• muy nuboso
    18 de Agosto de 2025
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¿Qué es de la vida de Susana Lazzari?

De Pergamino al mundo Susana Lazzari repasa su historia entre raíces, migración y vocación pública.
¿Qué recuerda de su infancia/adolescencia y qué anécdota destaca de este momento?
Tengo recuerdos muy lindos de mi infancia en Pergamino. Parte de esos años los viví en la calle San Martín, casi Boulevard Colón, donde, junto a los chicos del barrio, mi hermana, mis primos jugábamos en la calle, nos divertíamos escondiéndonos y hasta vendíamos revistas usadas. Era una niñez simple, en la que también, durante los veranos, la familia se sentaba en la vereda a ver la vida pasar.
Mi mamá, Hina Giame, trabajó toda su vida en la Municipalidad de Pergamino y fue una de las primeras mujeres en ingresar al municipio allá por los años 50. Mi papá, Antonio Lazzari, vendedor de máquinas agrícolas, fue el menor de 14 hermanos, lo que marcó en mí la idea de una familia grande y generosa, donde siempre que llegabas a la casa de un tío o una tía había reuniones y comidas.
Fui al jardín de infantes en San Vicente de Paul, que estaba a cargo del querido y siempre recordado padre Marciano, quien solía encontrarnos comiendo las manzanas que guardaban debajo del altar y se reía cómplicemente. A los 4 años, recuerdo que me escapé con un amiguito hasta el arroyo y, cuando nos encontraron, nos llevaron de regreso al jardín mientras nos retaban todo el camino.
También guardo en el corazón las juntadas con mis primos en los campos: andar a caballo, meternos en los tanques de agua para refrescarnos y cantar todos juntos alrededor de una fogata. Esa conexión con la naturaleza y la familia marcó mi manera de ver la vida.
La amistad que se genera en los pueblos perdura en el tiempo. Con mis compañeras de primaria y secundaria del Colegio del Huerto, de donde egresé en 1982, seguimos en contacto diario en un grupo donde compartimos nuestras vidas y nos acompañamos.
A los 17 años me fui a estudiar abogacía a Buenos Aires y, más tarde, a vivir a Estados Unidos, pero siempre vuelvo a mi primer hogar.
¿Cómo vive su presente y qué destaca de él?
Mi presente se reparte entre Argentina y Estados Unidos.
Soy abogada, graduada en la Universidad de Buenos Aires en 1987. Mis primeros pasos profesionales fueron en el Ministerio de Economía de la Nación como abogada junior y, en 1990, recién recibida, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: emigrar a Estados Unidos para continuar mis estudios y especializarme en derecho migratorio.
En ese camino, descubrí algo que me marcó para siempre: entender y acompañar las necesidades de los inmigrantes que llegan buscando mejores oportunidades y persiguiendo sus sueños. Esta vocación me llevó a involucrarme activamente en organizaciones del sector, como AILA (American Immigration Lawyers Association), donde sigo aportando desde mi experiencia.
Hoy, mi trayectoria me encuentra en una etapa apasionante: me desempeño como Vicepresidenta de Desarrollo Corporativo de Blue Road, una desarrolladora de lujo en Miami, Florida, enfocada en proyectos de preconstrucción que cuentan con certificación del Departamento de Inmigración de los Estados Unidos. Esto permite que nuestros inversionistas puedan acceder a la Residencia Legal Permanente a través del programa de visa EB-5, combinando desarrollo inmobiliario de alta gama con oportunidades reales para quienes desean construir su futuro en este país.
Además, me encanta trabajar junto a mis hijos, quienes dirigen su propio estudio jurídico-contable, también especializado en temas migratorios y de derecho societario para los Estados Unidos. Compartir proyectos con ellos es, sin duda, uno de los mayores orgullos de mi vida profesional y personal.
¿Cómo se ve en el futuro?
Me veo disfrutando de la vida, de mis seres queridos y amigos. En esta etapa también doy la bienvenida a las parejas de mis hijos, con quienes uno también construye futuro. Me imagino con más tiempo para descansar y dedicarme a actividades artísticas que muchas veces uno deja relegadas. Quiero retomar clases de francés e italiano, que estudié de niña en la Alianza Francesa y la Dante Alighieri en Pergamino.
Deseo también que algún día llegue el momento de ser abuela, aunque todavía no ha sucedido. Seguramente seguiré trabajando porque amo lo que hago, y viajar, que es una de mis grandes pasiones, además nos enriquece como seres humanos, nos permite conocer diferentes culturas, abrir la mente y comprender cómo piensa el resto del mundo, con el que, de una forma u otra, siempre interactuamos.
Por el momento, disfruto enormemente de Tany, la perrita adoptada por mi hijo más chico, Máximo. Tiene solo 4 meses y es un verdadero amor.
¿Cuál fue el peor momento de su vida? ¿Y el mejor?
El mejor momento de mi vida, sin lugar a dudas, ha sido el nacimiento de mis tres hijos en California: Tomás (30), Miranda (27) y Máximo (22). Ellos me dieron la bendición de vivir la experiencia de ser mamá y de acompañarlos, con amor y orgullo, en cada una de sus etapas. Miranda y Máximo han seguido mis pasos y son abogados; Tomás es economista, así que es el que lleva las cuentas en la familia.
Años después, la vida me sorprendió con otro regalo maravilloso: el reencuentro con Dany, con quien habíamos sido novios en la adolescencia y con quien hoy comparto un matrimonio feliz.
En lo profesional, mi desarrollo como abogada se dio de manera natural por mi propia experiencia como inmigrante en Estados Unidos, participando en organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes. Hacia 2010, recibí una invitación muy especial: Esteban Bullrich y Guillermo Dietrich me propusieron participar en política a través del grupo G-25. Me pareció un gesto noble y una oportunidad para aportar mi granito de arena con humildad.
Ese camino me dio grandes satisfacciones: fui directora ejecutiva del grupo durante tres años, luego acompañé al presidente del Banco Provincia, Juan Curutchet, en su gestión, y en 2017 fui elegida diputada provincial por la 2ª sección electoral. Hoy sigo vinculada a mi grupo de origen, G-25, donde seguimos convocando a personas del ámbito privado que quieran involucrarse en la gestión pública. Como bien dice el Papa Francisco, “la política es la forma más alta y más grande de la caridad”.
En cuanto a los momentos más difíciles, uno de los más duros fue despedir a mis padres. Aunque es la ley natural de la vida, el vacío que deja es profundo.
¿Cree que cumplió todas sus metas o le faltó algo?
¡No! Aún me queda mucho camino por recorrer y muchas metas por alcanzar. Y, muchas veces, esas metas no son solo personales, sino también sueños de las personas que uno ama, que pueden hacernos tanto o más felices que cumplir los propios.
Hoy la vida nos da la oportunidad de prolongar nuestros años activos y, gracias a una mejor calidad de vida, seguir descubriendo nuevos objetivos e intereses. Recientemente, por ejemplo, terminé un curso en inteligencia artificial que me resultó fascinante, especialmente por los debates éticos que plantea y por las enormes posibilidades que ofrece para impulsar el progreso.
Para mí, la vida es absolutamente digna de ser vivida con felicidad y generosidad, siempre con la mente y el corazón abiertos a lo que está por venir. He sido muy bendecida y solo me queda agradecer.

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