"La digestión se asegura con píldoras Radicura. ¡De Welkeeer!". Esta era la frase de una publicidad televisiva rosarina, en blanco y negro, de la década del 70. Promocionaba las pastillas digestivas del laboratorio Welker ubicado en Zeballos, entre Colón y Ayacucho, y mostraba a un ñandú ingiriendo hasta tuercas porque supuestamente con las píldoras la digestión estaba asegurada.
El film podría tomarse como antesala de una problemática que afecta hoy gravemente a la fauna silvestre en el río Paraná, sus playas y lagunas, por la ingesta de plásticos.
El perjuicio fue reflejado en una investigación que da cuenta que aves, peces, tortugas y reptiles mueren agónicamente al quedar atrapados en redes abandonadas o por la ingesta de tanzas de pesca, bolsas de nylon, y anillos de seguridad de las tapas de botellas y no hay píldoras que los salve.
Dos científicos, también kayakistas y amantes del río, el paranaense Martín Blettler, doctor en Ciencias Biológicas e investigador independiente del Conicet (INALI-UNL), y la rosarina Clara Mitchell, ingeniera Industrial e investigadora en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), investigan desde hace tiempo el problema.
Primero lo hicieron por separado y luego se unieron. Ambos invitaron abiertamente a que les envíen fotos en que se vea en el momento en que los animales comen objetos plásticos o arman sus nidos con ellos.
Pusieron en práctica la metodología de la "ciencia ciudadana" que multiplica los ojos del investigador y recibieron buena respuesta e importantes testimonios. Más de un centenar de fotos: editaron 90 de 44 especies de agua dulce y terrestres y todo fue publicado el mes pasado en una revista científica prestigiosa de los Países Bajos, "Science of the Total Environment" (publicación Q1, con el máximo puntaje en su rubro).
La publicación visibiliza ante el mundo el perjuicio que provocan la relación de los humanos con los residuos y cómo eso afecta a la fauna de acá nomás.
Sí, de "acá nomás". Porque la contaminación no es solo cosa de pingüinos, ballenas y delfines en zonas marítimas o de imágenes del National Geographic: sucede en la costa rosarina y de la región ante la indiferencia del mercado que produce a mansalva estos envases, de los Estados que no regulan su producción lo suficiente y del descuido del público que los arroja sin tener en cuenta que miles de animales mueren apenas por un hilo de nylon o una tapita de plástico.
Nada le falta ya al castigado río Paraná y a su entorno: poca agua, quemas a sus márgenes y encima la evidencia irrefutable de cómo las personas pueden intoxicar sin pudor a su fauna.
La Capital habló con ambos científicos quienes compartieron algunas de las fotos que les envió la gente y advirtieron que siguen recibiéndolas de buen gusto a los Whatsapps 343-4-806895, 341-6-207756 o al email [email protected].
Las imágenes son diversas y causan conmoción. Se ve a un biguá cuando picotea restos de comida en una bolsa y se atraganta con ella, a una tortuga y a una zarigüella que se suben a bolsas repletas de basura que flotan en medio del río; a un cuervillo de cañada al que le queda un anillo azul de una tapita atascado entre el pico y el cuello y ya no podrá comer más, Se ven nidos de benteveos hechos solo con tanza de pesca, se observan utensilios y hasta hojas de afeitar dentro de horneros, se muestra a un gorrión que picotea pan con una especie de collarín plástico en el cogote, como el que se les coloca a los perros en tratamiento. Se ve a lagartos overos atrapados.
Todo es parte de la contaminación plástica, todo terminará con la muerte del ejemplar.
"Las aves son las más perjudicadas en este estudio: representan el 70% de los individuos y son de 30 especies. Analizamos 44 variables en las imágenes que nos envió la gente: tipo de plástico, entorno y todo lo que la imagen revelaba. Las tanzas desencadenaron muchas muertes, también cuchillos y tenedores plásticos y objetos punzantes, anillos de tapas de botellas, la guata de sillones y almohadones abandonados y hasta una hoja de afeitar en un nido. Es que las aves no seleccionan, picotean lo que brilla, lo que intentan comer", explica Mitchell.
