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Conveniencia mata grieta

Guillermo Memo García Por Guillermo Memo García | 29 de Diciembre de 2021

Aunque hubo algunos pasajes de negociaciones frenéticas entre el oficialismo y la oposición, en pocas horas se modificó la norma que restringía las reelecciones indefinidas de intendentes. Sí. Cuando se quiere, se puede.

Todos se pusieron de acuerdo. O casi todos. O al menos, los que tenían que ponerse de acuerdo. Y entonces, en el Día de los Inocentes, los senadores y diputados bonaerenses convirtieron en ley el proyecto que habilita a los alcaldes a poder presentarse nuevamente en 2023, pese a haber sido electos en 2015 y haber cumplido con un par de mandatos consecutivos.

Otra “avivada” de la política casi sin distinción de frentes o pertenencias, donde en lugar de poner en agenda las auténticas dificultades de la gente, terminan en un pacto para encontrar una vereda, un “saltarse en la fila”, para dar así un mandato más a la política, a lo que la ley prohibía, abofeteando la calidad institucional y a la república que se reconforta con el recambio dirigencial.

La falta de coherencia entre lo que se dice y se hace forma parte de ese hartazgo que se manifiesta en diferentes caras de la sociedad de manera frecuente. Muchos que expresan representar la calidad institucional y los valores republicanos no dudaron en borrar con el codo lo que escribieron con la mano hace apenas 5 años.

Intendentes que sin distingo partidario alguno decidieron abrazarse en medio de la tormenta para acabar con la ley que les impedía estar en el poder por más de dos períodos.

Hasta el mismísimo presidente de la Nación respaldó la movida. “Si los vecinos los votan, no podemos ir en contra de la voluntad popular”, dijo. Tal vez tenga parte de razón. Pero también olvida, por cierto, que la falta de ofertas electorales diferentes es una perceptible y lamentable limitación a la voluntad popular, a la que se condena a elegir siempre lo malo conocido, en un simulacro de democracia.

Por supuesto que favorecer la reelección indefinida va en contra de lo que la sociedad les demanda a los políticos. En un sentido, porque la perpetuación de los mismos nombres, sea como funcionarios o como candidatos alternativos en representación de los agrupamientos opositores, restringe la discusión política, impide la necesaria renovación de la dirigencia y debilita los controles.

La jornada legislativa de ayer fue otro ejemplo contundente de que la grieta es hoy el negocio más rentable de la política argentina. La usan todos. Los que son señalados por crearla y los que prometieron terminarla. Y hasta por aquellos que no juegan ni a placé y la usan de caballito de batalla para sumarse a la contienda. La grieta da votos, da prensa, hasta argumentos a la hora del sufragio. Pero también se termina cuando se ponen de acuerdo los que tienen que ponerse de acuerdo. O queda en "modo pausa", sometida a la conveniencia de todos. Esta claro que cuando conviene, desaparece del mapa como por arte de magia. 

En localidades como Pergamino, por ejemplo, es donde la política debiera esforzarse por cumplir su misión pedagógica, para estimular la participación en los asuntos públicos y la consiguiente deliberación de todos los vecinos y vecinas. La concentración del poder que simboliza la reelección indefinida inhibe esa posibilidad. Ya lo dijo el expresidente Lula: “Cuando un líder político empieza a pensar que es indispensable y que no puede ser sustituido, comienza a nacer una pequeña dictadura”.

*El autor es periodista, integrante de PRIMERA PLANA y conductor de RADIO MAS (FM 106.7)

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