La ciudad perdió a uno de sus personajes más queridos y recordados: Aroldo Enrique, conocido afectuosamente como “Arocho” o “El Gallego”.
A los 85 años, falleció el lunes, dejando tras de sí un legado imborrable en la historia gastronómica y social de la comunidad.
Durante más de cinco décadas, fue el alma del histórico bar ubicado en Avenida Colón 434, entre Pueyrredón y Avenida de Mayo.
El establecimiento, famoso por sus paredes espejadas, sus minutas y especialmente por sus picadas, se convirtió en un punto de referencia para generaciones enteras.
Sus clientes habituales no solo valoraban la calidad de las comidas, sino también el trato afable y amistoso que “Arocho” brindaba a cada visitante.
En su época de mayor esplendor, durante las décadas del 80 y 90, el bar era uno de los lugares más concurridos de la ciudad. En verano, las mesas del exterior llegaban hasta la esquina de Avenida de Mayo, y muchos parroquianos debían esperar que alguna se desocupara para poder sentarse a disfrutar de una buena charla acompañada de café, sándwiches, cervezas o las famosas picadas que tanto caracterizaban al lugar.
A lo largo de los años, Aroldo Enrique fue tejiendo una red de afectos y amistades que aún perduran en quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. Sus amigos y clientes lo recuerdan con cariño por su calidez humana y su dedicación a brindar siempre lo mejor.
Deja atrás a dos hijos, Alejandra y Martín y cuatro nietos -Manuel, Camila, Sofia y Andrés-, que continúan honrando su memoria.
La pérdida del “Arocho” deja un vacío en el corazón de quienes compartieron momentos inolvidables en su bar y en la historia social de la ciudad.
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