Cuando se pregunta por la responsabilidad de esta problemática Mitchell enumera tres niveles.
"Las industrias productoras que fabrican estos elementos son las primeras responsables porque saben que estos plásticos no degradan en años. Los Estados también porque tienen una recolección deficiente y no siempre legislan sobre el tema y en un tercer nivel, los consumidores".
Para ella, si bien se ponen en práctica las campañas de limpieza de las costas, "eso no resuelve el problema: según la Cámara Argentina de la Industria Plástica, en la década del 90 cada argentino consumía unos 11 kilos anuales de plástico y ahora se disparó por las nubes a 44 kilos, pero lo peor es que el 30 por ciento son de un solo uso o descartables, no se reciclan".
Para Mitchell, las campañas de concientización y las movilizaciones sociales son importantísimas. "Pero hay que entender que la problemática tiene jerarquías. Hay empresas que también hacen campañas mientras venden productos en envases descartables o sucede que una persona va al súper y no tiene más opción que juntar la mercadería en bolsas plásticas. Y por otro lado, hay legislación que viene muy bien: la que impide la venta de sorbetes plásticos o la ordenanza que señala a la venta de envases de helados plásticos como perjudicial, por ejemplo, ayudan", dice Mitchell.
Sobre el trabajo específico de las fotos Bletter dijo que las imágenes tomadas por kayakistas, pescadores y bañistas "hablaron por sí mismas al contar una historia sobre la relación tóxica que las personas hemos creado con los plásticos y cuya consecuencia recae sobre la fauna y su ambiente natural. Muchas de las fotos reflejaron el momento en que un individuo de una determinada especie entra en contacto con el residuo plástico, algo completamente ajeno a su ambiente".
Bletter dijo que colegas franceses y alemanes le habían advertido que la "ciencia ciudadana" era un atajo arriesgado porque a veces los datos e imágenes son imprecisos.
"Pero a nosotros nos resultó su aplicación porque establecimos contacto con los autores, hicimos seguimiento y editamos las imágenes que tenían datos contundentes si bien en su mayoría fueron encuentros casuales".
Un 60% de los enredos tuvieron consecuencias letales para los organismos involucrados. Los enredos en aparejos de pesca abandonados y con anillos de seguridad de las botellas fueron particularmente peligrosos y relativamente frecuentes en este estudio.
Caranchos, calandrias, caraús y otras especies también fueron víctimas. Todos están registrados sin posibilidad de escape ni de supervivencia.
"Los objetos plásticos funcionan como trampas a la deriva, aprisionando, estrangulando o asfixiando a muchas especies", dice Bletter quien apuntó además, entre las tomas a una muy llamativa.
"Hay un nido del género Sporophila construido 100 por ciento con tanzas de pesca plásticas, creemos que se trataría del primer registro a nivel mundial de una situación como esta. Las consecuencias directas de esto están aún bajo estudio, presuponemos que el anclaje del nido a los arbustos, donde habitualmente lo hace, es significativamente menos efectivo, de hecho el nido fue registrado en el suelo, caído".
También hay una imagen de un nido del género Furnariidae que fue construido utilizando cuantiosas cantidades de cubiertos plásticos descartables, decenas de ellos, particularmente tenedores y cuchillos.
"Un peligro potencial para progenitores y pichones", remarcó Bletter quien comenta que a partir de la publicación ya recibieron mails de científicos de distintas partes del mundo.
"Es un halago para nosotros que usen la metodología novedosa de nuestro trabajo y lo citen, señal que vamos por buen camino".
En tanto, Mitchell agrega una prioridad en esta problemática para atender a futuro: "Tenemos que lograr cerrar la canilla de producción de plásticos y después vemos qué hacemos con la inmensa contaminación que ya hay. Disminuir plásticos de un solo uso es lo primero".
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