“Un clavo saca otro clavo: decile a tus amigos y amigas que dejen de llorar por los rincones”, dice Juan E. Bonnin, lingüista e investigador del CONICET, a Clarín. La frase popular encierra una verdad científica que él y el biólogo Fabricio Ballarini exploran en No sos vos, soy yo. Qué nos enseña la ciencia sobre el amor y el desamor (Ediciones B). En el libro, los autores desarman los mecanismos del amor romántico, desde las mariposas en el estómago hasta el dolor de una ruptura.
Ambos especialistas se mueven en campos distintos, pero complementarios. Ballarini es biólogo e investigador del CONICET, dirige el Departamento de Ciencias de la Vida en el ITBA y es un reconocido divulgador científico. Bonnin, por su parte, es lingüista e investigador principal del CONICET, profesor de Análisis del Discurso en la UNSAM y estudia cómo usamos el lenguaje en la vida cotidiana. De ese cruce entre biología y lenguaje nació una colaboración que busca entender el amor más allá de la intuición y las frases hechas.
¿Por qué nos atrae una persona y no otra? Bonnin subraya que no se puede explicar la elección de pareja solo con biología: pesan factores relacionales, sociales y culturales. Sin embargo, los sentidos cumplen un papel decisivo en el flechazo inicial. “Uno se enamora de un ‘paquete’ y es difícil describir cuáles son las variables”, dice Ballarini a este diario.
El olfato es uno de los mecanismos más sorprendentes. “Los varones y las mujeres secretan hormonas específicas que refuerzan la atracción”, detalla Bonnin.
Y suma un dato curioso: la “besología”. Según estudios citados en el libro, el beso cumple una función de evaluación genética. “El beso es una actitud rarísima: la hipótesis evolutiva es que sirve para evaluar las condiciones genéticas del otro”, explica.
Cuando alguien se enamora, el cerebro cambia. Ballarini describe que, en los primeros meses, la corteza prefrontal —el área que cuestiona y analiza— se apaga. Esa suspensión del pensamiento crítico abre paso a lo que él llama una “felicidad sonzona”, un estado en el que todo parece maravilloso.
El cerebro libera dopamina, que activa los circuitos de recompensa y genera una sensación de adicción. “Se ha estudiado comparativamente con drogas, para mostrar que tienen efectos parecidos: querés estar todo el tiempo con esa persona, y si no la ves, sentís abstinencia. Es la dopamina actuando en tu cerebro”, advierte Bonnin. Esa fase explica por qué las primeras etapas de una relación suelen estar llenas de intensidad y deseo.
Pero este estado no puede durar para siempre (“no podríamos vivir con ese nivel de ‘vivir en las nubes’ por más de unos meses”, dice Fabricio). Con el tiempo, la dopamina baja y aparece otro químico clave: la oxitocina, conocida como la hormona del apego.
“Ahí se estabiliza el vínculo, se busca un placer más calmo, como mirar películas en el sillón un fin de semana”. Ese cambio marca la transición entre el amor pasional y el amor más estable, que permite sostener la relación en el tiempo.
Las aplicaciones de citas cambiaron la manera de buscar pareja. Para Ballarini, lo interesante es que permiten conocer a la persona más allá de la apariencia: “Las apps de citas se hicieron bastante famosas en los últimos años, ahora decayeron, pero siempre existió esa búsqueda de match”.
“En las apps de citas, no solamente ves a la persona, sino que hay una descripción y –dependiendo de las aplicaciones– hay búsquedas que no solamente tienen que ver con lo visual –que es fundamental, en nuestra especie y en muchas–, sino que tiene que ver con otras características. O sea, vos macheás por un montón de otras características, tenés como un marco de conocimiento de esa persona más allá de lo que ves. Después, podrías hacer un análisis de la tasa de éxito según la búsqueda: una cosa es para tener una relación sexual, y otra, para formar una familia”.
Los entornos virtuales, además, ofrecen una ventaja clave: la sensación de seguridad. Bonnin señala que se habla más de intereses, gustos y temas potencialmente polémicos. “La búsqueda de pareja requiere esfuerzo y energía, y las apps brindan un espacio donde es posible experimentar y exponerse más, con menos consecuencias”, explica.
Ballarini resume con una metáfora: “El taxi es el boliche y el Uber es Tinder. Cumplen el mismo objetivo, pero en un ambiente más controlado por la tecnología”. Esa comparación ayuda a entender cómo las aplicaciones fueron desplazando a los espacios tradicionales de conquista.
La ciencia también aporta claves sobre el desamor. Bonnin asegura que el dicho “un clavo saca otro clavo” tiene base científica, aunque advierte que la forma en que se termina la relación influye mucho.
En ese sentido, Ballarini explica que el olvido es un proceso natural que necesita tiempo. Sin embargo, crear nuevas memorias ayuda a acelerar la superación. “Cuando evocás un recuerdo, no recuperás el original, sino la última vez que lo recordaste. Entonces, ese recuerdo se transforma con tu yo actual”, detalla. Esa plasticidad explica por qué algunas rupturas parecen más fáciles de atravesar con el paso de los meses.
Las redes de apoyo también cumplen un rol decisivo. “Los amigos y las amigas son clave para que la persona que se separó genere recuerdos positivos desde otra perspectiva, por fuera de su propia subjetividad”, destaca Bonnin. Así, la ciencia confirma lo que la experiencia ya sabía: nadie se recupera de un corazón roto en soledad.
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