Aunque resulte difícil de entender, y aún más de explicar, hay parejas que se separan sin haber dejado de quererse. En una cultura donde se supone que el amor todo lo puede, la idea de una ruptura sin conflictos graves ni desamor resulta desconcertante. Es por eso que la psicología decidió indagar la verdadera razón detrás de esta decisión.
Según especialistas en salud mental, uno de los motivos más comunes es que, aunque haya amor, no siempre hay compatibilidad. Las personas pueden quererse profundamente y, al mismo tiempo, tener proyectos de vida distintos, valores opuestos o maneras de vincularse que generan sufrimiento. Cuando esas diferencias se vuelven irreconciliables, el amor no desaparece, pero deja de ser suficiente para sostener una vida en común.
También influye el crecimiento individual. En muchos casos, uno de los miembros de la pareja, o mismo ambos, atraviesa procesos personales que lo llevan a cuestionar quién es, qué quiere y hacia dónde va. Es ahí donde algunas relaciones que antes funcionaban comienzan a perder sentido, no por falta de cariño, sino porque ya no acompañan el desarrollo de quienes las integran.
Además, muchas personas se aferran al amor como si fuera el único pilar de una relación, pero los expertos insisten en que para que un vínculo sea saludable también deben estar presentes la comunicación, la confianza, el respeto y la estabilidad emocional. Cuando estos factores fallan, incluso en contextos donde todavía hay mucho amor, continuar puede ser doloroso o limitante.
Hoy en día, varios especialistas resumen este acontecimiento con una frase simple pero contundente: "El amor no basta". Aceptarlo no es fácil, pero entenderlo permite tomar decisiones más honestas, con menos culpa y, a largo plazo, son aquella que terminan siendo las más sanadoras.
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