La suba generalizada de precios genera lo que se conoce como distorsión de los precios relativos. Ese concepto explica por qué en la Argentina un pebete mixto en un kiosco puede costar $50 promedio y en ese precio pesa más el costo del queso (54%) que el del jamón (46%).
En el sector lácteo, uno de los más castigados por la caída de la demanda de China, los factores climáticos locales y la alta presión impositiva, explican que para producir un kilo de queso se necesitan 10 litros de leche fluida.
Cuesta más caro el acompañamiento, las papas, que la bebida. Es decir, el 59% del costo de esa picada austera se explica por las papas, mientras que la bebida con alcohol representa el 41% restante. Esa misma ecuación en ciudades como Nueva York o París se invierte porque allá el consumidor paga más impuestos cuando consume bebidas con alcohol que si decide comprar alimentos.
Para el economista Javier Milei, “la distorsión de los precios en la economía se explica por la presencia de déficit fiscal. Eso no solo afecta a los precios relativos desde el gasto, si no que también influye cómo se financia ese gasto”.
En su opinión, la alta presión impositiva (que en el caso de alimentos y bebidas asciende al 50% promedio) también contribuye a la distorsión. “Si un comerciante cobra $100 por un producto, cuando se da vuelta para pagarle a su proveedor solo tiene $50. Y cuando ese quiere pagarle a otro, ya tiene un 50% menos ($25) para pagar por el resto de los insumos. Y así sucesivamente hasta que el último de la cadena, que debería ser el productor, recibe $5,125”, ejemplifica.
Por supuesto que la distorsión también alcanzó a los precios de alimentos elaborados. Por ejemplo, un alfajor es $15 más económico que una gaseosa de 600 cm en un kiosco porteño. Si el precio de la merienda es de $85: el 70% equivale al costo de la bebida, y el 30% restante cubre el precio final de un alfajor económico de 50 gramos.
Lo mismo ocurre con las promociones para almorzar o cenar. Una docena de empanadas de carne cuesta unos $340 promedio en locales de la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano, 150% más que hace un año. Sin embargo, una botella de vino de gama media apenas aumentó un 23% en 2018 porque el sector logró una mejor cosecha medida en volumen. Esto explica por qué en un menú de $500, el 70% cubre el costo de las empanadas y el 30% restante, el del vino.
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