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Cómo es el pueblo rural que recibe a familias de grandes ciudades con ganas de cambiar de estilo de vida

En Colonia Belgrano eran 1.300 habitantes distribuidos en una localidad de 22 hectáreas en el centro de Santa Fe. A partir de una novedosa iniciativa, comenzaron a recibir pobladores que dejan las grandes urbes en busca de nuevos desafíos

Nació en 1973 en Coronel Du Graty, una localidad del sudoeste chaqueño con una población apenas superior a los nueve mil habitantes. Cuando tenía seis años, sus padres se mudaron a Rosario, la tercera ciudad más poblada del país. En Buenos Aires, la gran metrópolis argentina, conoció a su esposa Claudia. Con 43 años y dos hijos, se instaló en Colonia Belgrano, un pueblo de 1.300 personas en el corazón santafesino. Víctor Hugo López fue del campo a la ciudad para volver al campo. Su movilidad migratoria recrea la historia de una persona en búsqueda de la felicidad.

Víctor es gasista matriculado, plomero, hace instalaciones sanitarias. En la casa que alquilaba en Rosario, las bicicletas interrumpían el paso en el comedor. La plata escaseaba porque la competencia abundaba -y viceversa-. Llevaba en colectivo a su hijo al jardín: tardaba 45 minutos en hacer 25 cuadras. Lo hacía a la mañana y al mediodía. “Hoy Ariel va al colegio en bicicleta. Al gasto económico y al cansancio de antes, sumale la inquietud de saber si estaba bien. La preocupación era algo muy cotidiano en la ciudad, cosa que acá en Belgrano no nos pasa”, comparó. Las bicicletas, ahora, duermen afuera.

El jueves 9 de marzo de 2017 fue por primera vez al pueblo. Su vida, dijo, giró 180 grados. Descubrió que vivir era una cuestión de utilidad y valoración del tiempo: “Pasé de vivir la locura cotidiana de una ciudad, de andar todo el día a las corridas, a vivir en paz y tranquilidad. Lo que noto es que acá hay más tiempo, no transcurre todo tan rápido. No hay estrés, tenés menos cosas de qué preocuparte. Podemos estar seguro de que nuestros hijos la están pasando bien”. En Rosario salía de trabajar a las siete de la mañana y volvía doce horas después. Interpretó que, después del trabajo y del sueño, le quedaban pocas horas de vida por día.
De la comparación extrajo estándares abstractos como los miedos y el desgaste mental, y apuntó elementos tangibles y medibles del paisaje urbano como los semáforos y el ruido.

“En Colonia Belgrano trabajás en el pueblo, a seis cuadras de tu casa, hacés tiempo para buscar a tus hijos a la escuela, almorzás en tu casa, tenés más tiempo para estar presente con tu familia. Esa diferencia es evidente”, retrató. Víctor reclamaba un cambio integral. La calidad de vida era la utopía: “No nos costó tomar la decisión, lo decidimos enseguida y sin conocer el pueblo, porque no sabíamos ni que existía Colonia Belgrano. Sí sabíamos que queríamos salir de la ciudad, que queríamos un cambio de vida y que queríamos darles a nuestros hijos un lugar más tranquilo para vivir”.

En Colonia Belgrano no había gasista, no había plomero. Los trabajos los hacían profesionales de ciudades vecinas. No tenían un especialista local. Faltaba un maestro de inglés, alguien que reparara las máquinas, emprendedores con estímulos, una peluquería que abriera otro día que no fuera el sábado. Verónica Galván se convirtió en una bombera voluntaria. Victoria Úbeda pidió un préstamo para comprarse un auto y hacerlo remis porque el remisero histórico del pueblo había muerto. Joana Ojeda pasó de vender diez pares de zapatos de bebés y niños por mes en Rosario a 500. La historia de Víctor es como la de otras 19 familias que contradijeron el mandato sociocultural de la modernidad: exiliados de la ciudad, emigraron al campo para crecer.

La idea nació en la fundación Es Vicis, de orígenes suizos. La prueba piloto del programa “Bienvenidos a mi pueblo” es la experiencia de Colonia Belgrano. El desafío, según la organización, era devolverle a los pueblos rurales la potencialidad que las promesas de progreso e industrialización habían arrebatado. Catalogaron el fenómeno como “urbanización descontrolada”: “Durante décadas, la población mundial ha ido migrando hacia las grandes ciudades con la esperanza de encontrar más oportunidades de trabajo y una vida mejor.

Desafortunadamente, el 90% de estas personas terminan poblando los extensos asentamientos de emergencia que rodean a las grandes ciudades de los países en desarrollo, subsistiendo en viviendas precarias y con trabajos informales que apenas alcanzan para vivir dignamente. El efecto secundario de esta tendencia migratoria es que los pueblos rurales, a pesar de tener el potencial de expandir y hacer crecer sus economías, fallan por la falta de mano de obra, la provisión de servicios y productos y la disminución del consumo”.

El 92% de la población argentina vive en áreas urbanas. La despoblación rural alcanza cifras alarmantes. Cintia Jaime, directora ejecutiva de la fundación, dijo que Argentina fue seleccionada porque es un país que desesperadamente necesita un programa de refundación de estas características: “Si no funciona ahí suponemos que no va a funcionar en ningún lado”.

El pueblo santafesino fue elegido entre catorce localidades calificadas. Respondieron a la convocatoria casi 20.000 familias de todo el país: sólo había cupo para veinte. Hubo un arduo proceso de capacitación y supervisión de las solicitudes con especial foco en la naturaleza del emprendimiento. El martes 20 de diciembre de 2016 le avisaron a Víctor que había sido seleccionado para estimular el crecimiento demográfico de un pueblo abocado a la actividad agrícola y ganadera, pero con una provisión de servicios deficiente.

Hace dos años, cerca de cien personas llegaron hasta el pueblo santafesino de 1.300 habitantes. Su crecimiento poblacional fue casi del diez por ciento. Las familias montaron 23 nuevos emprendimientos, entre vidrieros, fabricantes, técnicos, terapeutas, carpinteros, que experimentaron, en su mayoría, una mejora del 70% del ingreso familiar. Víctor empleó a dos jóvenes del pueblo. También participa activamente de instituciones sociales del pueblo: incursionó en un proyecto de reciclado sustentable e integra la subcomisión de fútbol infantil del Club Atlético Belgrano, donde juega su hijo Ariel.

"En estos días me han llamado varios gobernadores para interiorizarse cómo había surgido el proyecto. Es una hermosa oportunidad de volver a fortalecer la estructura demográfica del interior de la provincia de Santa Fe", dijo Miguel Lifschitz. El gobierno provincial aportó 25 millones de pesos para la construcción de las viviendas

Colonia Belgrano es el pueblo donde hace 84 años nacía el mítico Silvio Soldán. Tiene 22 mil hectáreas y se fundó en 1883 por inmigrantes italianos que la bautizaron “bel grano” sorprendidos por la fertilidad del suelo. La castellanización del término que significa “buen grano” y la semejanza con el prócer argentino creador de la bandera reformuló definitivamente su nombre.

Un pueblo que fue fundado por la inmigración y que se renueva con el método migratorio inverso: de la ciudad al campo.

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