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Cuando la pandemia empuja la decisión de dejar la ciudad y cumplir el sueño de cambiar de vida

TN viajó a Mercedes para encontrar a una familia que se fue y no extraña nada. Además, Ronnie Arias, devenido en hombre de campo en Colonia, habla de su nueva rutina. ONGs, especialistas y cronistas dan cuenta de un fenómeno que crece. ¿Volveremos a repoblar los pueblos que abandonamos?

¿Alguna vez pensaste en cambiar de vida? Dejar la ciudad por un entorno más tranquilo, lejos del ruido, cerca de la naturaleza, es un sueño recurrente para muchos. En esta larga cuarentena, cuando la ciudad impone sus condiciones pero desaparecen su beneficios (teatros, cines, circuitos de consumo y placer), la tendencia crece. Además, el teletrabajo pone en evidencia que hay otro modelo posible al que obliga a estar cerca y viajar todos los días a la oficina. Es ahora: la decisión pendiente, que da vueltas desde hace años en las conversaciones, se pone en marcha.

Los especialistas coinciden en una vieja máxima corroborada: el contacto con la naturaleza reduce las chances de enfermedad mental. Y las familias con niños pequeños, en especial aquellas que conocieron otras infancias de bicicleta y vida al aire libre, intuyen que puede haber un lugar mejor donde criarlos.

Es una tendencia inversa a la que llevó a superpoblar las ciudades. Hay ONGs trabajando activamente para repoblar pueblos que necesitan nuevos vecinos. Ellas dan cuenta de que el número de inscriptos para repoblar se multiplicó por diez. Mientras las cámaras inmobiliarias también coinciden con este fenómeno: las consultas de gente que quiere instalarse en el campo crecieron diez veces desde marzo.

El escenario tiene hasta quién lo escriba. Somos Arraigo (somosarraigo.com.ar), el medio online fundado por Candelaria Schamun y Franco Spinetta, dos jóvenes periodistas que un buen día le dijeron adiós al tránsito y empezaron una nueva historia en pequeños pueblos del interior. El momento epifánico aparece en el relato de los que se van: una espera demasiado larga para cruzar una barrera, la revelación de que dos horas y media de viaje, entre el centro y la casa, en un barrio periférico de capital, era un absurdo.

Es lo que le pasó a Lucho Andújar, diseñador gráfico instalado en su Mercedes natal con su mujer porteña, Celeste, y sus dos chicos. El tiempo perdido en los traslados cotidianos, que los estudios sociológicos revelan como una experiencia infeliz, es un detonante común. O el tiempo a secas, en general: cambiar tiempo perdido, en una edad productiva, por tiempo de calidad.

Lucho y Celeste se sorprenden de todo lo que pueden hacer en una hora, en su “ciudad con alma de pueblo”. Donde todo queda cerca, las bicicletas se dejan sin candado, los chicos juegan al aire libre y la gente se saluda. Dicen que ahora tienen más tiempo para ellos mismos y para su emprendimiento: la única librería (especializada en ejemplares ilustrados) de Mercedes.

Claro que hay pioneros urbanos que están cambiando el paisaje de localidades muy pequeñas, como el bonaerense San Andrés de la Sierra, de 58 habitantes, que contaron sus testimonios al periodista Leandro Vesco, especialista en la crónica de los pueblitos y las pulperías que todavía quedan, hace unos días en el diario La Nación.

O la experiencia de Coronel Belgrano, en Santa Fe, donde la fundación suiza Es Vicis, que promueve la repoblación rural desde 2014, hizo su exitosa prueba piloto. Trasladaron quince familias, de Rosario y la ciudad de Santa Fe. El pueblo creció un 10% y se crearon 23 emprendimientos no agropecuarios. Que aumentaron el empleo y, por supuesto, la contratación de servicios.

También hablamos con Ronnie Arias, que parece transformado por la nueva vida que eligió, en las afueras de Colonia del Sacramento (Uruguay). Campo, arroyo, manada de perros, huerta, leche fresca de un vecino, running por los caminos rurales. “Y acostumbrarse a andar en polar adentro de la casa en invierno, a que si se corta la luz no pasa nada”, dice a TN.com.ar.

¿Qué extraña Ronnie? Comer con los amigos, dice, él que no solo era un bicho urbano, sino un histórico vecino de los barrios más céntricos. ¿Qué extraña la pareja mercedina? Lo piensa un segundo antes de responder: “nada”.

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