Un día como hoy, un 3 de noviembre, hace 57 años, ocurría una tragedia de aviación que hasta hoy la Fuerza Aérea Argentina no ha resuelto. Es la desaparición del avión llamado TC-48, donde iban 68 pasajeros, entre los cuales se encontraban 54 cadetes y 9 miembros de la tripulación.
Uno de esos cadetes, era mi hermano Héctor Oscar Atie, oriundo de nuestra ciudad, ascendido, luego de la tragedia al rango de Alférez.
Cuando me preguntan qué recuerdo del día en que nos enteramos que el avión de mi hermano había desaparecido, fue todo confusión, fue querer mirar noticieros en un televisor que por aquellas épocas llegaba con mala imagen, borrosa, con “lluvia”.
Cuando me remito a ese día, tengo presente la imagen de mi madre cerrando el negocio familiar y haciendo llamadas desesperadas desde nuestro teléfono fijo a muchos lugares de nuestro país y también de otras partes del mundo.
La poca información que había por fuera de los medios nacionales era a través de radioaficionados, con los cuales se comunicaba muy angustiada e incansablemente intentando encontrar respuestas.
A las 23:00 hs., por el programa “Reporter Esso”, de Canal 11 (actual TeLeFé), tuvimos la confirmación de que en ese avión perdido iba mi hermano “Tito”.
Cabe destacar que el vuelo en el que se embarcó mi hermano lo llevaría hasta Estados Unidos y fue acompañado por otro avión Douglas DC-4, denominado T-43 que transportaba al resto de la promoción.
Aquella noche donde la angustia interminable continuaba creciendo, no recibimos ninguna notificación oficial ni comunicación por parte de la Fuerza Aérea. Ellos llegaron a mi casa 12 días después con partes del uniforme de mi hermano que había quedado en Córdoba y nos dieron el pésame.
Después, al transcurrir el tiempo, mi madre se une con otras valientes mujeres que al igual que ella para intentar conseguir información veraz. El trajín consistía en: interminables esperas en Ezeiza, aguardando noticias de los expedicionistas Tomilchenko y Bravino, quienes eran padres de otras víctimas que iban en el mismo avión y además integraban la Fuerza.
Mi objetivo no es en esta ocasión destacar datos morbosos ni hacer una cronología trillada. Esos detalles están en google o Wikipedia; hasta se pueden encontrar con algún familiar ventajero que busca sacar rédito económico y tiene bastante lugar en los medios nacionales hegemónicos.
Tampoco me interesa poner un halo de misterio metafísico como tan irrespetuosamente lo hizo el canal TN el año pasado, en el programa de Mario Markic, “Historias para no dormir”, que lo relataba como si fuese un cuento fantástico o de terror. Mi objetivo es recordar a mi hermano y todas las víctimas del vuelo desde el afecto y reivindicar su memoria.
Las búsquedas en democracia
Desde la desaparición de mi hermano, en 1965, hasta el 2008, los familiares nunca pudimos tener una reunión con un Ministro de Defensa. Recién en 2008, el mismo día de la muerte de Raúl Alfonsín por un contacto que tengo con el exjefe de Gabinete, Aníbal Fernández se logró una reunión en el Estado Mayor Conjunto, ocasión en la que nos pudimos encontrar junto a siete familiares con la ministra Nilda Garré, a quien se la puso al tanto de cómo habían sido los hechos hasta ese momento, de las incertidumbres que habíamos vivido y del material recabado hasta ese entonces. Ese mismo año, el 3 de noviembre, partimos con un Hércules desde el Aeroparque Militar a encontrarnos en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba, donde estudiaba mi hermano, lugar del cual alguna vez un grupo de señores que habían viajado en el otro avión (T-43) y que los considero traidores, nos habían echado.
Aquel viaje a Córdoba fue sembrado de emoción e incertidumbre. No éramos muchos familiares, pero sabíamos que íbamos por la verdad, esa que nos habían negado y nos siguen negando desde hace mucho tiempo.
Mucho han escrito sobre el tema. Algunos dicen que están buscando todavía en mar y tierra. Yo quiero destacar la figura del exsecretario General de la Fuerza Aérea, Alfredo Amaral, quien le pidió a su sucesor en el gobierno de Macri que continuara la búsqueda y el tema no fuera olvidado.
Viví toda clase de traiciones durante esta búsqueda, pero al mismo tiempo conocí gente maravillosa, me pude unir, en sus últimos años de vida a Magdalena Rotchen, viuda de quien fuera el mecánico del avión que me llamaba periódicamente a mi teléfono fijo durante los últimos 10 años. Ella fue testimonio clave de las condiciones en que se encontraba el avión, así lo expresó a viva voz en una reunión realizada durante 2017, que convocó el Comodoro Videla, durante el gobierno del expresidente Mauricio Macri.
Hoy, 3 de noviembre de 2022, la Fuerza Aérea sigue teniendo la deuda más grande con todos los familiares que es la de buscar a sus camaradas del TC-48 con ayuda de especialistas en el tema.
En el camino, como ya comenté, hubo y hay varios oportunistas; muchos buscan fama, otros dinero, pero al que debo nombrar por sus amplios conocimientos en la materia y por estar desarrollando su labor de manera muy seria y con un bajísimo perfil es Aníbal Jaime, un argentino que actualmente vive en Suiza y ha investigado importantes hipótesis sobre lo que pudo haber pasado, con una intachable honestidad intelectual.
La historia se construye, pero es fundamental que la perspectiva sea desde el camino de la verdad. Por eso, apelo a ella para que un día, en mar o tierra, puedan encontrar a quienes partieron aquel 3 de noviembre desde la base Howard de Estados Unidos, ubicada en Panamá y si para cuando eso ocurra no estoy viva, desde ya mis hijos y nietos continuarán una nueva generación de lucha.
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