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Combatió en Malvinas y encontró a la nena que hace 40 años le escribió una carta para pedirle que no se rinda

Sergio Rodríguez desembarcó en las islas cuando tenía 18 años y sin saber disparar. Pasó hambre, frío y miedo. En plena guerra recibió dos cartas de alumnas de una escuela que le pedían que no se rindiera: "Fueron mi sustento en los combates más crueles". Cuando regresó de Malvinas intentó buscarlas. Con Alicia Bacigalupo lleva una amistad de años. Pero a Graciela Sanguinetti "se la había tragado la tierra". Cuatro décadas más tarde logró hallarla en Luján.

A 40 años del inicio del Conflicto del Atlántico Sur, Argentina vive un año cargado de emoción en memoria de quienes dieron su vida por nuestra Patria. Al calor de esta fecha histórica, seguimos descubriendo historias que nacieron durante los 74 días que tuvieron en vilo a nuestro país y que aún perduran hasta el día de hoy. Tal es el caso de Sergio Omar Rodríguez, un veterano de guerra que vive en Longchamps, partido de Almirante Brown, y que cuatro décadas más tarde logró tomar contacto con Graciela Sanguinetti, una mujer que actualmente reside en Luján y que en 1982, -cuando ella tenía 16 años y sin conocerlo- le escribió una carta pidiéndole que no se rindiera.  

La historia de Sergio se remonta a cuando él tenía apenas 18 años. Por aquel entonces vivía junto a sus padres en Capital Federal y terminó yendo a la guerra sin que ellos lo supieran. “Soy clase 63’ y había finalizado la secundaria en diciembre de 1981. El 1 de febrero de 1982 fui seleccionado para hacer el servicio militar obligatorio. Tenía el número 990 y me tocó Infantería de Marina de la Armada Argentina. Hice la instrucción en Pereyra y a mediados de marzo me dieron el destino para Puerto Belgrano. Fue el 11 de abril de 1982 cuando nos llevamos una sorpresa: Nos comunicaron que viajábamos a Malvinas para formar parte de la compañía de ametralladoras antiaéreas 12,7”, relató.

 Sergio contó cómo fue su desembarco en la guerra: “Arribamos a Malvinas el 16 de abril a la tardecita, casi de noche. Antes de viajar hicimos una breve instrucción pero la verdad es que cuando llegamos a las islas, nadie sabía nada. Nuestra posición estaba ubicada en el Monte Tumbledown, en la Isla Soledad, a 15 kilómetros de Puerto Argentino y a 500 metros de altura”. “Yo no me podía comunicar con mis padres desde hacía semanas y ellos recién se enteraron que estaba en Malvinas cuando les pude enviar una carta y vieron que en el remitente decía: ‘’Puerto Argentino’. A partir de ahí, foto que veían en los diarios, se fijaban a ver si era yo”, recordó.  

Por aquellos días, los buques de guerra ingleses ya se aproximaban a las islas para iniciar los enfrentamientos que durarían hasta el 14 de junio. “Tanto la clase 62’, de mayor experiencia, como la clase 63’, que recién nos incorporábamos, tuvimos que aprender sobre la marcha acerca de una nueva arma: la 12,7. Por lo cual, tanto los viejos como los nuevos estábamos en igualdad de condiciones: nadie sabía nada. El entrenamiento en la isla fue muy breve porque no había tiempo. Cada uno tuvo que sacar a relucir su instinto de supervivencia”, explicó Sergio, al tiempo que recordó al suboficial Humberto Simón Enrique: “Fue nuestro padre en Malvinas y quien logró mantenernos con vida”.  

Luego llegaron los timpos más hostiles de la guerra. “Desde el 16 de abril empezamos a tratar de hacernos amigos del clima, con temperaturas de 18° bajo cero, viento y lluvia. Lo que nos mantenía en pie era la fuerte carga emotiva de haber sido elegidos para esa misión. Entre los momentos más duros que recuerdo, el 1 de mayo cuando hundieron al Belgrano, fue el que quedó grabado a fuego entre todos los que estuvimos en las islas. A partir de ese momento todo parecía una película: hasta poco tiempo antes, los varones jugábamos a los soldaditos en la escuela. Y y unos años después nos encontrábamos ahí, como protagonistas de una guerra real, muy triste y cruel”, reflexionó.  

Aún con la censura militar y las demoras y postas hasta llegar al continente de por medio, las cartas fueron la forma de comunicación más fluida con la que contaban los soldados. Y hoy las conservan como tesoros personales. Son documentos en los que es posible rastrear las vivencias más dolorosas y los momentos en que se permitían el buen ánimo, en primera persona. En la mayoría de los casos, las recibían de parte de personas que no conocían, muchas veces niños y niñas que las escribían desde sus escuelas. Las cartas que recuerdan ahora los excombatientes, llegaban en cuentagotas y eran esperadas como paréntesis luminosos para esos días de oscuridad que nunca olvidarán.

