Una imagen en pleno centro de Pergamino no pasó desapercibida: el hombre que habitualmente limpia vidrios en el semáforo de Merced y Alsina decidió acostarse a dormir una siesta sobre la vereda, justo en la esquina, al lado de un poste de luz.
La escena, que fue registrada por varios vecinos, llama la atención por su crudeza, pero también invita a una reflexión más profunda. ¿Qué tan agotado tiene que estar alguien para dormirse al borde de la calle, en un lugar expuesto y ruidoso? ¿Cuánto vemos -y cuánto ignoramos- cada día cuando el semáforo está en rojo?.
El hombre, que muchos automovilistas reconocen de sus rutinas diarias, se convirtió por un rato en parte del paisaje urbano, tumbado sobre el suelo frío, con una bolsa al costado. Una imagen que duele y que dice mucho más de lo que parece.
Más allá de las opiniones que puedan surgir, la postal refleja una realidad que interpela: hay vidas que transcurren en los márgenes, al ritmo del cansancio, el trabajo informal y la indiferencia. Y en una ciudad que sigue andando, a veces hace falta detenerse -no solo por el semáforo- para mirar y preguntarse en qué mundo estamos viviendo.
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