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Retratar el veneno que nos rodea

Empezó cubriendo las marchas de madres con sus hijos envenenados y siguió haciendo arte.

¿Cómo pueden ser representados los cuerpos contaminados en un paisaje contaminante? Esa fue la pregunta que se hizo la fotógrafa Natalia Tealdi al vivir en un territorio afectado por las fumigaciones y los agrotóxicos. Oriunda de Pergamino, comenzó a fotografiar las primeras marchas que realizaban un grupo de madres de la localidad. Organizaban asambleas y manifestaciones pidiendo por agua potable y medidas de distanciamiento de las avionetas para fumigar los campos. Muchas tenían hijos con problemas de nacimiento, malformaciones, abortos espontáneos. Llevaban en sus cuerpos los químicos que les impedían tener embarazos sanos. En 2019 el Juzgado Federal de San Nicolás prohibió la fumigación en Pergamino y zonas urbanas aledañas. El fallo ocurrió tras una causa que investigaba varias infracciones a la Ley de Residuos Peligrosos, por contaminación de aguas y presencia de “daño genético en los organismos de las personas”.

A Natalia no le alcanzaba con registrar las injusticias. Las preguntas les surgían como brotes: ¿cómo podía combatir el envenenamiento si las mismas fotos que ella hacía necesitaban de químicos para revelarse? ¿Es posible otro tipo de fotografía, así como es posible otro tipo de agricultura? “Empecé a buscar técnicas antiguas y a estudiar el proceso de la fotosíntesis como principio fotográfico en relación a la luz. La experimentación con la técnica fitiotipis y clorotipia a partir de una exposición por contacto de positivos de imágenes permitió obtener por primera vez imágenes fijadas en la clorofila contenida en la propia hoja. Esta técnica no requiere etapas de revelado, fijado o lavado”, comenta Tealdi.

Al no trabajar con químicos contaminantes para el medio ambiente, la técnica es totalmente ecológica, produciendo pigmentos e imágenes orgánicas. “La fotografía siempre tuvo que ver con la vida y la muerte: fue un campo de experimentación desde el siglo XIX, un instrumento de la modernidad para instaurar determinado control sobre los cuerpos. Asimismo tiene un vínculo cercano al retrato, a la construcción afectiva y familiar”, dice Natalia.

Tanto la imagen como la agricultura forman parte de una modernidad en busca de la reproducción y la masividad. Una ambición tan grande solo es posible mediante técnicas químicas y artificiales. Volver a la tierra no era solo un discurso ecologista -o una búsqueda desde la nostalgia- se trataba de combatir la contaminación mediante la propia técnica. Para revelar las fotos de los niños y el pueblo contaminado montó su propia huerta orgánica. Las hojas son naturales, irreproducibles, finitas. “Es importante resaltar que los rostros no solo están impresos en las superficies de las hojas de la naturaleza, sino que se van constituyendo como parte de la estructura de células vivas a través del proceso de la fotosíntesis. El resultado final se logra mediante prácticas fotográficas híbridas y artesanales, entre la idea de cosecha y siembra de imágenes”, comenta Tealdi.

El uso de plantas vivas y de la fotosíntesis para crear una imagen supone un complejo conjunto de relaciones con respecto al tiempo y a la espacialidad. “Al trabajar con materiales orgánicos, el problema que se me presentaba sobre la conservación y preservación de las imágenes era justamente el significado. En este sentido comencé a investigar los procesos de conservación de las frutas y verduras en la industria alimenticia agroecológica. La utilización de ceras, envoltorios, cámaras de fríos, suelen funcionar como bloqueadores de la luz. Por eso en la muestra fotográfica, cada día se ven distintos los retratos, porque varían con el tiempo”.

Hay una particularidad en las imágenes de Natalia, surgen desde la curiosidad, no desde la nostalgia: “es volver para imaginar, no para atrasar el tiempo. La fotografía nace como intento de congelar, de evitar la muerte. El revelado natural es una forma de combatir la reproducción y la inmovilidad”.

En su obra, la memoria de una comunidad atravesada por los agrotóxicos se imprime sobre hojas vivas. Retratar el veneno, para Tealdi, es también sembrar resistencia.

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