Te levantás, preparás un café, revisás el celular y casi sin pensarlo ya estás en la ducha. Quizás más tarde vayas a comprar algo y el camino elegido sea el mismo de siempre, aunque exista una ruta más corta. O tal vez en la oficina abras un programa antes de recordar por qué lo necesitabas.
Un equipo internacional quiso medir cuán fuertes son esos hábitos. Durante una semana, encuestaron a personas en el Reino Unido y Australia varias veces al día para preguntarles qué estaban haciendo y por qué. El análisis mostró que el 65% de las actividades cotidianas era automático, realizado sin una decisión consciente previa.
El psicólogo británico Benjamin Gardner, de la Universidad de Surrey, explicó: “Nuestra investigación muestra que, si bien las personas pueden querer hacer algo conscientemente, el inicio y la ejecución de ese comportamiento a menudo se realizan sin pensar, impulsados por hábitos no conscientes”.
Los expertos observaron que las conductas más frecuentes eran también las más regidas por la costumbre. De hecho, casi la mitad combinaban hábito con intención: la persona quería hacerlo, pero lo hacía de manera mecánica.
Esta conclusión abre un panorama interesante. Si gran parte de lo que hacemos es automático, entonces los hábitos son una herramienta poderosa para cambiar. No se trata solo de tener motivación o fuerza de voluntad, sino de crear rutinas que trabajen a favor de nuestros objetivos.
El mismo estudio muestra que las personas suelen abandonar patrones que entran en conflicto con sus metas. Por ejemplo, quienes buscan mejorar su alimentación tienden a generar nuevas dinámicas: planificar menús, comprar verduras frescas, cenar más temprano.
La psicóloga australiana Amanda Rebar, de la Universidad de Carolina del Sur, sintetiza el hallazgo: “Gran parte de nuestro comportamiento repetitivo se lleva a cabo con un mínimo de previsión y, en cambio, se genera automáticamente, por hábito”.
El desafío está en dirigir ese piloto automático hacia conductas que beneficien la salud.
Los especialistas sugieren aplicar reglas simples:
Estos pequeños ajustes convierten la motivación pasajera en rutinas estables. Lo mismo aplica para cortar con viejas costumbres: evitar los lugares o situaciones que disparan el hábito indeseado es más efectivo que confiar solo en la voluntad.
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