Haig, su nombre sigue vivo en las charlas de café, en las tribunas rojinegras y en el alma del viejo Nacional B.
Entre 1991 y 1993, el entrerriano (nacido en Colón, provincia de Entre Ríos) jugó 64 partidos y convirtió 9 goles con la camiseta del “Fogonero”. Su potencia, su calidad y su compromiso lo convirtieron en un jugador querido y respetado. Pero más allá de sus números, Boujon supo conquistar a la gente con algo más difícil de conseguir: la entrega genuina y el don de buena persona.
De cabello rubio y derechazo temible, Fabio no se guardaba nada. Cada sábado por la tarde, cuando Pergamino se reunía para alentar al equipo de sus amores, él respondía con esfuerzo, talento y goles que todavía se recuerdan. Su derecha era letal, su despliegue incansable, y su presencia en la cancha, inconfundible.
Pero su historia en el fútbol no se limita a Douglas. También brilló en Arsenal de Sarandí, Belgrano de Córdoba, Chacarita Juniors y Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay, dejando en cada club la misma huella: la de un profesional comprometido, talentoso y humilde.
Lo que Fabio Boujon dio dentro de la cancha fue enorme. Pero lo que generó afuera, en la memoria de los que lo vieron vestir la rojinegra, es aún más grande. Porque no todos los jugadores logran convertirse en recuerdo, en símbolo, en nombre querido que emociona con solo ser mencionado.
Gracias por todo, Fabio Boujon. Douglas siempre será tu casa, y Pergamino, tu aplauso eterno.
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