Parece ciencia ficción, parece el cine donde la desolación y el miedo gobiernan la escena. Detrás de cada barbijo se esconde un mundo propio que en algunos casos te mira con miedo, el mismo que tenemos casi todos y que se multiplica por cien cuando alguien estornuda en la cuadra.
La mañana pergaminense parece ser el momento donde apenas algo se parece a la normalidad, pero los signos de la pandemia son elocuentes, son tristes, son visibles. Tan visibles como lo mostró el cine-ficción hace años, pero ahora todos aprendimos que es una pandemia en primera persona.
El encierro, los atardeceres, el sol que siempre se va temprano y las sirenas del SAME que llegan en cualquier momento. Y si algo le faltaba a este cine-ficción aparece al anochecer un megáfono policial que advierte a los vecinos que deben permanecer encerrados en sus casas por orden nacional.
Los negocios están con las persianas bajas, la gente recluida y las noticias ya se escriben con números: decenas de miles de muertos en todo el planeta.
Las noticias, los audios, las redes, las conjeturas y los especialistas geopolíticos. Los racistas, los chinos y la teoría de los murciélagos mal hervidos son versiones cotidianas, mientras nuevos términos se instalan rápidamente en el léxico cotidiano de los pergaminenses: protocolo, cuarentena, aislamiento, neumonía bilateral o respiradores son términos que comienzan a escucharse y a expresarse continuamente. Cómo si supiéramos de qué hablamos.
Dijimos que en la mañana se saca la foto más real de este Pergamino diario donde se pierden de vista los días porque todos son parecidos, jueves y sábados son lo mismo. Las colas en las veredas de los bancos apenas nos aproximan a una imagen habitual de cosas que normalmente nos reniegan pero que hoy tanto extrañamos.
La tarde no sólo nos entrega esas noches raras y vacías sino que también aporta lo suyo: el apuro de la gente por comprar remedios y alimentos a las cinco menos cuarto se convierte en una foto repetida que refuerza la triste idea de aprovisionarse y prepararse para volver al bunker hogareño.
Extrañamos todo, estamos más sensibles y lo que antes era la habitualidad conformadora de la vida misma ya no está, se la extraña mucho y pasaron a valorizarse mucho más. No asados, no amigos, no reuniones, no cancha, no nada.
También el sexo se ve alterado en esta época de cuarentena fase 3, aunque parezca siempre la misma, porque casi nada se diferencia ya. Los encuentros se suspendieron, cambian a reglas, algunas relaciones se ponen en pausa y algunas otras parejas podrán consolidarse durante el aislamiento, o no.
La sensación es que el presidente gana imagen y tiempo, pero en realidad anuncia poco, fortaleciendo el discurso del peronismo, aferrándose al Estado ante la crisis. El Malbrán gana prestigio, el Maiztegui recupera el suyo, las universidades recobran la valoración social y el Hospital Interzonal San José muestra una sólida preparación. En definitiva "te salva el estado o no te salva nadie" parece ser el mensaje del presidente que respaldado por estadísticas de la OMS ubica a la Argentina dentro de los países que mejor han manejado la crisis y la imagen positiva de Alberto alcanza picos históricos.
La industria, el comercio y la economía todavía no pueden dimensionar su caída y en parte es porque no han terminado de caer. Proyectar un tiempo de recuperación es imposible. El panorama es grave fundamentalmente porque todos los indicadores coinciden en afirmar que reactivar el -ya golpeado- sistema productivo argentino costará sangre sudor y lágrimas.
De todas las crisis se aprenden cosas y se logran cambios positivos sostienen aquellos optimistas que entienden y predican la solidaridad perpetua entre los argentinos y los pergaminenses, pero también están los otros, los pesimistas y seguramente los más egoístas que realizan otra lectura atenuando aquel discurso: ¿Por qué ahora, por qué a nosotros, por qué a mí?
Todo está lejos, los puentes cortados o controlados, las campanas de la iglesia suenan limpias, las luces comienzan a mezclar la tarde con la noche, se acentúa el silencio y otro día termina.
Podría ser un jueves o un sábado, es lo mismo.
Otra vez la desolación, otra vez el Pergamino de ciencia ficción.
El autor es periodista. Conductor del programa "Pan & Circo" (RADIO MÁS FM 106.7)
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