La toma de decisiones importantes está envuelta en un halo de enrarecimiento porque implica elegir entre dos mundos opuestos: el emocional y el racional. La dicotomía sentimiento-razón hace que la decisión sea difícil de tomar.
Tomar decisiones es algo que no siempre se puede hacer con el tiempo que se desea. Si algo sale mal en esa decisión, la culpa aparecerá siempre por no haberla tomado con más tiempo.
En cierto sentido, tomar una decisión crucial equivale a empujar una puerta sin saber qué hay al otro lado. Peor aún, en muchas ocasiones esa puerta también se cierra a nuestras espaldas y nos impide dar un paso atrás, porque la decisión no es reversible.
“Si algo aprendí de este juego y de la vida es que es posible decidir rápido y bien. No solo es posible tomar decisiones acertadas rápidamente, es, además, necesario. Y por ello solo necesitamos entrar en zona, tomando en cuenta algunas recomendaciones”, explica el experto en Programación Neurolingüística (PNL) Francisco Cáceres Senn.
Ana Asensio, psicóloga y doctora en Neurociencia, aclara que no existe una intervención válida para todos más que la de hacerse conscientes, atreverse a decidir, aprender a equivocarse y aprender a decidir para, finalmente, conseguir discernir entre lo que conviene y lo que no.
Las claves para facilitar la toma de decisiones son, según revela Asensio, “poner la razón al servicio del corazón” y “desempolvar la intuición”.
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