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La angustiante carta abierta de Rocío: “No quiero que mis hijos se queden sin madre; ojalá esto ayude a reflexionar a alguien”

Un mensaje escrito en primera persona de una realidad que se multiplica en lo cotidiano. Cuándo la emergencia en materia de violencia de género en nuestra ciudad no entiende de tiempos ni de protocolos

Mi nombre es Rocío, tengo 24 años y hago pública esta situación después de transitar todo tipo de emociones, y entender que en mi cuerpo no cabía más miedo. Tengo dos hijos, soy madre de dos hermosos hijos, Valentino de 7 y Brunella de 3. Así como lo hice en la Comisaría de la Mujer y la Familia muchas veces, esta vez también lo hice en mis redes sociales: pedir ayuda.

“Pido ayuda porque no quiero que mis hijos se queden sin madre. Pido ayuda porque me di cuenta que sola no puedo, porque el miedo me desbordó, porque tuve tanto miedo que no me entraba en el cuerpo, no cabía más miedo en mi cabeza.

“A los 15 años me puse de novia con el padre de mis hijos. A los 16, una amiga me dijo que no estaba bien recibir malos tratos de su parte. Yo lo tomé como de quién viene, al pasar. Con el tiempo, pude ver, que mi amiga ya no estaba tan presente y no sabía si se había enojado. Con los años me dijo cuántas cosas yo no estaba viendo por el ‘enamoramiento’ y sucedían, con el amor romántico a flor de piel y un embarazo en camino.

“Y así, me fui alejando, de a poco, y convirtiéndome en una persona dependiente. Dónde yo estaba, él estaba. Sufría violencias que hoy puedo entender que son violencias: en ese momento, no entendía y no tenía dimensión de cómo de a poco, me fui aislando de mi entorno de amigas, de mi familia.

“Con la llegada de Valentino todo fue más difícil, llegaron los golpes, los ‘perdón, perdoname’, ‘no va a volver a pasar’, y una confía, porque cree que las cosas pueden cambiar. Mi mamá todo el tiempo me pedía que me vuelva a mi casa, que iba a poder críar al nene sola. ¡Por favor escuchen a sus familias! Yo no lo hice, me habían hecho creer que no valía nada, que no iba a poder, que nadie me iba a querer.

“Un día llena de golpes, junté valor y lo denuncié. Inundada siempre del miedo, el maldito miedo que nos invade el cuerpo, el alma, que nos hacen creer que nos merecemos eso, que por algo nos pasa. No, nadie se merece eso. Y quienes están para defendernos a veces parece que no lo entienden.

“Agradezco haber vuelto a la escuela de grande, porque hasta eso había abandonado, y en la escuela los profesores, a sus formas, me fueron enseñando que eso no estaba bueno, que no podía ir siempre golpeada, que eso no es amor.

“Las denuncias siguieron, tuve un proceso judicial en el medio, restricciones de acercamiento: el papá de mis hijos ya estuvo preso por violentarme. Y así y todo, las amenazas siguieron. En lo que va del año me mudé tres veces con mis hijos, ya no existe un lugar seguro.

“En el proceso judicial anterior, la Fiscal de la UFIJ Nº 4, a cargo de la investigación, la doctora Karina Póllice me abrazó y me dijo: ‘Yo sé que vas a volver a denunciar, porque estás muerta de miedo’. Yo en la última instancia procesal, y por temor, declaré que no me acordaba de nada de todo lo que en algún momento había denunciado. Así y todo lo condenaron. Las amenazas eran cada vez más fuertes y yo creía que no podía llevarme mal, que era el padre de mis hijos, y mal que mal, ellos tenían un padre y yo necesitaba que me pasara plata para comprarle comida a los nenes.

“El mes que viene empieza un nuevo proceso judicial, por otra denuncia, dónde estamos citados a declarar familiares, amigos e incluso efectivos policiales que presenciaron una golpiza. Nunca, hasta ayer, tuve miedo por mi vida. Incluso cuando todo esto pasaba adelante de otras personas, estaba todo tan naturalizado, que no podía reaccionar.

“Los policías están citados porque el día que me pegó y la Policía fue a mi casa, él pasaba -violando la restricción de acercamiento-  cada dos minutos por mi casa, y lo corrieron con el patrullero con las sirenas prendidas y para aclararle que tenían la orden de Fiscalía de llevarlo detenido si seguía hostigándome.

“El día que junté el valor para agarrar los nenes e irme, con mi hija a ‘upa’, me pegó un cabezazo y me fracturó el tabique. Terminé en el Hospital”.

“Ayer me mandó fotos de armas, aludiendo ser el dueño y ‘advirtiéndome’, en realidad, amenzándome. Volví, con eso, a denunciarlo. La respuesta que recibí por parte de quienes hacen el rondín es que ‘tienen familia, y que no pueden exponerse al COVID’ así que dejaron de pasar. Ayer, cuando la Policía no pasó en todo el día, yo tuve miedo por mi vida.

“Me fui de la casa de mis papás hace unos meses, por miedo, para protegerlos, son grandes y bastante mal llevan todo esto. Hace un día le pedí a mi mamá que se lleve a mis hijos, porque si me pasa algo, no quiero que ellos lo vean. No pido que me entiendan como mujer, como madre, como víctima. Pido ayuda para que despierten a un Estado dormido en materia de género, que se implemente las políticas públicas que existen, que conocí este último tiempo gracias a personas que me contuvieron y abrazaron cuando no daba más”

“Tengo 24 años, dos hijos que quiero ver crecer, y no quiero ser una cara en un cartel. Les agradezco por el espacio y ojalá esta carta le llegue a quién tenga el poder y la autoridad para hacer que algo de todo esto cambie”.

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