“Yo estando en Malvinas recibí dos cartas. Eran de alumnas, compañeras entre sí del mismo colegio: Nuestra Señora de la Misericordia de Villa Devoto. En el momento en que escribieron la carta, Alicia Bacigalupo tenía 15 años y Graciela Sanguinetti, 16. Ellas me transmitieron un mensaje sincero y puro, con la incertidumbre de no saber si la carta llegaría, o si quien la recibía iba a poder contestar o regresar con vida de la guerra”, comentó el exsoldado. En ese marco, recordó un texto muy especial que le escribió Graciela. “Querido amigo, nuestro corazón y nuestra oración están con ustedes. ¡No te rindas!”, rezaba la misiva que caló hondo en el corazón de Sergio.  

Rodríguez reveló que durante las horas más angustiantes de la contienda bélica, al momento de sobrevivir al combate enemigo, las cartas se transformaron en amuletos insustituibles para mantenerse aferrado a la vida. “Las cartas hoy me retrotraen a la guerra. Luego del hundimiento del crucero Belgrano, en Malvinas afloraron todas las miserias humanas: pasamos hambre, frío, miedo y todo lo peor que conlleva una guerra. Pero yo tenía dos cosas que me hacían sentir fuerte: las dos cartas de las alumnas que me decían que era un héroe, y un rosario con el que le rezaba al cielo. Al día de hoy, conservo ambas cosas que tienen un fuerte contenido emotivo para mí”, remarcó. 

El regreso de los soldados de Malvinas fue una historia de ocultamiento: Tras la derrota retornaron al país 'por la puerta de servicio', de madrugada y a escondidas. El 20 de junio, la compañía que integraba Sergio fue la última en abandonar las islas estando como prisioneros. Con el paso del tiempo, él se propuso buscar a las estudiantes que con sus cartas le habían llevado paz al medio del infierno. “A Alicia Bacigalupo la ubiqué luego de presentarme en el colegio, mostré la carta y las autoridades me facilitaron su dirección. Un buen día me presenté en la puerta de su casa, me atendió su mamá y a partir de ahí comenzamos a forjar una amistad que hoy ya cumple 40 años”, contó.  

Pero con Graciela Sanguinetti no corrió la misma suerte. Su paradero era un misterio: Sus compañeras de colegio le perdieron el rastro y su familia ya no vivía en la dirección de Capital Federal que figuraba en la escuela. “Ubicarla a ella se me hizo mucho más difícil. Tal es así que a lo largo de estos 40 años hubo varios intentos y no logré encontrarla nunca. Este fin de semana finalmente se alinearon todos los planetas y luego de mucho tiempo de buscar, la encontré. Fue luego de compartir una gran cadena con autoridades del colegio y exalumnos. Finalmente logramos ubicar a Graciela, ella contestó y tuvimos oportunidad de hablar. Y así le puso fin a una búsqueda que duró 40 años”.  

Según contó el veterano, Graciela actualmente vive junto a su familia en el partido bonaerense de Luján y acordó encontrarse con ella para rememorar aquellos días de 1982 cuando le escribió: “¡Adelante y a vencer!”. “Les doy las gracias a quienes me ayudaron a buscarla, tanto a las autoridades del colegio, sus compañeras y vecinas. La buena noticia es que respondió mis mensajes y nos hemos contactado. Para mí era muy importante lograrlo y cerrar esta historia. Haber encontrado a Alicia y ahora a Graciela después de 40 años, es una caricia que reconforta”, dijo Rodríguez, quien conserva las cartas como un tesoro invaluable. “Hoy las tengo enmarcadas y muy bien protegidas”, celebró.  

La guerra contra Gran Bretaña es el hito más sangriento y recordado en el reclamo que históricamente realiza la Argentina por la soberanía de las Islas Malvinas. A 40 años del conflicto bélico, Sergio ofrece charlas en escuelas bonaerenses transmitiendo el mismo mensaje: “La guerra no conduce a nada. Y no es como se ve en las películas, en realidad es mucho más terrorífica. La guerra la hacen los poderosos y los políticos, mientras que los que combaten son los soldados. Paradójicamente, hay muchos soldados que en 1982 estuvieron enfrentados y hoy se comunican por redes sociales, alcanzando limar asperezas y dejar atrás el resentimiento. Todo eso los políticos aún no lo han logrado”.

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