Una nueva serie surgió en Netflix como una de las apuestas más inesperadas del catálogo reciente. Aunque diciembre suele estar lleno de estrenos navideños, la plataforma decidió lanzar una historia cargada de violencia, western clásico y drama policial, elementos que renovaron el interés del público global.
La miniserie, compuesta por siete capítulos, apareció de manera contundente en el ranking mundial. Netflix informó que la ficción no resultaba apta para menores por su carácter crudo y por la manera en que representó la lucha por el poder y la supervivencia. Las redes sociales recogieron miles de comentarios que coincidieron en que la historia ofreció un retrato descarnado de la frontera norteamericana, donde la justicia parecía un concepto maleable y la traición se volvió moneda corriente.
La narración de Los abandonados mostró desde el inicio el enfrentamiento entre dos figuras femeninas que marcaron el pulso emocional de la serie. Por un lado, Constance Van Ness, interpretada con dureza calculada, surgió como una matriarca poderosa, dueña de tierras y de influencia política.
La presentación del personaje se construyó en torno a su voluntad de hierro, a su obsesión por resguardar un legado familiar y a su convicción de que ningún rival estaría a su altura. Cada una de sus apariciones reveló una presencia imponente, sostenida por un dominio casi absoluto de quienes la rodeaban.
En el extremo opuesto apareció Fiona Nolan, líder de un grupo de huérfanos y marginados que adoptaron el nombre de "Los abandonados". Su retrato se planteó desde la vulnerabilidad, pero también desde la fiereza de quien defiende aquello que considera hogar. Este clan hizo de la frontera un refugio y una trinchera; allí resistió a la hostilidad social y al desprecio del entorno, y también se enfrentó a una amenaza que tomó forma en un secreto oscuro oculto durante años.
Los realizadores de la serie utilizaron un estilo visual que reforzó la sensación de aislamiento y desamparo de la época. Los pueblos polvorientos, la arquitectura improvisada y la hostilidad del paisaje sirvieron para subrayar que ninguna decisión podía tomarse sin consecuencias. La producción apostó por una estética que combinó tonos tierra y contrastes fuertes para intensificar la brutalidad de cada enfrentamiento.
La obra incorporó duelos al amanecer, emboscadas ejecutadas con precisión, fugas desesperadas y negociaciones tensas que dejaron en evidencia la fragilidad de los acuerdos en un territorio donde la ley era, muchas veces, un lujo inalcanzable.
Tras su estreno, la serie comenzó a posicionarse en el ranking global, impulsada por comentarios que destacaron su crudeza, su ritmo implacable y la forma en que revivió elementos del clásico western con una sensibilidad contemporánea. La crítica elogió la manera en que el guion articuló tensión y emoción, evitando caer en clichés del género.
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