Adoptar un perro es mucho más que sumar un compañero peludo a la familia, ya que implica un compromiso afectivo, económico y de tiempo que puede durar años. En Argentina, de acuerdo a un informe de Kantar IBOPE Mediadon, el 79% de los hogares tiene mascotas y más del 80% de estos cuenta con al menos un canino.
El incorporar un nuevo integrante se convirtió en una decisión responsable y necesaria frente al abandono y la sobrepoblación de animales. Sin embargo, antes de llevarlo a casa, es fundamental informarse sobre sus necesidades, hábitos y comportamiento para garantizar que la experiencia sea positiva tanto para él como para nosotros.
Así, proporcionar un espacio seguro, afectuoso y estructurado facilita la adaptación del cachorro, y también contribuye a prevenir problemas de conducta, ansiedad y estrés.
Antes de llevar el perro a casa, es fundamental crear un espacio seguro y cómodo, donde tenga su cama, agua fresca, alimentación y un lugar tranquilo para descansar. Un hogar estable ayuda a que se adapte rápidamente y reduzca el estrés inicial.
Los perros se benefician con horarios predecibles para comer, pasear, jugar y descansar. Las rutinas les brindan seguridad y facilitan la convivencia, reduciendo la ansiedad y los comportamientos destructivos.
Exponer al perro a distintos ambientes, personas y animales desde temprana edad fomenta la confianza y previene problemas de comportamiento. Una socialización positiva ayuda a que se sienta cómodo en distintas situaciones y con otros seres vivos.
Enseñar comandos básicos como “sentado”, “quieto” o “vení” fortalece el vínculo entre el perro y su dueño, dándole al animal una estructura clara de su entorno. Este tipo de entrenamiento fomenta la disciplina, mejora la comunicación entre ambos y facilita la convivencia diaria, ya que el canino aprende a responder a indicaciones de manera confiable.
Ignorar demandas inapropiadas de atención y premiar únicamente los comportamientos correctos es clave para establecer límites. Al hacerlo, el perro comprende qué actitudes son aceptables y cuáles no, evitando la aparición de hábitos problemáticos como saltar de manera brusca sobre las personas o destruir objetos.
Esta estrategia genera un ambiente más armonioso y seguro, donde el animal aprende a interactuar con respeto y confianza, mientras el dueño mantiene el control de la dinámica de manera natural y sin recurrir a castigos.
Proporcionar juguetes interactivos y paseos diarios no solo mantiene al perro activo físicamente, sino que también estimula su mente. La actividad constante ayuda a prevenir el aburrimiento y la ansiedad, que a menudo derivan en comportamientos destructivos como masticar muebles.
Además, esto favorece al desarrollo integral del animal, mejorando su capacidad de concentración, memoria y resolución de problemas.
Contar con la guía de un especialistas o entrenadores es esencial para abordar problemas de comportamiento, recibir recomendaciones personalizadas y asegurar la salud integral del perro.
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