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El sexo con robots podría ser una prescripción médica

Expertos consideran que puede ayudar a resolver disfunciones sexuales. Los críticos plantean objeciones éticas.

El personaje Howard Wolowitz de la serie The Big Bang Theory solía bromear con la posibilidad de crear un robot sexual para satisfacer sus necesidades ante su poca habilidad para conquistar el corazón de las mujeres. Pero, ¿podría su uso llegar a ser hasta una recomendación médica?

Según la psicóloga clínica y terapeuta sexual Marianne Brandon, los médicos algún día podrían prescribir el empleo de robots sexuales a pacientes diagnosticados como “sexualmente disfuncionales”.

La experta aventuró en una presentación en el último Simposio de Salud Mental de la Sociedad de Psicología Evolutiva Aplicada que estos aparatos con habilidades basadas en la programación podrían llegar a estar hasta incluidos, en un futuro imaginario y aún lejano, dentro de un plan de obra social.

Ya existe un mercado de robots sexuales desde hace años, aunque se estima que en las próximas dos décadas se logren aparatos más sofisticados e hiperrealistas. Por ahora, los aparatos disponibles ya están programados con inteligencia artificial, equipados con sensores corporales que responden al tacto y también algunos modelos se pueden personalizar para que se parezcan a la persona deseada.

Ahora avanzan en robots sexuales capaces de realizar hasta 50 posiciones automáticas y en modelos con habilidades discursivas para que puedan entablar una charla básica. Por otro lado, también buscan que tengan habilidades de paseo, para ser incluidos como acompañantes en eventos sociales.

Es cierto que estos robots sexuales tienen el potencial para ser un mecanismo para ayudar a aquellas personas con problemas sexuales o como una alternativa de quienes no tienen una pareja estable. Pero su uso, y sobre todo su masificación, también puede conllevar consecuencias negativas para la persona que los utiliza y para la sociedad.

Los críticos plantean el temor de que estos aparatos sean confeccionados principalmente para el público masculino, como buena parte de la pornografía actual. Esto podría condicionar a los hombres a pensar que el papel de una mujer es complacerlos a nivel sexual y aumentar las diferencias de género que todavía existen (y que tanto está costando eliminar).

Un informe elaborado por la Fundación para la Responsabilidad Robótica, en 2018, advirtió que este tipo de herramientas y aparatos puede contribuir a desvirtuar la imagen de la mujer, a distorsionar las reglas del consentimiento sexual y a fomentar la pedofilia, porque algunos modelos tienen aspecto infantil, se denunció.

Los defensores de estas máquinas están en desacuerdo con estas acusaciones. Piensan, en cambio, que los robots sexuales son tecnologías que surgen de la imaginación humana, los deseos y las elecciones, y que depende de cada persona si la afecta o no.

Expertos recuerdan que el concepto de mujer-objeto afecta las interacciones humanas saludables, más aún si a los robots se les puede configurar una personalidad concreta. Hacer que estos aparatos sean “amables”, “ingeniosos” o “sumisos” podría provocar que las relaciones reales sean menos atractivas para quienes los utilicen.

Brandom predijo que las personas estarán menos motivadas para trabajar en los problemas con sus parejas si tienen una alternativa con la que no supone ningún esfuerzo interactuar. Eso podría generar a la larga una tendencia a vivir soltero de forma permanente, lo que terminaría por causar un descenso de la natalidad. Algo que en un planeta superpoblado, podría no ser tan malo.

Todo esto está en el terreno de la imaginación. ¿Y también de la fantasía sexual?

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